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España España · Barccelona
Críticas de EL ALBATROS
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de julio de 2017
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a no estar jamás entre las favoritas del autor, más empeñado y orgulloso de su etapa alegórica, encriptada y algo pedante sobre el franquismo y sus consecuencias, este film me parece interesante y nada desdeñable, pese a tener la etiqueta de cine de encargo y popular. Una coproducción del productor Dibildos que recrea la vida de este famoso bandido, con la estética de un western y las raíces folclóricas de Andalucía y de España por extensión. Se trata de un film de género, que recrea nuestra historia y costumbres, la rebeldía contra la injusticia, la represión de los migueletes, el honor y la dignidad frente a la tiranía y el olvido del poder gubernamental, los caciques latifundistas en la Andalucía profunda del siglo XIX en el marco de la irrupción de los liberales y la Constitución de Cádiz. La fisicidad del paisaje y la rudeza de sus personajes son los vigorosos motores de esta película de aventuras por Sierra Morena.

Saura se cuida mucho de presentar una buena inventiva en su puesta en escena con dos escenas representativas de dos lienzos de Goya, que le dan un marchamo de calidad y raigambre cultural. Filmada en Cinemascope y un luminoso y expresivo color, las estrellas internacionales quedan ensombrecidas por el soberbio trabajo de los actores españoles más identificados y conocedores de nuestro linaje, encabezados por un pletórico Paco Rabal en su mejor momento ya que había trabajado con los mejores cineastas españoles y europeos de la época. Saura pretendía dar una imagen distinta de “El Tempranillo”, más verídica y alejada del típico y tópico bandolero romántico, la forja de un hombre sencillo, presentándolo como un tipo cercano con virtudes y defectos que tras una reyerta amorosa se une a los forajidos que luchan contra el poder feudal, erigiéndose rápidamente en líder rebelde.

Su banda sonora flamenca, sus pueblos blancos, sus ventas y tabernas, sus rituales con sus ancianas de luto condicionan el marco de un territorio peculiar, de tierras polvorientas y agrestes de secano, donde el sol castiga con dureza, su fauna de rapiña, sus moradores afables y sencillos a la hora de compartir lo poco que poseen, confieren al film una verosimilitud asombrosa y atractiva por su realismo, ácida y amarga a la vez. Nunca he pensado que dirigir una película de encargo fuera deshonroso para un autor, prueba de ello pudiera ser el gran pintor de cámara Diego Velázquez, pintor de la corte que siempre trabajó por encargo del rey a quien servía, por otro lado cinesastas como Ford, Walsh o Lang hicieron todo tipo de cine. ¿Alguien se atrevería a dudar de su autoría? ¿Por qué el arte no puede ser comercial?
Gracias por la atención prestada a esta sencilla opinión.
EL ALBATROS
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8
6 de julio de 2017
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No empiece nunca nada que no esté dispuesta a terminar...”.Es la frase que define perfectamente al film, y lo escuchamos de un caballero (David Niven) en un flirteo con la frívola Francis, la esposa protagonista en el barco en el que viaja a Europa. Basada en la novela de Sinclair Lewis y adaptada para el teatro y el cine por Sidney Howard, aborda una historia de adulterio, un asunto perdurable y universal, un melodrama sobre la clase acomodada y triunfante en los negocios de entreguerras que incluye el contraste de culturas entre la americana y la europea. Una película moderna en sus planteamientos, a pesar del tiempo transcurrido, con una extraordinaria dirección de actores a cargo de William Wyler. Técnicamente impecable en su filmación donde utiliza la profundidad de campo, plena de detalles de puesta en escena y con unas elipsis antológicas, unos decorados y un vestuario admirables que recrean el glamur y el lujo del dinero, además de la impecable fotografía de Rudolph Maté, cine en estado puro.

Explorando el miedo a la vejez que experimenta una provinciana americana de mediana edad y mediocre pasado durante el viaje de placer que efectúa a Europa con su marido. La mujer, que ha vivido hasta ese día sin rebasar los límites de su estrecho círculo de Phoenix, encuentra en este viaje una puerta abierta para escapar del temor que le inspira la inminente vejez: no sólo tiene por delante mucho tiempo vacío que cubrir sino que también le acompaña la ilusión de hacer un cambio de vida. Y su miedo, el tiempo vacío y el deseado cambio confluyen en tres romances que vive con otros tantos hombres que no terminan de colmar sus expectativas. Wyler explora con rotunda claridad dos distintas posiciones del ser humano ante el hecho irreversible de la vejez, disimuladas detrás de dos distintos conceptos del mismo viaje. El marido, Sam Dodsworth (un grandioso Walter Huston), asume su edad y su carácter, moldeado por las costumbres provincianas, sin forzarse a sí mismo a efectuar un cambio desesperado que muchas veces puede resultar ridículo. La esposa, Francis (Ruth Chatterton), ve en el viaje una ocasión única para huir de su medio que le asfixia. Mención destacable es el papel de Edith encarnado por la excelente Mary Astor, una mujer divorciada y exiliada en Italia que sirve como contrapunto de mujer opuesta a Francis.

