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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de MatiasR
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de noviembre de 2016
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género de zombies siempre me generó cierta atracción. No puedo evitarlo. Incluso reconociendo que el cine de terror me interesa poco (vaya paradoja). Pero siempre que me entero de alguna nueva incursión en este género, me veo obligado a verla, independientemente de que tengo claro que ya todo está inventado y que es poco probable que me encuentre con algo innovador.

Sin embargo, me encantó esta nueva película coreana que, si bien ratifica que el género ya está lo suficientemente "gastado" como para que pueda salirse de determinados esquemas habituales, también deja en claro que los zombies todavía pueden darnos buenos ratos de cine siempre que se cuente con una buena dirección y una gran puesta en escena.

Y la gran virtud de Estación zombie es su ritmo trepidante e intenso que prácticamente no da un segundo de respiro al espectador. Tras una breve presentación del protagonista y su hija, la película arranca y ya no para, combinando buenas dosis de acción, suspenso, terror y sangre, que no pueden faltar en estas historias, y varias escenas para el recuerdo. Y de ese combo, sale una película redonda y una de los mejores del género que han salido en los últimos años (pienso principalmente en Guerra Mundial Z).

En lo que refiere a los zombies, no hay explicaciones respecto a su origen (lo cual considero una virtud) pero sí un par de variaciones respecto a las características típicas que tienen en otras películas (su casi ceguera en la oscuridad o que sea muy "fácil" evadirlos escondiéndose), lo cual se debe, creo, al ambiente (estrecho) en el cual se desarrolla la historia. A pesar de sus muchas virtudes, le bajé un punto porque cerca del final pasan un par de cosas que podrían haberse resuelto de otro modo (como que cierto personaje vaya por ahí matando, adrede, casi tanto como los zombies y se hace cansino, amén de un poco ridículo).

Más allá de esto, Estación zombie cumple con muy buena nota. Para los amantes del género, es una obra imprescindible. Y los que no lo sean, tal vez se lleven una buena sorpresa.
MatiasR
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9
21 de enero de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entré a la sala con un poco de miedo. Casi todas las críticas que había leído de esta película la ponían por las nubes y me preocupaba que no estuviera a la altura de tanto elogio desmesurado. Sin embargo, todas mis preocupaciones eran infundadas. O, cuanto menos, muy exageradas. Salí contento del cine, con la sensación de que “Relatos Salvajes” valió cada peso gastado. Y confieso que hace tiempo que no me pasaba.

“Relatos Salvajes” es, sin dudas, una de las películas del año (pasado). Szifrón ratifica en la “gran pantalla” todos los dotes narrativos que ya había evidenciado en la televisión y lo hace con una historia atrapante, intensa, trágica y extrañamente “graciosa”. La trama se estructura a partir de seis relatos diferentes pero que retratan, denuncian y parodian temáticas parecidas: la bronca cotidiana, la violencia desenfrenada, la venganza, la hipocresía, un sistema burocrático injusto y corrupto, la desigualdad social (otra forma enmascarada de injusticia), etc.

Dentro de las muchas virtudes que tiene la película de Szifrón, se destaca la capacidad que tiene cada historia para atrapar y tensionar al espectador a partir de una situación totalmente cotidiana y aparentemente intrascendente. En todas los relatos (excepto, tal vez, en el de Óscar Martínez) se nota un memorable crescendo en el ritmo de los acontecimientos desde un hecho común hasta el “estallido” de emociones contenidas que da pie a situaciones impredecibles, violentas, ridículas y casi surrealistas.

Otro mérito del director: el “abuso” bien entendido de humor negro en esas situaciones de descontrol. La película “camina” todo el tiempo por ese borde entre lo satírico y lo dramático, lo cómico y lo trágico, dando lugar a varias escenas brillantes (“el veneno vencido ¿hace más o menos efecto?”, o “fílmame esto Néstor”), donde la risa es la respuesta del espectador ante imágenes incómodas y desagradables. Incluso yo me sorprendí por como me reía (junto al resto de la sala) en algunos momentos determinados.

