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Críticas de Federico_Casado
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Críticas 662
Críticas ordenadas por utilidad
4
28 de octubre de 2017
108 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta bastante irónico que esta tercera parte de las aventuras en solitario del Dios del Trueno,
Thor, lleve la apostilla de "Ragnarok", ya que según la mitología nórdica significa la batalla por el fin del mundo. O sea, el apocalipsis, que es precisamente lo que ha supuesto esta película: el final de una etapa y el (posible) comienzo de otra. Ya se acabó el personaje circunspecto, serio, reflexivo y profundo que estaba en las dos primeras partes. Ya se acabó Shakespeare y todo lo clásico, y ahora Thor ya se ha convertido directamente, en un muñeco de feria, una especie de bufón que en nada tiene que ver con el superhéroe de Marvel que era noble, aristocrático, grandioso o importante, creado por Stan Lee y Jack Kirby. Ahora todo está al servicio de la diversión, del espectáculo, del despelote: da igual que se mezcle mitología con tecnología, armas arcanas y runas nórdicas con naves espaciales, rayos láser y alienígenas. Hala, todo a la misma bolsa para crear un producto al nivel intelectual de escuela primaria.

Y eso que el preámbulo del film, esto es, el ataque de Hela -diosa de la muerta y hermana de Thor- a Asgard es de lo más sugerente (y aún más por ser la mutante Cate Blanchett), pero pronto nos damos cuenta que no es más que un pobre pretexto para mostrar más y más efectos especiales de colores chillones, explosiones, batallitas con millones de seres creados por ordenador -como pasaba en Los Vengadores, la Era de Ultrón-. Todo al servicio para crear el más liviano de los espectáculos, al gusto de los más pequeños, que son a la postre los que irán a los parques Disney para hacerse fotos con el actor disfrazado de Thor, comprarán los muñequitos de Thor (y de Hulk, y de Loki, de Hela, y de Valkiria...) y saltarán gritando con su refresco y palomitas cuando vean la película. Talmente así.

Porque en Disney se han dado cuenta cómo rentabilizar al máximo la franquicia que han comprado: adaptándola a su maquinaria de marketing y publicidad, y consiguiendo al público que llevan décadas explotando: los niños (a través de los padres, por supuesto). Por eso me resulta innoble que un director como Taika Waititi, que ha sido capaz de crear la genialidad de "Lo que hacemos en las sombras", dándole una vuelta a toda la mitología de los vampiros con un sentido del humor cafre (y sangriento, claro...), quede reducido a un simple alquimista que tiene que operar con los ingredientes que Disney le ha puesto en la mano (y que sabe que funcionan para sus planes): A ver, un superhéroe no mola, mola un equipito (en este caso, Loki, Thor, Hulk y Valkiria, enfrentados con la mala, Hela); molan los seres extraterrestres (un mogollón de bichos de todo tipo, desde insectos a seres de piedra, como en Guardianes de la Galaxia); molan las naves espaciales, el universo y las armas tecnológicas; y claro, como han recaudado mucho, también molan las pelis de espada y brujería tipo el Señor de los Anillos, así que ¿qué mejor que toda la tradición caballeresca de Thor y sus compinches, que llevan espadas, capas y todo tipo de estos ingredientes, y que encima tengan que hacer un éxodo hacia una tierra prometida, como si fueran a buscar algún objeto místico? Pues hala, hijo, ya lo tienes todo para chutar y meter gol.

