Tengo un problema con las series españolas, lo reconozco... Pero es que muchas veces no me resultan creíbles casi ninguno de los actores y actrices que veo en pantalla. Hasta el más secundario sobreactúa de tal manera que me es imposible entrar en la trama. Ni uno sólo se salva en este caso, no me creo a Coronado, no me creo a los padres de la niña, no me creo a la protagonista que le faltan unas clases de dicción, y por supuesto no me trago a la pareja de polis, una intentando emular a Kate Winslet y el otro más preocupado de salir guapo (nunca he visto a ningún actor llorar tan mal y de forma tan artificial).
Tampoco ayuda la caracterización de los personajes, si no fuera por los carteles de los años nunca sabríamos en qué momento nos encontramos, casi ni cambian de peinado, y eso es lo que pasa cuando se hacen las cosas mal y rápido.
Y luego tenemos el giro, la sorpresa... Puede que en el libro uno lo lea y justifique en su recreación mental todos los porque sí que tiene la historia, pero en imágenes es imposible que uno se trague los comportamientos de ciertos personajes y sobretodo uno no entiende qué han estado haciendo todos los implicados para no llegar a resolver el caso en 10 años. Yo por lo menos necesito ver porqué no han descubierto todo durante ese tiempo, y quizás los creadores no les vendría mal haberse visto todos los thrillers magistrales que se han hecho antes en otros lares, y no quedarse en quid pro cuos y chorradas del estilo que aplican sin ningún tipo de causa efecto en el guión.

No hay nada de la serie original, toda su transgresión, ritmo y frescura, da paso a un desfile de gente de todos los géneros y nacionalidades con tramas tan aburridas como la de querer tener un hijo, ser la mejor anfitriona o comprarse un piso de lujo para luego arrepentirse. Un montaje horrible, que parece comerse las secuencias, una protagonista que decide guardar luto eternamente y que intenta dejar atrás todas las imperfecciones de su personaje en la serie y que la hacían única, una Miranda que se fusiona con la actriz que le da vida y ahora es lesbiana, a pesar de todo lo vivido con Steve hasta ese maravilloso desenlace de la primera película, y una Charlotte con minitramas absurdas como la bochornosa lección de ponerse un tampón a su hija. Pero lo peor es la sensación de pérdida que empaña este reboot, Big, Stanford y por supuesto Samantha.

Es difícil hacer una reseña de una serie entera, a menos que esto sea Breaking Bad, y no es el caso. Habría que separar las series por temporadas, porque muchas son las que después de un magnífico inicio caen en picado.
La cosa prometía con David E. Kelley al mando, y tomando como base una novela decente de Stephen King, pero sin decir ningún spoiler os aviso que mejor veáis sólo los diez primeros episodios y os quedéis ahí, disfrutaréis de un buen thriller crepuscular con un psicópata de los que te visitan en sueños.

Todo lo que se cuenta en esta serie es una fantasía que nada tiene que ver con el Hollywood de finales de los cuarenta. Lo peor no es sólo que mienta sino que le quita el mérito y la importancia a los valientes que apostaron por películas protagonizadas por homosexuales o negros. Además muestra que los papeles se conseguían a base de favores sexuales y de prostituirse, insultando la memoria de actores como Rock Hudson que no se merecía esto. Ryan Murphy se confirma como el niño mimado de la televisión al que le permiten hacer de todo, aunque ya lleve unos cuantos bodrios seguidos como The Politician y la segunda temporada de Pose.

De Puñales por la espalda sólo queda el personaje protagonista, el resto es una galería de personajes patéticos que en ningún momento te crees y que parecen querer emular a los idiotas de No mires arriba (de la cual me declaro profundo detractor).
Las sobreactuaciones de todo el reparto me parecen insufribles, lo previsible de la trama me pone de mala leche, y la explicación contada a base de flashbacks que ocupan casi una hora de metraje, durante la cual Daniel Craig no para de narrar, es muy cutre.
Y que no empiecen a galardonar a Janelle Monae porque sinceramente por no depilarse las axilas no merece premio alguno.