Visto el tercer capítulo ya si que estoy segura: esta temporada es enorme. Eso sí, mucho más oscura y enigmática que la primera. Aquí todo pivota sobre héroes y mitos, sobre el caos y lo sagrado: “Algo está intentando decirme que todo es papel maché”, dice Vince Vaughn en el tercer episodio (en una referencia clara al mito de la caverna); La detective con nombre de heroína de tragedia (Ani / Antígona); El vaciamiento de las cuencas oculares (Edipo); Las máscaras arquetípicas, como la del cuervo (símbolo de malos presagios en la mitología griega); Los diálogos expresados como sentencias teatrales...

Es cierto que en estos primeros episodios se echa de menos la fuerza visual de la primera temporada, pero creo que es porque la fuerza de esta segunda no reside en lo que vemos sino en lo que acecha. Por eso, del mismo modo que el enano de la habitación roja de Twin Peaks nos hipnotizó hace veinticinco años, lo hace ahora el imitador de Elvis vestido de azul de Pizzolatto. Porque la fuerza visual siempre reside en el enigma que esconde.