El nivel actoral es sublime. En lo personal, destaco a Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia (luciéndose en, posiblemente, la escena más difícil de la película), Óscar Martínez y, principalmente, a Darín y Érica Rivas. Del primero, a esta altura de su carrera, no hay mucho que agregar. Sólo diré que compone, casi con total seguridad, al personaje que más empatía genera de toda la película, ya que transmite, con total convicción, la impotencia y la frustración de una persona “común” en una situación así.

Y luego está Érica. Creo que el personaje fue escrito para ella. Y si me equivoco, entonces afirmó que difícilmente otra actriz habría alcanzado ese nivel de interpretación. Ella ya se había lucido con un personaje parecido en una comedia de televisión. Pero lo que hace en esta película es otra cosa, ya que el papel demanda varias facetas: su ingenuidad inicial, el llanto desconsolado, esa “explosión” de bronca, mezclada con grandes dosis de cinismo, el “veneno” que suelta en cada frase, etc.

Por último, también merece destacarse la brillante banda sonora, la calidad de la fotografía y el buen uso de los (pocos) efectos visuales, que no quedan para nada artificiales. Considero que “Relatos Salvajes” es una película de visión obligatoria. Con una premisa atractiva, imágenes violentas, humor negro y grandes actuaciones, es una de las mejores historias que ha dado el cine argentino en los últimos años. Véanla.
MatiasR
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7
21 de abril de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Netflix lo hizo de nuevo. Al igual que el año pasado con Stranger Things, la cadena vuelve a la carga con una serie totalmente diferente pero que, en muy poco tiempo, ha logrado una popularidad desmesurada, convirtiéndose en un producto de visión casi obligatoria y de fuertes encontronazos en las redes sociales y otros espacios de discusión.

Ante cada fenómeno así, la primera pregunta que cabe hacerse es: ¿13 Reasons Why está a la altura de esa popularidad? En principio, yo diría que sí aunque con algunos matices. Al tratarse de una problemática no sólo actual sino familiar para gran parte del público que la visione es compresible que la serie toque fibras emocionales y llegue “al hueso” de muchos espectadores.

Para mí, la principal virtud de la serie es que logra correrse de algunos lugares comunes de la “High School” que hemos visto hasta el hartazgo en otras producciones de este estilo y consigue una representación cruda y bastante realista del acoso escolar en todas sus formas (violencia verbal y física, soledad, desamores, negligencia institucional, etc) sin caer en el maniqueísmo. Es decir, por un lado 13 Reasons muestra la naturalidad con la que se reproducen comportamientos sociales que conducen a la segregación de algunos individuos, pero también esquiva la demonización de casi todos los señalados como responsables. Acá no hay una banda de los estereotipados populares y repelentes, sino individuos que provienen de distintos lugares, que ocupan distintos roles en la institución escolar y que lastiman a la protagonista en circunstancias disímiles (y varios sin quererlo). Algunos obran por miedo, otros por egoísmo y otros por rencor, pero en su mayoría siguen siendo adolescentes emocionalmente inestables que lidian con contextos complejos.

Todo esto no significa que las cosas se den por que sí o que no haya situaciones que podrían encuadrarse en el bullying más típico (el personaje de Tyler encaja en ese rol aún más que la propia Hannah), sino que el foco de la historia está en otro lado. Es decir, en un complejo entramado que incluye a padres, maestros y alumnos que no logran dimensionar las consecuencias de sus acciones, sus silencios y su responsabilidad en la tragedia.
Y que no haya confusiones, 13 Reasons no quiere contarnos la historia del adolescente más desgraciado de toda la preparatoria norteamericana para que los exégetas de la frase “la vida es dura” no se sientan muy tocados en su ego, sino el drama de una chica normal, que vive en una familia normal y le ocurren muchas cosas normales en un colegio (y otras no) que le producen mucho dolor y desosiego, y la llevan a una situación límite. Y así como le ocurrió a ella, podría haberle ocurrido a cualquiera (incluyendo a algunos de sus “victimarios”).

Por otra parte, el original recurso de las cintas funciona porque permite conocer al detalle los motivos de Hannah y un ida y vuelta con el presente que dinamiza el relato. Pero la dinámica de dedicarle una cinta (y un capítulo) a cada personaje responsable “enreda” un poco la cronología y, a veces, compromete un poco la coherencia de la historia. El guión no deja cabos sueltos en lo que respecta a Hannah pero tiene un par de fallos que le restan un poco de fuerza. Por ejemplo, que algunos personajes tarden tanto en manifestar culpa, y que lo hagan por la presión de Clay (y por necesidades del guión), o que algunos hechos de la segunda mitad sean un poco forzados (la forma en la que Hannah llega a cierto jacuzzi es inverosímil).