Sam Dodsworth encarna al hombre modesto y humilde que ha triunfado en el negocio del automovil, pero que ha decidido vender su fábrica para dedicar más tiempo a su vida personal y a su esposa a la que adora y quiere dedicarle la atención que no pudo ofrecerle debido a su profesión. El film plasma unos elementos psicológicos y morales, expuestos con una franqueza admirable, una atractiva visión de la burguesía norteamericana de principios del siglo XX, una mirada ácida sobre la hipocresía social y el mundo de las apariencias. Un melodrama modélico narrado con maestría.
Gracias por compartir esta opinión sobre un tipo de cine que es preciso conocer.
EL ALBATROS
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8
30 de diciembre de 2020
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegido y obligado a representar un papel que él nunca eligió, referencia espiritual, marioneta de distintos poderes políticos, guerras y revoluciones, la biografía de Pu Yi se nos revela como la tragedia de un hombre que tuvo que pagar un alto precio por su libertad, al que las circunstancias le impidieron elegir su camino. Sobreviviendo a remolque de unos acontecimientos históricos, que probablemente para los historiadores, sólo figuraría como una pequeña nota anecdótica a pie de página, pero que gracias a la grandeza épica, y a la vez intimista que exhibe esta fascinante cinta, adquiere una atractiva resonancia humana, exótica y cultural. Una reflexión moral sobre la responsabilidad del ejercicio del poder emanado de los pliegues de la convulsa historia del siglo XX.

La imponente fisicidad de la ciudad prohibida, la mugrienta y deplorable prisión donde cumplirá una humillante condena de reinserción comunista, la textura cromática y artística de esta fastuosa propuesta, nos transmite la soledad y aislamiento eterno, una niñez robada, el secuestro y confinamiento, despojado del cariño de sus padres, así como la emoción de las vivencias y las penurias de Pu Yi, que invade todo este film de una melancólica belleza singular. El espectáculo visual y la Historia de China se complementan, estructurándose en varios “flashbacks” que sirven para interrelacionar pasado y presente, las causas y las consecuencias, obligando a rememorar el pasado para redimir las culpas. Narración dividida en tres grandes bloques que abarcan la vida del último emperador manchú: el fasto de La ciudad Prohibida (infancia y adolescencia); su ociosa vida y relación con las mujeres en Tientsin, repuesto emperador de Manchukúo; y su paso por prisión.

La ausencia de la figura paterna, tema recurrente en la filmografía de Bertolucci, es la que de alguna manera Pu Yi encuentra en el consejero o instructor inglés que nunca olvidará (Peter O´Toole) durante su reinado, y el director chino de la prisión, al que termina considerando un maestro. El cineasta usa la cámara como un instrumento de seducción, moviéndose con elegancia en la descripción de los personajes y sus magistrales decorados y localizaciones, tomas panorámicas apabullantes y “travellings” modélicos, un festival visual gracias a Vittorio Storaro. El casting, pese a no tener grandes estrellas es impecable y verosímil en la composición de los personajes bien construidos.

Una película llena de sugerencias, elegante y vehemente en el discurrir gramático, pausada y reflexiva que no lenta, pues la lentitud y el aburrimiento sólo lo experimenta el espectador despistado o el indigente cultural. Cualquier espectador inquieto debe estar familiarizado con la historia del siglo XX. Ganadora de 9 Oscars y múltiples premios, su repercusión mediática fue enorme, creo que merece una revisión cada cierto tiempo porque mejora, y hasta deslumbra en cada nuevo visionado por su absoluta madurez expresiva.
EL ALBATROS
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9
2 de diciembre de 2017
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún siendo admirador del genuino musical americano, Jacques Demy filmó este musical alejado del clasicismo yanqui, entre otros motivos, porque sería inútil imitarlos (Donen, Minelli, Cukor), lo que no es menos cierto son sus claras influencias. De tal forma, y ahí reside su pervivencia, la originalidad que este maravilloso film nos brinda, y es que no incluye números donde se canta o baila, sino que todo el film es un discurso uniforme e indivisible, más cercano a la ópera que al propio musical ortodoxo. No existe tránsito del diálogo hablado a la música y las canciones y viceversa, todos los personajes se expresan siempre cantando, a través de un recitativo, que se sitúa entre la palabra hablada y el canto propiamente dicho que facilita la escapada al mundo del ensueño, la pesía y la fantasía que debe tener todo musical.

