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España España · Madrid
Críticas de mansilla
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
5
12 de abril de 2008
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Gutiérrez Aragón cuenta la historia de un profesor vasco que vive amenazado por el terrorismo simplemente por expresar sus opiniones, es decir, cuenta la historia de un drama real que hoy viven miles de vascos y que casi nadie se atreve a llevar a la ficción. ¿Por qué no hay más películas que traten el mayor drama que vive nuestro país?
Sobre las cualidades del film, a mi “Todos estamos invitados” me ha parecido una película fallida. Empieza muy bien, con gran pulso y con tensión (muy bien rodadas todas las secuencias de violencia), pero hace aguas en los personajes, que me han parecido planos, inexpresivos. Veo a José Coronado perdido, mal dirigido, y veo que la relación de los protagonistas, el profesor y su esposa, no funciona, e incluso chirría en algunas escenas (como cuando caminan por la playa, con tanto exceso de música y de sensiblería). Buen casting el de los proetarras: son idénticos a los descerebrados que vemos en los telediarios (los que no vivimos en el País Vasco, claro). Curioso: son personajes tan simples que si no supiéramos que realmente son así no nos los creeríamos en la ficción. Buena idea la de introducir a la Iglesia en el filme, pero mal desarrollada: la escena de la confesión de Josu Jon – excelente Oscar Jaenada-, casi produce sonrojo. El mayor acierto de la película, en mi opinión, es cómo mezcla las indudables excelencias del País Vasco (paisaje, paisanaje, gastronomía…), con la barbarie del nacionalismo fascista; el director se recrea con acierto en la gran gastronomía vasca, y nos recuerda que el sabor inigualable de unas cocochas puede ir acompañado de una amenaza de muerte si quien te las ha cocinado no comparte tus mismas ideas. Estas cosas pasan en el País Vasco, y ojalá haya más gente que se atreva a contarlas.
“Todos estamos invitados” no es una buena película, pero sí una película necesaria.
mansilla
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9
16 de diciembre de 2007
36 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una originalísima historia muy bien contada y una actriz en estado de gracia – la inmensa Marianne Faithfull - serían en mi opinión las principales virtudes de esta excelente película que es Irina Palm.
Maggie es una mujer de avanzada edad que tiene que conseguir dinero como sea para curar a su nieto. Tras recibir varias negativas debido a su edad, se aventura a aceptar un trabajo en un sórdido Sex Shop. ¿Cómo contar una historia así?. Sam Garbarski lo hace brillantemente, apoyado en un guión con giros sorprendentes y buenos diálogos, y apoyado también en una actriz en estado puro, de la que el director arranca expresividad hasta en la forma de andar, por no hablar de esas miradas llenas de dolor y desesperanza en las que la Faithfull nos arrastra hasta el corazón mismo del personaje. El cine que expresa con silencios es el más puro y por tanto el más difícil y arriesgado.
También se podría destacar el excelente casting de secundarios, sobre todo ese friso de señoronas en tono pastel que son las amigas de Maggie, cuya moral bienpensante se da de tortas con la roña y el vicio que se le presupone a un Sex Shop. Las amigas de Maggie, aunque resulten algo tópicas, dan lugar a algunas de las secuencias más divertidas de la película, en las que brota si no la risa sí la sonrisa de todo el cine en algunas secuencias memorables, desternillantes. ¡Qué gozoso reírse de los bienpensantes!
Irina Palm es muchas cosas. Es un drama pespunteado de finísimo sentido del humor, es una crítica a la moral rancia y provinciana que no perdona al que es diferente, y es sobre todo un canto a la superación y al optimismo: nunca pienses que no sirves para nada y que no te queda nada por vivir.
mansilla
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7
10 de marzo de 2007
30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disfruto mucho más leyendo sobre Pickpocket que viendo Pickpocket, así de simple. Me gusta la desnudez y la pureza cinematográfica de la película, pero su frialdad me descoloca, me aburre. Hay secuencias magistrales, especialmente las de los robos. Cine en estado puro. He sufrido junto al protagonista, especialmente en su primer robo, pero la mayor parte de la película he estado a mil quilómetros de él.
