Probablemente, la película más cargante que he visto nunca, a la manera de ese niño insufrible que nunca sabe cuando dejar una gracia.

Insufrible la pareja protagonista, ñoña hasta la vergüenza ajena.
Insufrible Michel Simón. Nunca un personaje ha merecido tanto la muerte.
Insufribles los gaticos.
Insufrible el chaval. Actor no profesional. Y se nota.
Insufrible la música. Tardaré en volver a oír un acordeón sin echar a correr.
Insufribles los secundarios. Paliza de honor para el capullo del vendedor-ilusionista.
Insufrible la historia, por llamarla algo.
Insufrible la realización.

Y que nadie me venga con la milonga de "Es que es del 34".
Siete años antes, Murnau lo clavó con "Amanecer", una película que sigue dejándome con el corazón en un puño.

Estupenda película de la época americana de Fritz Lang, maravilla ver el partido que saca el director de absolutamente todo: la traqueteante banda sonora, el ambiente ferroviario, lleno de planos informativos y detalles sobre el oficio que tejen un fondo muy sugerente, la fotografía curradisima marca de la casa, unos actores perfectos todos ellos en sus personajes y un guión adulto y muy bien escrito que escapa a unos cuantos topicazos del género, con personajes que evolucionan, y un tratamiento del sexo -y su ausencia- como motor de la accion, tan contundente como la locomotora que conduce (que envidia) el protagonista.

No voy a dar la brasa repitiendo lo que más o menos ha comentado ya todo el mundo, pero sí me gustaría destacar la habilidad con la que guionista y director describen a cada uno de los personajes secundarios con un simple trazo que los vuelve de carne y hueso ante nuestros ojos, y me atrevo a asegurar que cada uno de ellos tiene al menos una frase que lo define y se recuerda un par de días después de ver la película.

Y como muestra, el consejo que dispara a Gloria Grahame la amiga que le presta el apartamento en la ciudad: "Mejor ser guapa que lista; todos los hombres que he conocido tenían ojos, pero ninguno tenía cerebro".

Que buena película.

Por los comentarios que he podido leer, fui uno de los tropecientos mil niños a los que en su momento dejaron sin ver esta película porque "da mucho miedo, y además tiene tres rombos".

Por eso, cuando la vi programada anoche en la 2, me hice con el mando a distancia y después de amenazar de muerte a toda la familia al grito de "igual acaba siendo una mierda como un piano, pero por mis muertos -y nunca mejor dicho- que hoy me veo enterita esta película", me puse ojos a la obra y, tíos ¡¡ME LO PASÉ DE PUTA MADRE!!

Hombre, en algunas cosas se nota el paso del tiempo, pero me pareció una película muy bien rodada, interesante, con un guión currado que incluye varias frases para la eternidad, entre las que no me resisto a citar la del siempre turbio Arthur Kennedy " Me gustaría que los muertos volviesen a la vida, para poder volver a matarte", actores -secundarios included- de lo más solventes, ambiente que logra acojonar en ocasiones, hippies gritando "Heil Hitler!" al comisario del pueblo, explicación ingeniosérrima del fenómeno, una de las huidas más rocambolescas de la historia del séptimo arte, un final molón y mil detalles setentero-fardones, entre los que voy a destacar la motocicleta Norton que conduce el protagonista al principio de film, y la pinta y actitudes del julay a lo largo de toda la historia.

Los zombies convencen y la casquería y los FX resultan, en palabras de mi hijo diecinueveañero: "una tralla para la época".

Aunque, eso sí: menos mal que no me dejaron verla con diez años.

Porque, además de giñarme vivo, no hubiese pegado ojo en condiciones hasta los 25.

El arranque de la película, espectacular.
Sigue punto por punto -diálogos incluidos- el relato de Hemingway, un cuento que ejemplifica de manera perfecta la manera de contar del escritor, mostrando tan sólo la punta del iceberg, de manera que es el lector quien intuye o imagina el resto de la historia.

Y es aquí donde la película empieza a hacer aguas por todas partes, empezando por los irrisorios motivos que deciden a la aseguradora a abrir una investigación a cargo del habitualmente majo pero en esta ocasión cargante Edmond O'Brien y acabando por una pareja protagonista Lancaster-Gardner verdes y sosos a más no poder.

Lo mejor, en mi opinión, son los secundarios: perfectos los dos pistoleros y todo el personal de la cafeteria en la escena inicial y muy buena química entre la pareja del amigo\colega juvenil de Lancaster-Gardner, ahora policía y su mujer, antigua novia del protagonista.

Estupenda la escena del robo en la fábrica de sombreros -fusilada más tarde por Kubrick en The Killing-, molona a más no poder la música de Miklos Rosza y muy bueno el tiroteo final en el club.

Por lo demás, reconozco que en un par de momentos se me hizo un pelin aburrida.

Con un argumento que poco tiene que envidiar al cine negro que se rodaba en la época, a lo mejor sus aspectos documentales se merecen todos los palos que le dieron los críticos más sesudos de la época, el tramiento de las relaciones amo/capataces/currantas se ha quedado un poco simplón, Raf Vallone estaba un poco soso y ver bailar a Silvana Mangano ya no es para tanto, pero personalmente he disfrutado de cada minuto de esta película, que incluye varias secuencias que te dejan -en un par de casos muy concretos que no voy a contar, porque me jode mucho destripar las películas- con el cuore en un puño.

Machacada a conciencia por la censura de la época, la iglesia española le declaró la guerra a muerte.
Y perdió.

Clasicazo revisitable, que no decepciona.