Creo que lo peor que le puede pasar a una obra es que sus autores dejen de respetarla. Me da la impresión de que esto es lo que ha pasado con los creadores de lo que en su primera temporada fue una serie aclamada y creo que necesaria.

El desarrollo de los personajes en esta temporada no tiene sentido ninguno. Si la cosa iba de arruinar personajes complejos que en su momento tenían una trascendencia psicológica ejemplar, lo han conseguido. Mención destacada, a mi parecer, merece el personaje de Tony Padilla. Es increíble lo hueco que se queda este personaje en esta temporada. Da mucha pena que después de todo lo que ha pasado, quede reducido a ésto.

El planteamiento que los creadores han diseñado para Zach en esta temporada es demasiado frívolo y no tiene ningún tipo de coherencia con lo que lo hizo llegar hasta aquí. Diálogos planos y sin sentido que le restan valor a su personaje hasta reducirlo a un perfecto don nadie en la trama.

Lo de Clay ni lo comentamos. Se me hace difícil ver en qué lo han convertido, y solo me puedo imaginar que los guionistas odian al personaje (en algún momento tengo el sentimiento de que es lo que les pasaba a los guionistas de How I Met Your Mother con Ted Mosby). Su novia sobra, es un personaje que resta.

Pero el camino personal que siguen los personajes no es lo peor de la serie. Los recursos narrativos aquí son agotadores. La fijación de los creadores por la espontánea aparición de fantasmas me hace pensar en algún tipo de filia personal no resuelta, más que en un intento de plasmar lo que significa tener problemas mentales. La escenificación que la serie plantea para la resolución de los problemas psíquicos de los personajes carece de respeto alguno por el oficio. El personaje del terapeuta aparece representado como un poli malo.

El mayor ejemplo de esta indecencia llega sin duda en el penúltimo capítulo de la temporada, donde nos dejan claro que el resto de la temporada era un relleno innecesario. Porque todos somos amigos, shico.

Puede que Searching for Sugar Man sea una maravilla, tanto visual como en lo que respecta a su historia. Una historia sencillamente increíble y poderosa, pero también manipuladora.

Y es que la belleza de la película - que no documental - reside en la poderosa historia de Rodríguez, un cantante sin éxito que, sin saberlo, tuvo éxito en diferentes países como Australia o Sudáfrica.

Éste último es el punto de vista que nos cuenta la película: cómo Rodríguez se convirtió en una estrella en Sudáfrica y en un símbolo del apartheid. A partir de ahí, dos fans se deciden a buscarlo por el mundo adelante, después de enterarse de que sigue vivo y trabaja como peón en Detroit.

Lo increíble de la historia es que es, precisamente, increíble. Basta una mirada a la Wikipedia para desmontar la historia, puesto que Rodríguez sabía perfectamente que era una estrella y, por si fuera poco, grabó un disco en directo en una gira por Australia alrededor del año 1980. Cierto es que luego se enteró de su éxito en Sudáfrica, pero decidió él retirarse, no fue retirado por ninguna circunstancia.

Así pues, es probable que Searching for Sugar Man sea una gran película, y que tenga el mérito de descubrirnos a un cantautor excepcional. Pero no es para nada un buen documental, puesto que lo que documenta es, en algunas ocasiones, manifiestamente falso, y tapa cuestiones a propósito para hacer creer al espectador algo que no es cierto. En una película de ficción no cabría objeción; en un documental, sí.

Por lo tanto, un merecido 7 para una película excelente en lo técnico, notable en lo artístico, y deficiente en lo que pretende documentar.

Sabía que Clint era capaz tanto de helarnos el corazón, como de arrancarnos una sonrisa, y, cómo no, de darnos la acción medida impregnada de clasicismo que tanta falta hace en el Cine. Pero ésto de lo que hablamos son palabras mayores.

Injustamente olvidada, 'Un mundo perfecto' es una fábula sobre la humanidad, el crimen, el castigo... y los vínculos personales. Con gran suerte para Clint, se encontró con un Kevin Costner en el - literalmente - zenit de su carrera. Prueba de ello es el maravilloso papel que interpreta en esta película, probablemente el mejor de su carrera.

