Es buena. Una película con el ritmo antitético de nuestro planeta, Jarmusch nos presenta la Noche de contrastes dentro de un taxi que arranca en LA con el estereotipo hollywoodiense y termina en Helsinki con esa atractiva decadencia nórdica de olor a whisky.
No voy a desmenuzar la película para ti, porque merece la pena que la mastiquéis vosotros mismos. Te deja un maravilloso sabor agridulce que invita al escrutinio noctámbulo, es por eso que no deberías verla antes de las 23.