¿Que si mola la película? Pues sí... si tienes 9 años. Vale, que sí, que los efectos visuales son impresionantes -bueno, qué menos con un presupuesto de, ejem, 180 millones de dólares- y tiene momentos incluso de cierto lirismo. Pero se nota demasiado que van a lo que van: a llevárselo crudo. Y, ojo, que conste que es algo completamente lícito, pero para un amante de los cómics como yo es algo penoso -e incluso doliente- ver prostituido a este personaje a estos extremos. Todo esto me suena como cuando le encargaron a Kevin Smith hacer una película de Supermán, pero en la que no pudiera llevar y no tuviera capa. Ha llegado, si, el Ragnarok en el que Thor ya cumple un ciclo, se acaba y ya no lo conoce ni la madre que lo parió: ya no tiene el pelo largo, ni capa... ni siquiera martillo. Ahora es un macarrilla, que no para de hacer chistes malos (mucho peores que los que hace Iron Man/Tony Stark en las películas de Los Vengadores).
Federico_Casado
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2
23 de noviembre de 2012
68 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno va a ver cine de género en España tiene la extraña -y absurda- esperanza de encontrarse con algo interesante, algo original, algo... sorprendente. Pero una y otra vez se pega contra la pared de la mediocridad, de la incomprensible autocomplacencia de guionistas y productores que deciden tirar para adelante proyectos que no superarían el aprobado en una clase de primero de dirección cinematográfica de cualquier universidad que se precie. Bueno, pues la película que nos ocupa no llegaría al aprobado. Qué digo aprobado, sería un muy deficiente (según la antigua calificación con la que crecí), por bonitas que sean las imágenes de José David Montero, que consigue una factura impecable en la fotografía.

Porque cuando se hace cine de género -¡¡¡a ver si nos enteramos de una vez!!!- hay que establecer una serie de "reglas", por marcianas que parezcan, y una vez establecidas, NO ROMPERLAS JAMÁS, porque si no, nadie se cree lo que está viendo. O sea, que si vemos una película de Supermán y nos explican al principio que el protagonista viene de otro planeta y por eso vuela, pues entonces, mientras que esté en la tierra, resulta que vuela. Estupendo. Pero ¿qué pasaría si resulta que vuela, pero que de buenas a primeras ya no puede volar? Que A) o nos explican qué le ha pasado o B)a partir de ese momento la historia, la película, el personaje TODO, vamos, deja de tener credibilidad, y por ende, deja de interesarnos. Así funciona el cine de género, y si no que se lo digan a Sam Raimi, a James Cameron, a John Carpenter o al mismísimo Steven Spielberg. Todos y cada uno de ellos conocen las claves, y las respetan a rajatabla, porque si no nadie se creería a los endemoniados de "Posesión Infernal", ni a los Terminators que viajan en el tiempo, a la prisión de máxima seguridad en la Isla de Manhattan en 1997 o a E. T.

Cuando no se respetan esas reglas, ni se explica lo que sucede en la pantalla, llega un momento en el que todo parece una verbena: y los actores nos resultan ridículos, al reaccionar de una manera increíble ante cosas que para el espectador no tienen ningún tipo de explicación. No se trata de jugar al suspense, como hacía el maestro Hitchcock, que escondía información al protagonista para enseñársela al espectador, no. Se trata que si el espectador no sabe una cosa, y el actor tampoco...¿por qué se asusta? ¿no debería de sorprenderse y preguntarse qué pasa en vez de asustarse? Todo esto son fabulaciones, obviamente, porque en "FIN" nada de eso pasa. En esta adaptación de la novela de David Monteagudo -que visto lo visto, no me interesa nada en absoluto...- todo resulta incomprensible desde el minuto uno. Un grupo de amigos que no se ven desde hace años -y que ocultan un oscuro secreto- se reúne en una apartada casa de campo. Todos intentan aparentar lo que no son, y sin comerlo ni beberlo, son testigos de un fenómeno atmosférico inusual y todos los aparatos dejan de funcionar. Vale, ya están sentadas las bases para una película apocalíptica interesante...pero la guinda del pastel empieza cuando empiezan a desaparecer algunos de los miembros del grupo. Por las buenas, sin venir a cuento y sin ningún motivo aparente.
(SIGUE EN SPOILER SIN SPOILER POR FALTA DE ESPACIO)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Federico_Casado
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3
24 de febrero de 2017
68 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilizando las mismas palabras del personaje de Mark Renton en la primera parte de esta película, "Todos envejecemos, dejamos de molar... y se acabó". Pero no es nada nuevo, es quizás un denominador común en muchos directores de cine a los que les llega su ocaso. Antaño genios como Alfred Hitchcock o el mismísimo Billy Wilder han visto cómo ha llegado su declive creativo. Y esto mismo es lo que le ha pasado a Boyle. O al menos con esta película.