Dejemos las cosas claras: es un dramón. Pero que nadie piense que cae en la barata lágrima facilona, porque esto es cine inteligente, amigos. Clint narra... y cuando narra, el Cine toma nota para incluírlo en su historia. Aquí nos encontramos con un chaval que no tiene una figura paterna - algo clave para mí en el desarrollo de la película -, y cómo, a veces, un vínculo paterno-filial es imprescindible para un niño (sin desmerecer a todas esas madres solteras luchadoras).

Otra crítica latente es a las dogmas establecidos, aquí nos topamos con la religión, y con una en concreto: los Jehovás. Y, más concretamente, con el ansia dictatorial de una madre. No escapa a los ojos del maestro la violencia infantil y la vergüenza que ello produce, como queda muy bien reflejado posteriormente.

Pero la eclosión final es lo mejor. Ese paisaje, esos detalles de cámara que el maestro Clint maneja a la perfección... unidos a una emocionante interpretación de Costner y su nuevo amigo hacen un final antológico. Inconmensurable el plano en el que Eastwood pone esa cara de frustración.

Quedan pocos cineastas que sepan tratar al Cine como un verdadero Arte. Eastwood es uno de ellos. Porque ése toque clásico que, a veces, es lo mejor para una película (importancia a los personajes elevado a infinito: sin florituras), hoy en día solamente nos lo da él.

Injusto olvido en la filmografía como director de Clint Eastwood. El tiempo la pondrá en su sitio, y la hará una obra de culto a reivindicar... está, por lo menos, entre sus cinco obras maestras. Y eso, viniendo de éste realizador, es decir mucho.

Cine de amor. Sí, historia adorable. De acuerdo, es triste. Vale, es una narración en cuanto a imágenes precisa y concreta, y cojonuda. ¿Y qué? No tiene ni la calidad ni la consistencia necesaria que te puedes llegar a pensar cuando ves los 11 óscars que se llevó. ¿Por qué tantos? Son, definitivamente, los Óscars más injustos de la historia del Cine.

Pero... ¿por qué se olvidaron dárselo a DiCaprio y a la Winslet? Coño, vale que hicieron un trabajo no muy allá, pero ya que estaban... a día de hoy DiCaprio sigue sin Óscar, a pesar de haber mejorado notablemente sus dotes como actor (en gran parte gracias al maestro Scorsese).

Ahí está el kit: si no has visto a John Huston, Billy Wilder, Eastwood, Scorsese, Kubrick... etcétera, te has perdido la Historia del CINE (con mayúsculas), pero si has visto Titanic has perdido 3 horas de tu maravilloso tiempo. Miren a los directores clásicos, les irá mucho mejor.

Definir el carácter de toda una leyenda viviente como Lemmy Kilmister siempre será difícil. Este documental muestra sus diferentes vertientes, todas con la misma cara. Lemmy, el único e inigualable.

Ver la faceta humana de Lemmy resulta algo entrañable. Ese viejo canalla, gruñón, con esa faceta de duro y esas pintas de viejo cowboy, comprando sus discos, yendo a su bar, el de siempre, viviendo donde siempre. Ese Lemmy que sigue igual, al que la fama no ha cambiado. El Lemmy de "tómalo o déjalo, a mí me dará igual".

Conocer las raíces psicológicas del personaje resulta extraordinario. Su gran pasión por las drogas... pero ojo, cuidado con la heroína, la detesta. Una fatal experiencia que sale en la película lo explica, y ahí es donde vemos a un Lemmy sentimentaloide, pero que saca su coraza de duro y viejo rockero. "La vida es demasiado corta, no me arrepiento de nada". Y ante todo, un mensaje de prudencia a los más jóvenes: "no voy a defender las drogas, es un estilo de vida que ha matado a mis amigos".

Como dicen muchos, si Lemmy no existiera habría que inventarlo. ¿Se imagina alguno qué pasará cuando ya no esté? Yo sí: una explosión de fiesta y puro rock & roll en su honor. Porque eso es lo que él es: rock & roll verdadero, puro, sin falsificaciones ni alteraciones. Lemmy no es rock; el rock es Lemmy.