Las frustraciones y el dolor nos afectan de diferentes formas. Cada personaje en la película reacciona de una forma distinta a una crisis familiar. La respuesta de cada uno ante el dolor afecta a todos los que les rodean. Todos son vulnerables y todos buscan maneras de sacar su dolor y entender en quién se han convertido. Cada uno pide ayuda a su manera.

Quien se siente víctima de una injusticia se siente justificado para ser injusto y violento. Quien siente dolor y reprime su ira, se sume en un silencio destructivo. En algún momento cada personaje traicciona su naturaleza y se rebela y se desahoga y comienza un nuevo proceso de destrucción.

Todos salvo un personaje culpan de sus problemas a alguien más. Alguien busca la verdad y acepta su responsabilidad y pide perdón. Alguien decide acabar la espiral del odio en sí mismo y hacer algo para que el mal deje de actuar. Pero él también huye y se traiciona.

Son muchas las razones por las que esta película me emociona y ninguna es fácil de explicar. Quizás sean personales los motivos por los que El Espíritu de la Colmena me resulta tan especial.

Esta un paisaje que es el mío. La luz fría de la llanura, las mañanas claras de invierno. La falsa sencillez de una infancia en un pueblo castellano.

Las miradas de una niña en un mundo que no entiende pero que es el suyo. Los silencios espesos llenos de secretos. Las dificultades de subsistir en un frío espiritual. Cargarse de miedos con los que habrá que convivir.

Una guerra que perdura demasiado tiempo.

Una sensibilidad visual, los recuerdos de cuando éramos inocentes pero ya sufríamos el mundo heredado. La necesidad de callar para que nada reviente. Mirar y mirar, un mundo pequeño y cerrado en sí mismo, hermético.

Una colmena que nunca llegamos a entender, pero las abejas siguen y siguen.

La ruptura de una pareja desestabiliza la vida de padres e hijos. Los sentimientos nunca se expresan. Tan sólo sabemos que todos sufren. Nadie busca entender el dolor ni aceptar responsabilidades. Se trata de una adolescencia eterna. Los hijos deben encontrar su identidad envueltos en resentimiento y confusión.

La irresponsabilidad se oculta a través de reacciones violentas, de drogas y de relaciones sexuales sin sentimientos. Los vacíos y los fracasos se cierran en falso sin aceptar nuestra responsabilidad. Todos los personajes creen poder cambiar mágicamente. La solución a sus problemas siempre está fuera de ellos. La búsqueda de un hogar, la necesidad de cariño quedan en suspenso. Escribamos poemas para entender lo que sentimos.

Hay personas que mejoran el mundo con su presencia, incluso si no encajan en él. Han sido capaces de vivir su verdad y son frágiles, están prendidas a recuerdos y a lugares de los que se alimenta su espíritu, donde fueron felices, donde estuvieron los que se fueron.

Bajo el aspecto formal próximo al documental, late en la película un lirismo contenido. En los primeros planos del rostro de Fern se encuentra la expresión de una vida valiente. La música de Einaudi marca sutilmente el tempo. Nomadland está lleno de elipsis narrativas que necesitan ser digeridas con calma. La forma de la película nos obliga a buscar nuestras verdades y a cuestionar nuestras decisiones vitales.

Vivir con la verdad, con el corazón abierto es una afrenta al mundo falso de los triunfadores fake. La verdad se transmite entre perdedores felices que se necesitan y se reconocen. Aún hay esperanza.

Me ha impresionado la pureza de esta película, la belleza de su fotografía de retratos de personajes, la claridad y el ritmo de la narración. Una película sin trampa ni cartón, con todas las cartas sobre la mesa. Los recursos del director son casi tan sorprendentes como los del personaje sin dedos. Una sencillez honrada e inteligente, un mundo valiente, sin embargo, vencido por las miserias de la realidad