Claro que existe un motivo evidente: cuando dirigió "Trainspotting", tenía 40 años. Aún conservaba su espíritu joven, contestatario, rebelde, irreverente, fresco. Pero el problema es que ahora tiene 60, ha ganado el Bafta, el Globo de Oro e incluso el Oscar al mejor director, y ya no es una joven promesa que tiene todo por contar, sino que casi lo ha contado todo. Su estilo antaño originalísimo estilo visual podemos verlo ya no solo en la MTV o en Youtube, sino en Snapchat, en Facebook... en todos sitios; lo peor es que el asombro que antes provocaba ese lenguaje visual, ya todo el mundo sabe hacerlo desde su teléfono móvil. De esta manera, intentar apabullar con recursos estéticos en el cine es, a día de hoy, prácticamente imposible. Y es precisamente lo que intenta desesperadamente sin conseguirlo Danny Boyle en esta continuación de Trainspotting, que resulta como un plato de comida recalentada: no solo no sorprende, sino que está rancia, pasada. Conserva algo de su sabor, pero no provoca en absoluto el deleite de algo recién hecho, recién ejecutado.

Aunque soy de la opinión de que las adaptaciones literarias en el cine deben traicionar deliberadamente su original en libro, en esta ocasión es descorazonador que un libro tan brillante como "Porno", la continuación de "Trainspotting" que supera en muchos aspectos al original, tenga una adaptación tan heterodoxa y lo que es peor tan mediocre. Aunque John Hodge haya sido el mismo autor de la anterior aventura cinematográfica de Renton, Sick Boy, Begbie y Spud, ahora ha tenido una losa demasiado grande sobre sus hombros a la hora de contentar a todos los fans de la primera película, creando un fresco deslabazado, demasiado arbitrario para articular una historia coherente; sobre todo porque ha querido incluir todos los recursos narrativos de la primera parte. Y si funcionaron muy bien antes, ahora no lo hacen. Sencillamente porque es una historia distinta, y lo que es peor, que intenta demostrar desesperadamente que está a la última, que se integra en el ecosistema de redes sociales, de interacciones en internet. Y no lo hace. Básicamente, porque Boyle, a sus 60 años y consagrado como uno de los mejores directores de la actualidad, ya no es un millenial con millones de seguidores en youtube. Jugar a eso es falso, y se nota demasiado. Sería mucho más honesto seguir en la interesante línea de "Trance", una de sus últimas películas que tenía un sólido sentido visual y narrativo.

Argumentalmente, "Trainspotting 2" retoma al personaje principal y lo hace volver a Edimburgo 20 años después de haberle dado el palo a sus amigos; Renton ahora tiene un trabajo honrado, Sick Boy regenta el pub de una tía suya y paralelamente trapichea con chantajes de contenido sexual, Spud sigue tan colgado (a la heroína incluso) como siempre y Begbie sigue en la cárcel; aunque éste último está hasta las narices y se plantea salir como sea de su cautiverio... En este fresco volvemos a ver a Mikey Forrester, convertido en un comerciante de cierto nivel o a la novia adolescente de Renton, Diane, que ahora es una abogada de prestigio. Una revisión de todos los lugares comunes física o emocionalmente de todos los personajes de la primera parte, intentando repetir todo ese subidón, pero que no se produce.