Todo ello contribuye a la sublimación de la vida cotidiana: las relaciones sentimentales entre un pobre mecánico y una joven de familia bien venida a menos a los que el destino les tiene preparado mucho desengaño. La expresión suprema de unas vidas rabiosamente próximas y reconocibles. La trama está dividida en tres actos, como una obra escénica: La partida, la ausencia y el regreso. Su localización es una húmeda y gris Cherburgo al que el director llena de luz y colores pastel, fotografía siempre muy cuidada. La viuda Emery (Anne Vernon), regenta una tienda de paraguas en compañía de su hija Geneviéve (una cautivadora Catherine Deneuve) enamorada de Guy (Nino Castelnuovo) que vive con su madrina enferma, de quien cuida la joven Madelaine (Ellen Farme). Rodada con unos magistrales decorados por su elegante diseño y por las inolvidables melodías archiconocidas de Michael Legrand que forman parte de la historia del cine.

Pese a que el género musical no siempre fue aceptado por todos, incluso algunos lo califican de cursi, quizás por falta de sensibilidad, diría yo, éste film posee la magia de lo onírico, con escenas seductoras por su belleza plástica que Demy filma con una caligrafía de poema visual. Y qué es el cine, sino sueño y fantasía entre otras muchas sensaciones. Imperecedero musical de exigencia creadora, pasión arrebatadora, goza de la cadencia en cada paso y movimiento de sus personajes, obra delicada, sensual, romántica y realista sin dejar de ser fascinante. Todas sus virtudes constituyen una obra maestra del musical que el tiempo le continuará haciendo justicia.
EL ALBATROS
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5
11 de julio de 2017
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western discreto con pasajes de aventura y drama carcelario del prolífico Henry Hathaway en el que destaca sus variados y atractivos paisajes naturales, que le proporciona una fisicidad y protagonismo admirable. Tiene un gran casting de actores encabezado por un inexpresivo de rostro granítico, como siempre fue Steve McQueen, un actor excesivamente valorado que encarna a un mestizo de madre india kiowa y padre blanco, poco preparado para la dura vida del “far west”. El film que se inicia con mucho brío, debido a su larga extensión acaba resultando cansino, algo tedioso y sin la tensión que se exige en estas historias de venganza. El film abarca el itinerario físico y moral de Max (McQueen) en busca de tres canallas que mataron a sus padres en busca de oro: Tom (Karl Malden), Bill (Arthur Kennedy) y Jesse (Martin Landau). Pero el ímpetu de su deseo de venganza choca frontalmente con sus carencias personales, analfabeto, inexperto y torpe con el uso de las armas. De ahí que el primer paso sea el de su educación a cargo de un veterano vendedor de munición (Brian Keith), aprendiendo a salir airoso de situaciones difíciles.

Después, el film se articula en tres bloques, cada uno de los cuales corresponde a uno de los asesinos perseguidos: el dedicado a Jesse, que tiene como telón de fondo Abilene y la conducción de ganado; el dedicado a Bill, que transcurre en los pantanos de Louisiana donde se ubica la cárcel del estado; y el dedicado a Tom, enmarcado en tierras californianas durante la fiebre del oro (lo cual da pie para la aparición de un padre franciscano (Raf Valone), amante de los discursos y contrario al “Ojo por ojo”, es decir, la venganza. De ahí que la película desprenda un cierto tono bíblico (las características de la tierra como proyección de la naturaleza del ser humano). El propósito de su reputado guionista, no es otro que servirse de los pasos del joven mestizo (con el que no empaticé nunca), para introducirnos en tres paisajes típicos del western con sus respectivas tipologías: cowboys, saloons, jugadores, prostitutas, presidiarios, ladrones y buscadores de oro. Todo ello, mecaniza el relato: no hay personajes ni situaciones, sólo tipos y convenciones narrativas que sirven de fondo a la trama. El itinerario de Max no posee la necesaria fluidez, dando la impresión de ser un pretexto argumental para justificar dichas convenciones.

La película se salva por sus sólidos profesionales, los cuales se bastan a sí mismos para dar un cierto sentido a la historia. Es decir, como tantas veces ocurre en el cine americano, son los actores secundarios, los mencionados anteriormente incluyendo a Suzanne Pleshette y Janet Margolin, que confieren interés a elementos burdamente esquemáticos y sin carisma. Entiendo perfectamente por qué, este film no figura entre los clásicos del género. Destaca la fotografía expresiva de Ballard y la excelente música del gran Alfred Newman. En definitiva, respeto las críticas fabulosas que tiene el film en esta web, pero en mi humilde opinión, no aporta nada especial ni original que merezca destacarse en la historia del western, peor aún si lo comparamos con los clásicos de Ford, Walsh, Hawks, Mann, no pasa del puro artificio. Siento discrepar de la mayoría pero así lo entiendo yo, gracias por leer mis argumentos.
EL ALBATROS
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