Todos los actores están muy bien sobretodo los dos protagonistas, quienes cargan con el peso de la serie y, además, tienen mucha química entre sí. Por su parte los secundarios cumplen y la banda sonora está a la altura de la circunstancias.

Por último...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
MatiasR
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9
26 de octubre de 2020
24 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me llamó la atención que hubiera tan pocas historias de ajedrez en el cine o la televisión. Es cierto que no es fácil trasladar la complejidad del deporte a la pantalla, sin que se vuelva confuso o incluso aburrido, pero creo que el ajedrez tiene historias lo suficientemente interesantes (aunque sea desde el punto de vista biográfico) para inspirar más adaptaciones. The Queen's Gambit llega en un momento oportuno, ya que la pandemia del Covid-19 le dio un nuevo impulso de popularidad al ajedrez, a través de la virtualidad.

La serie está basada en un libro del mismo nombre que, de alguna manera, anticipó la carrera de Judit Polgar, ya que la jugadora húngara fue la primer mujer en ganarse un lugar en la élite del ajedrez mundial, llegando al puesto 8 del ranking mundial, y venciendo, al menos una vez, a todos los campeones mundiales importantes de su tiempo (Kasparov, Karpov, Anand, Kramnik, y Carlsen). Además, el estilo de la protagonista se asemeja al juego agresivo y dinámico de Judit. Aunque tampoco está de más aclarar (por si las dudas) que Polgar nunca tuvo los problemas de adicción que aquejaron al personaje principal de la novela/serie.

Respecto a la serie, hay que decir es que es una grata sorpresa, tanto para quienes somos aficionados al ajedrez (y por fin tenemos una historia que le hace justicia), como para quienes no sepan jugarlo, ya que pueden tener una primera aproximación al deporte, disfrutar de una gran historia y, quizás, seguir indagando por su cuenta. The Queen's Gambit encuentra el punto justo entre la presentación de nombres y conceptos troncales del ajedrez (Capablanca, Alekhine, Philidor, Siciliana, Caro-Kahn, etc) pero sin volverse demasiado técnica o críptica para quienes nunca lo jugaron. En ese equilibrio radica una de sus principales virtudes.

El otro motivo, sin dudas, es la caracterización de la protagonista. Afortunadamente, Beth Harmon es un personaje mucho más complejo de lo que se observaba en el avance promocional, en el que se hacía demasiado hincapié en sus adicciones. En la serie, ese problema está mucho más matizado, y si bien es una presencia más o menos recurrente, no define enteramente al personaje, si no que se complementa con otros aspectos como su pasado traumático, la relación con su madre adoptiva, la pasión/obsesión por el ajedrez, etc.

Y Anya Taylor-Joy, por supuesto. Desde el inicio de su carrera tuvo varios papeles interesantes, pero aquí realiza una actuación consagratoria que debería catapultarla al lugar que merece en el firmamento de Hollywood. Interpreta con excelencia a un personaje repleto de matices, y se carga al hombro todo el peso narrativo de la serie sin la menor dificultad. Además, Anya Taylor-Joy asume el desafío de representar a Beth primero como una adolescente recién salida del Instituto, luego como una mujer adulta, y hace todo ello con una naturalidad asombrosa. Especialmente cuando está delante del tablero, y puede expresar mucho sólo con una mirada.

Con los secundarios me pasa algo extraño; me gustó la caracterización de la mayoría, pero no tanto el uso que se hace de ellos en algunos tramos. Es decir, creo que hay un buen trabajo de guion y actores, pero a veces los personajes aparecen y desaparecen según convenga a la historia. Por ejemplo: la relación entre Beth y Beltik (Harry Melling, Dudley, en la saga de Harry Potter) está un poco forzada, o la aparición repentina de Jolene. A destacar el trabajo de Marielle Heller como madre adoptiva de Harmon (en gran sinergia con Anya Taylor), Bill Camp como su primer maestro (aunque un poco desaprovechado), y la desconocida Isla Johnston, que interpreta a Beth en su etapa del Instituto. Thomas Brodie-Sangster no me terminó de convencer, y a veces parece haberse escapado del set de Godless.