Aunque hay ciertos destellos del talento de Boyle, la emoción y la sorpresa de la primera parte ha desaparecido totalmente, haciendo que esta segunda parte sea directamente innecesaria. Habría sido mucho mejor haber dejado ese imaginario en el aire, con esa concepción traviesa de la supervivencia tras haber conocido el cruel mundo de las drogas y la delincuencia. Porque ahora ya está todo muy pasado y todos envejecemos, dejamos de molar... y se acabó. Al menos si buscamos ser tan originales como cuando teníamos 20 años menos. Ni siquiera Bruce Springsteen, Bono o Mick Jagger, lo consiguen, hay que evolucionar. Y si queremos emular lo que fuimos hace 20 años, al final lo único que conseguimos es hacer el ridículo.
Federico_Casado
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6
11 de marzo de 2017
51 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Si quieres un amigo... cómprate un perro". Esta lapidaria frase del personaje principal de "Wall Street", Gordon Gekko -interpretado magistralmente por Michael Douglas- no sólo define a esta película, sino a la esencia misma del capitalismo salvaje, ese que está presente en muchas empresas norteamericanas. Todos coincidimos en que el sueño americano es precioso, pero muchas veces deberíamos mirar por el reverso de la moneda del dólar, porque más que dorada, estará probablemente llena de la peor mierda.

¿Cómo demonios Ray Kroc, un cincuentón vendedor de batidoras, termina siendo el dueño de uno de los mayores imperios económicos de Norteamérica, y líder en comida rápida del mundo entero, McDonald's? Esa apasionante reflexión es el camino que nos hace recorrer con gran inteligencia el guión escrito por Robert D. Siegel sobre la vida del magnate que consiguió alimentar diariamente al 1% de la población mundial (dicho así igual nos parece poco, pero estamos hablando de millones de personas a través de todo el planeta tierra, en el que vivimos). El mismo magnate que literalmente le robó/compró la idea de comida rápida a dos hermanos que tenían un restaurante familiar en San Bernardino (California) y que hizo además que tuvieran que cambiar el nombre de su restaurante -que era el de su apellido, McDonald's-.

No podemos negar que el relato es bastante lineal, pero consigue algo que pocas biografías cinematográficas no logran: entretener desde el primer momento hasta el final de la historia (claro que esto podría deberse a la apasionante vida del protagonista, que en la realidad fue así). Lo que más me interesó de todo el discurso no es la ambición y la obsesión por perseguir un sueño -que está presente en cientos de películas en la historia del cine, con la reciente referencia "El lobo de Wall Street", basado también en un caso real- sino en la reflexión (que también hizo Scorsese...) en que las cosas no son blancas ni negras: ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Porque aquí todo el mundo piensa en su interés, y como dice el personaje que ejemplarmente interpreta Michael Keaton: "esto es una guerra, y aquí sólo puede haber un ganador".

Quizás la reflexión de la constancia y el esfuerzo -origen y epicentro del supuesto triunfo del "sueño americano"- está algo manida, pero es un leit-motiv en la vida del propio Ray Kroc, el fundador de McDonald's Company. A destacar la excelente banda sonora de Carter Burwell -añadiendo incluso elementos de música minimalista heredada del mismísimo Michael Nyman-.
Federico_Casado
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7
30 de abril de 2009
54 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lobezno, a pesar de su carisma y su fama, nunca fue uno de mis mutantes preferidos: quizás sea porque era demasiado "evidente" su faceta de "rebel", o que sus poderes mutantes tampoco eran para tanto (ni volaba, ni leía mentes, ni siquiera echaba rayos por los ojos: solo era un borricote musculoso y pequeñín, con muy mala leche y con un factor de curación que le hacía casi invulnerable, además de un esqueleto de adamantium y unas garras que lo cortaban todo). Encima, el uniforme que llevaba (desde los inicios, de color amarillo y negro...) era bastante feíto. El caso es que nunca me gustó, vamos. Prefería mil veces al atormentado Cíclope, al divertido Rondador Nocturno, al atribulado Coloso, a la esquizofrénica Fénix, a la arrepentida Pícara o a la exuberante Tormenta. Es cierto que en la evolución del personaje en el cómic (su relación con Dama Mortal, toda su historia en Japón, su alianza con Nick Furia...) fue buena, y tenía momentos interesantes. Pero cuando me terminó de cautivar es cuando Bryan Singer dirigió la primera película de las franquicias, mostrándome a un Lobezno "real" mucho más carismático que el del cómic (y más alto!!). (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Federico_Casado
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