Ficción construida con músculos, tiroteos y golpes de puño.
Cinta de ritmo lento, contexto futurista signado por el pesimismo y la revolución, situaciones rústicas poco atrapantes ya para la época y ni que hablar lo ridículas que suenan hoy día visionando el futuro que Carpenter se imaginaba para 1997, una situación de oprobio imperialista que obliga al pueblo a tomar las armas para rebelarse al sistema, bastante incorrección e insolencia para criticar sarcásticamente la clase política y la corrupción capitalista, densa musicalización electrónica a cargo del mismo Carpenter que se repite siempre en ese formulismo tan redundante que ni siquiera llega a formar un atisbo de melodía, un ambiente frío e implacable donde la fuerza bruta domina más que la razón, mucho espectáculo circense y poca elaboración razonada en el argumento.
Muy poco para rescatar, quizás se salve la onda arriesgada típica del antihéroe “Snake” Plissken al que poco le importa la solidaridad sino más bien salvar su cabeza, o la ridiculización del presidente de los EEUU quien no aparece como el convencional héroe que toma decisiones oportunas y valientes a favor de su pueblo.
Pero por lo demás es un espectáculo muy tosco y aparatoso que ni siquiera sirve como pasatiempo hoy día, ya que se torna plomizo de tolerar ante la falta de intensidad y la cutrez de la factura técnica.
No la suspendo por destacar las ideas políticas de izquierda ni por ridiculizar el sistema corrupto propio de los estados capitalistas. Carpenter critica el imperialismo económico y propone anarquía y delincuencia en su alegato. Pero no me molesta la incorrección política, aunque sí me aburre este cine berreta de Carpenter que basa sus argumentos en la aparatosidad y en el minimalismo más cutre, y me parece imperdonable que le falte acción, un trazo narrativo menos macarro y efectos al menos competentes ya que cualquier cinta de ficción blanda debería tenerlos.