El trabajo técnico en The Queen's Gambit también es notable. Especialmente en lo que se refiere a la ambientación de la época, la banda sonora, y la dirección de Scott Frank, caracterizada (entre otras cosas) por los elegantes movimientos de cámara que muchas veces acompañan los recorridos de la protagonista a lo largo de los distintos escenarios.

En resumen, The Queen's Gambit es una de las grandes sorpresas del año, y una serie de visión obligatoria para quienes disfruten del ajedrez, o quieran aprender un poco del mismo. Ojalá tenga el reconocimiento que se merece.
MatiasR
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3
11 de julio de 2014
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero que nada, corresponde que haga una autocrítica: ni siquiera se porque la vi. Supongo que por aburrimiento y porque conservo algo de afecto hacia la franquicia por la serie de animación, que esta siendo destruido a golpe de secuelas espantosas. A pesar de sus muchos fallos, me gustó la primera. Era entretenida y tenía algunos robots carismáticos. No así los personajes humanos pero ¿que importaba? Luego de la primera, llegaron las obvias secuelas y la saga empeoró película a película.

Le di un voto de confianza porque el cambio de elenco abría la (lejana) posibilidad de que hubiera algo diferente en la nueva historia. Pero no. Todo sigue igual que siempre, pero con distintas caras. Los mismos personajes estereotipados, los mismos transformers (hay nuevos diseños, pero hacen lo mismo que los anteriores: rellenar la pantalla), las mismas peleas, etc. Quizás, la única novedad “reseñable” es la inclusión de los dinobots pero estos aparecen muy poco y ni siquiera se sabe porque o para qué.

La “trama” es inexistente. No sólo porque no haya nada digno que contar, más allá de la obvia pretensión económica mal disimulada, sino porque además se repiten todos los viejos y gastados tópicos que poblaron cada una de las películas anteriores: el protagonista iluso y fracasado que se verá obligado a salvar el mundo, la chica linda que moviliza al protagonista (esta vez es su hija), el tipo “gracioso”, los chistes ridículos y anticlimáticos, Optimus siendo herido, Optimus siendo herido de nuevo, peleas incomprensibles, explosiones, explosiones en cámara lenta, personajes corriendo entre explosiones o escombros, personajes corriendo entre escombros en cámara lenta, etc.

El nivel actoral tiene muy poco que envidiarle a la “vieja guardia”. Con el agravante de que en esta película hay algunos buenos actores en roles bastante protagónicos como Wahlberg e incluso Stanley Tucci, que podrían darle un poco de relieve a la historia. Lamentablemente ninguno puede sobreponerse a la mediocridad del guión. El personaje de Wahlberg, como el inventor soñador reconvertido en héroe de guerra, es imposible de “comprar”. Y como padre sobreprotector es aún más intragable. De la hija y su novio no hace falta decir nada. Se nota demasiado que todas esas facetas de los personajes están de adorno o que son una excusa para motorizar acciones que le den lugar a las secuencias de combates, que son las únicas que le importan al director.

Hacia el final de la película, todo da igual. Tenemos el habitual clímax larguísimo de las películas de Bay pero aún más exagerado y confuso porque no sólo hay explosiones, tiros, peleas sino que se multiplican los bandos y no se sabe bien quienes son los que se están pegando y tiroteando entre sí. Hay humanos buenos, humanos malos (que, por alguna extraña razón, ayudan a los transformers que quieren destruir el planeta), transformers buenos, transformers malos, otro grupo de transformers malos sin relación directa con el otro grupo de malos, transformers nuevos (dinobots) que aparecen de la nada, y entre todos se dan duro y parejo. A esa altura de la película no se entiende bien porqué, pero poco importa. Como siempre, queda el crédito abierto para otra secuela.

P.D: El momento en que Optimus grita enfurecido “es mi pelea” es glorioso. ¿Pero de cual pelea hablará? Si desde la primera película que no puede manejar un lápiz sin clavárselo en el pecho.
MatiasR
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