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España España · Oviedo
Críticas de Gould
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Críticas 664
Críticas ordenadas por utilidad
10
28 de abril de 2018
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran clásico del cine negro con toques de melodrama. Johnny Eager es un mafioso frio y despiadado en libertad condicional –soberbiamente interpretado por Robert Taylor- que lleva una doble vida haciéndose pasar por un delincuente reinsertado. Se hace acompañar por un borrachín interpretado por Van Heflin, que actúa como la conciencia de la que carece el personaje principal y cuya relación se va deteriorando a lo largo de la película,

Leroy, especialista tanto en el género negro, del que nos dio varias obras maestras en los años 30, como en el melodrama del que también nos dio nuevas obras maestras en los años 40, nos ofrece una visión seca, descarnada, nada complaciente, de un gánster sin ninguna cualidad positiva - “No sé nada sobre el amor. Esto son negocios”-. Es un retrato de profunda complejidad sobre una especie de nazi del mundo mafioso, en su falta de empatía y cruel frialdad, de un personaje que no comprende otros valores que no sean los suyos propios. No entiende el amor, ni la amistad, el desinterés o la bondad. Como su alter ego complementario le llega a decir “nadie sería capaz de explicártelo”.

Robert Taylor despliega una energía y una ambigüedad admirables, en un papel que le va como anillo al dedo a su seca y distanciada expresividad mientras Lana Turner interpreta a la joven fascinada por el brillo varonil del gánster, pese a ser la hija del fiscal que debe juzgarle, en la parte inicial de su prometedora carrera, cuando aún no había acuñado esa pose pétrea y aristocrática que tan bien le iba para protagonizar esos melodramas de mujer de hielo con un volcán en su interior a punto de explotar.

Una obra maestra.
Gould
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8
11 de febrero de 2017
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producción de carácter coral dirigida por el montador, productor y futuro director de series de televisión Leslie Norman que relata la historia de la evacuación del ejército expedicionario británico de las playas de Dunquerque, durante la segunda guerra mundial, a través de varias historias paralelas que acaban por confluir en las playas de la ciudad francesa: una patrulla de soldados británicos, comandada por John Mills, buscando su unidad en una Francia plagada de alemanes, un periodista –interpretado por Bernard Lee- concernido por la terrible amenaza que se está cerniendo sobre Europa o un fabricante de hebillas -Richard Attemborough- a quien la guerra le está dando enormes beneficios pero no quiere comprometerse y al que sólo la evacuación pone ante sus ojos y los de toda Inglaterra la inminencia del horror que se cernía sobre Inglaterra y toda Europa.

Pese a su aparente modestia, la película atesora grandes cualidades. La reconstrucción del sufrimiento de los soldados británicos en las playas de Dunquerque esta magníficamente expuesto y refleja de igual modo el ambiente de desinterés que provocó en los ingleses el inicio de la guerra, pensando que Hitler se conformaría con unos cuantos territorios, cuando pocos parecen querer darse cuenta del verdadero significado de la amenaza alemana. No hay ninguna espectacularidad, sólo un buen trabajo de gran dignidad y corrección sobre todo aquello que rodeó la evacuación de los soldados británicos.

La película expone con estilo realista las andanzas de estos hombres comunes, nada excepcionales, que dudan sobre el siguiente paso a tomar. En ese sentido es magnífico el papel de John Mills como Cabo que no está muy seguro de sus decisiones y tiene que ir improvisando en un aprendizaje para salvar su vida y la de sus compañeros. La descripción de los soldados es excelente con las dosis justas de emoción, sufrimiento, empatía y dolor, sin excesos ni dramatismos superfluos. Muy buena película.
Gould
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8
18 de octubre de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buen melodrama del desconocido -al menos para mí- Irving Reis basado en una novela de Rumer Godden en cuya literatura el recuerdo del pasado y su peso en el presente es uno de sus asuntos centrales -recordemos "El Río" adaptada genialmente por Jean Renoir-. Tal cual en esta película dominada por el recuerdo, la melancolía y la fatalidad, con unas comedidas interpretaciones de David Niven y Teresa Wright y, ante todo, y es lo más destacado, unos elegantes y originales flashbacks que unen actos del pasado y del presente lo que dota de gran unidad a las dos historias de amor del filme. A descubrir.
Gould
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10
7 de agosto de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pabst realizó dos versiones de este film, una en francés y otra en alemán, basándose muy libremente en la catástrofe de Courrières de 1906 en el que más de mil mineros franceses murieron por una explosión que devastó toda la mina.