Pickpocket es una película necesaria, pero nadie nos puede obligar a que disfrutemos de su visionado.
mansilla
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9
24 de enero de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué nos gusta tanto “Los juncos salvajes”? hay muchos motivos para amar la película de Téchiné: en primer lugar por sus méritos puramente cinematográficos. Sensacionalmente escrita y dirigida, con unos actores en estado de gracia que trasmiten magistralmente las frustraciones de los personajes, sin sensiblería, tratando la homosexualidad sin caer en el morbo, sin enseñar más de lo necesario en las escenas de sexo, sugiriendo más que mostrando, la película posee las grandes cualidades que suelen acompañar al buen cine francés que tanto nos gusta a los cinéfilos, un cine que cuenta historias, que se centra en las relaciones entre los personajes y que huye de la pirotecnia audiovisual que impera en la mayor parte del cine que se consume hoy.
Pero sobre todo la película de Téchiné nos gusta tanto al público homosexual porque el director consigue que todos nos identificamos con François, el joven que vive el descubrimiento doloroso de su homosexualidad en un mundo profundamente heterosexista. A todos nos ha pasado sentirnos como “invertidos” cuando descubríamos nuestra sexualidad, vernos sin referencias, como cisnes en un mundo de patos, tener ganas de gritar en un lugar que nos parecía un desierto, eso es precisamente lo que le sucede a François, ese es el conflicto central de la película, el más desgarrador, el que vive un personaje de ficción que en realidad es un alter ego de cualquiera de nosotros. Y esa es la gran magia de la película y el gran mérito artístico de su autor, conseguir que seamos partícipes del sufrimiento de un personaje que sólo existe en la imaginación, pero que es tan real como nosotros mismos.
Pero nuestra identificación con François es doble, no sólo nos identificamos con el conflicto de su homosexualidad recién descubierta, también nos identificamos con el dolor de sus primeros deseos homoeróticos insatisfechos. Cuando François está con Serge, su objeto de deseo, siente una extraña mezcla de angustia y esperanza, por una parte les une una buena amistad que deja un margen para la duda, pero por otro les separa la ambigua heterosexualidad del hermoso Serge. Pero aún en el caso de que la atracción física fuese recíproca – se han acostado una vez -, la insatisfacción estaría asegurada, porque en un mundo tan heterosexista no habría lugar para que la historia llegase a buen puerto. ¿Nos suena?
Otro de los grandes méritos de “Los juncos salvajes” es su sensualidad, hay sensualidad en la en la belleza de los paisajes de la Provenza, en los baños de los muchachos semidesnudos en el río, en la poesía visual de la puesta en escena; y también hay mucha sensualidad homoerótica en esas noches cálidas y silenciosas de un internado lleno de chicos jóvenes que duermen… La película de Téchiné es una obra de arte, una invitación al gozo cinéfilo sobre la que se podríamos seguir escribiendo incesantemente. Nadie se la debería perder.
mansilla
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5
12 de enero de 2008
26 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
XXY es una arriesgada película que cuenta la historia de Alex, un adolescente perdido y a la vez atrapado en su singular y complejísima sexualidad. Tras unos confusos primeros minutos, en los que no se sabe muy bien cuál es la intención de los personajes, se llega al conflicto central de la película, el de Alex, un XXY que, como es lógico, no se entiende a si mismo. En mi opinión la película naufraga en lo fundamental: la relación entre Alex y los que le rodean, especialmente su amigo Álvaro, el joven hijo de la pareja que llega a casa de sus padres, encarnado por Martín Piroyanski, un actor especialmente inexpresivo. Es lógico que el personaje de Alex sufra debido a su naturaleza, pero no me parece honesto, desde el punto de vista del guión, que este personaje salga corriendo (literalmente), de todas las escenas. El sufrimiento de Alex es evidente porque es lógico, pero no porque se narre con sutileza: Alex es demasiado negativo, no tiene nada de luz, nada lo redime (excepto su secreto), se hace cargante, chirría. Tampoco entiendo la relación entre los matrimonios y mucho menos la de Álvaro y su padre, que en realidad sólo ocupa una secuencia, prescindible, en la que ambos hablan del talento mutuo y el padre le escupe una inopinada barbaridad a su hijo que a mi me dejó boquiabierto.
XXY es una película bienintencionada y valiente, que además toca un tema muy interesante. Los que amamos el buen cine sólo podemos darle las gracias por la apuesta a su directora, incluso los que consideramos que XXY es una película fallida.
mansilla
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