El director austríaco se sirve de la mayor catástrofe de la historia de la minería europea para entregarnos una idealizada historia de solidaridad internacionalista, inaudita y sorprendente en el enrarecido ambiente de entreguerras y más aún en el terreno de las relaciones diplomáticas entre Francia y Alemania, cuyos territorios de Ruhr habían estado ocupados hasta escasos años antes por fuerzas francesas.

Soberana lección de cine que no ha perdido un gramo de valor, convicción ni fuerza cinematográfica, el argumento reúne varias historias en torno al rescate: el padre que desesperadamente busca a su hijo, el equipo de rescate alemán que ayuda desinteresadamente a los alemanes o los tres amigos alemanes que por su cuenta se ponen a colaborar.

La película está llena de cualidades admirables y hallazgos supremos al servicio de una narración intensa, de aire documental y gran emoción, con potentes imágenes visuales –a destacar, por ejemplo, las tensas horas de espera de los familiares- en las que Pabst sabe recrear magníficamente el trabajo en la mina y la posterior carrera por rescatar el mayor número de mineros. Su sentido visual y constructivo –encuadres exactos, movimientos de cámara justos y precisos- unido a un fantástico trabajo de los operadores de cámara Robert Baberske y Fritz Arno Wagner con la prodigiosa iluminación del trabajo en la mina- permiten a Pabst mantener una tensión constante, lo que no impide una enorme capacidad de observación de la conducta humana.

La visión idealizada del mundo de los mineros debe su influencia a Eisenstein a la que Pabst añade un pacifismo humanista, que una al género humano por encima de sus diferencias –ay, bendita ingenuidad en las prostimerias de la segunda carnicería mundial- pero también un idealismo simbólico que borrase las barreras que separaban a Francia de Alemania –véase la significativa escena de la frontera subterránea con el icónico plano en el que las manos derriban la frontera física pero también mental entre los viejos enemigos no demasiados años después de la primera guerra mundial-.

Apasionante obra maestra.
Gould
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7
15 de agosto de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un excelente guion de resonancias bíblicas y shakesperianas de Frank Nugent -guionista, entre muchas otras, de “El hombre tranquilo” (1952) o “The searchers” (Centauros del desierto, 1956), ambas de John Ford- la película nos cuenta la difícil relación entre dos hermanos cowboys, educados por un padre racista, anclado en los viejos y violentos valores del pasado. Uno es impulsivo y el otro comedido e inteligente. En su relación se mezclan a partes iguales afecto, amor y odio pero la asfixiante y castradora figura del padre, encarnada convincentemente por Van Heflin, hace de desencadenante para que los elementos de esta tragedia se pongan el juego.

Western tenso y algo tenebroso, fotografiado por Charles Lawton Jr. en un expresivo technicolor y en cinemascope, es también una reflexión sobre el racismo y una discusión entre el viejo oeste que se resiste a desaparecer frente a nuevo oeste mucho más civilizado que pugna por imponerse.

Tal vez el personaje del impulsivo hermano –interpretado por Tab Hunter- no esté del todo desarrollado ni tampoco termine de convencernos el trabajo de James Darren como reflexivo hermano, pero la siempre reconfortante presencia –irritante aquí en grado sumo por su papel- de Van Heflin y el gran final para lo que no es sino un camino de aprendizaje de tolerancia, termina por dejarnos un gran sabor de boca

Buen western y otra buena película de Phil Karlsson.
Gould
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