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España España · O Carballiño
Críticas de odaesu
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
10
24 de marzo de 2008
89 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen 2 posiblidades de adaptación al cine. Adaptar un material extenso, que inevitablemente deberá ser sintetizado para ser transferido a celuloide, y por otra parte, y aunque no sea muy común, cabe la posibilidad de adaptar un material reducido que deberá ser amplificado por los guionistas del filme en cuestión. Este último tipo de adaptación fue la realizada por Larry McMurtry y Diana Ossana tomando como punto de partida un relato breve de la ganadora del premio Pullitzer, Annie Proulx, titulado Brokeback Mountain. Desde su génesis, el guión fue vagando de despacho en despacho, de cajón en cajón, hasta que unos productores tuvieron los suficientes cojones como para enfrentarse al establishment y sacar al western del armario.

Y Fue el taiwanés Ang Lee quién entendió que detrás de tanto ruido latía el corazón de una historia descarnada, dolorosa, vibrante. Y a partir de ese momento consiguió la cuadratura del círculo, logrando el milagro: en septiembre se alzaba con el León de Oro en la Mostra de Venecia. Tras 5 meses de premios, Jack Nicholson apareció en el escenario del Kodak Theatre para otorgar el último oscar de la noche, abrió el sobre, esgrimió una de las sonrisas más maquiavélicas que he visto en mi vida, y su gran boca de Joker pronunció “Crash”. Y sí, se produjo una colisión

Brokeback Mountain es en última instancia un espléndido guión engrandecido por la brillante dirección y la infinita sabiduría del que posiblemente sea el último gran clásico (teniendo en cuenta que Clint Eastwood es el penúltimo), una banda sonora preciosa (merecidísimo oscar para Santaolalla por mucho que los puristas se tiraran la manta a la cabeza), que alcanza su cima en el viaje de Gyllenhaal a México, y sobre todo en la última escena, una fotografía nítida, en perfecta sintonía con los hermosos parajes que retrata (Rodrigo Prieto es, de lejos, uno de los mejores directores de fotografía del mundo), un diseño de vestuario cuidadísimo, un reparto arriesgado que resulta perfecto de principio a fin, unos flash-backs demoledores y paradigmáticos, un retrato preciso y efectivo de la familia americana, de la América profunda, de la situación de los homosexuales, de la hermosa decadencia de los cowboys, del paro, de la pobreza, de la clase media-baja, del mundo agrario, del sexo de todos los tipos y colores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
odaesu
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8
21 de septiembre de 2014
88 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los cineastas más destroyers del cine de las últimas tres décadas, el canadiense David Cronenberg, se lanza en su última película, Maps to the stars a rodar una enmienda a la totalidad del mundo de las estrellas de Hollywood, con sus relaciones sexuales insanas, sus fiestas desbordadas de drogas y sus contratos multimillonarios. Para ello se sirve de un guion punzante salpicado de dardos envenenados contra gente de la industria del entretenimiento. Precisamente el contraste entre las referencias reales y las secuencias y giros de guion somnolientos, como de mal viaje de LSD, hacen que la película sea ante todo un film de David Cronenberg. Una visión distorsionada y enfermiza de una realidad y una sociedad bastante enfermas de por sí. Por sus excesos tanto visuales como narrativos lo conoceréis. De las carcajadas más sucias que nos regalara el cine de 2014 a los estallidos de violencia más burdos y secos, acompañamos a un grupo de personajes siempre al límite por las calles y las mansiones de un micro-mundo de leyes y moralidad propias.

Lo que ha parido Cronenberg no es una farsa, ni una broma, ni una ridiculización de Hollywood. Es otra cosa. Algo que él domina como pocos. Maps to the stars es una pesadilla. Y como tal, cuando se la cuentas a los demás, en lugar de darles miedo, lo que consigues es que se rían a mandíbula abierta, porque la ensoñación que relatas es demasiado absurda, delirante e imposible. Sin embargo el poso que deja sí que aterroriza, porque eres consciente de que lo que produce tu subconsciente está construido sobre elementos reales. Hollywood no es como el que Maps to the stars pinta con cubos de pintura que se estrellan contra las paredes. Sin embargo, el centro de las acciones hiperbólicas que nos muestra sí que está presente en el mundo de la industria del cine norteamericana. Los padres que convierten a sus hijos en factorías, los actores novatos dispuestos a todo, la endogamia (sexual, laboral) de ese mundo, los actores que se niegan a asumir su edad y esa enfermiza sensación de impunidad, que se resume en “haré algo malo, luego iré a Oprah, y más tarde ganaré aún más dinero”. Vivimos en un mundo edificado sobre la base de que todo crimen recibe su castigo (el actual estado de corrupción no obliga a añadir un “si te pillan”). Sin embargo en L.A. no. Eres detenido, la prensa filtra tu ficha policial, eres condenado a servicios comunitarios, te redimes haciendo una entrevista en profundidad, abrazando la fe o rodando un reality y el mundo sigue girando, el cajero escupiendo dinero, y tú vuelves al punto de partida. Sexo, drogas, impunidad y rock & roll.

Todo lo que nos narra el cineasta canadiense puede provocar que nos indignemos o que nos riamos. Cronenberg pudo haber dirigido un drama muy agrio, sin embargo prefirió rodar una comedia muy negra. El destino final es el mismo: Hollywood es una ciénaga, la nueva Sodoma y Gomorra. Sin embargo el viaje es mucho más divertido viendo a Jualianne Moore interpretar a una especie de Lindsay Lohan de 50 años, de tormentosa relación con su exitosa madre, y que se niega a asumir que ya no puede interpretar personajes en la treintena. Quizás estemos ante la interpretación más valiente de la carrera de Moore. Es un placer verla a caballo entre la locura y el narcisismo destructor, entre la más honda de las banalidades y el más terrible de los miedos. Sin embargo, en lugar de entregarle el protagonismo a los veteranos (Moore, John Cusack, Olivia Williams), la película elige sabiamente fijar el centro del relato en los personajes jóvenes, interpretados por el joven (y perturbador) Evan Bird, y la nueva musa del cine de autor planetario, Mia Wasikowska. Esta decisión tan arriesgada le permite hacer un dibujo preciso del resultado de décadas de degeneración. Al fin y al cabo nos debe interesar más la nueva generación que se está adueñando de Hollywood que la generación de sus padres, que por cuestiones de edad ya se bate (forzosamente) en retirada. Retratando a los vástagos, radiografías a la vez a los progenitores, logrando esbozar el pasado, las tormentas, reflejar el presente, los lodos, y aventurar un futuro aún más corrompido. Siempre decimos aquello de que “la raza mejora”, quizás no, quizás malos padres dan hijos peores, y la espiral de perdición no tiene fin. Esto no lo digo yo, que creo que soy un poco más optimista, lo dice David Cronenberg, uno de los directores más enfermos y cínicos del cine.
odaesu
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7
23 de septiembre de 2014
76 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay género cinematográfico más norteamericano que el western. Polvo, sangre, whisky y redención. En las últimas décadas, sin embargo, su presencia en los cines se ha ido difuminando, desapareciendo en su dimensión más pura, pero colándose por las rendijas de otros géneros. De tal forma que se producen muy pocas películas del Oeste, con sus cantinas y sus forajidos, pero sus formas y elementos, su mitología al fin y al cabo, pululan por muchas películas, creando sub-géneros que son pura mutación como el western post-apocalíptico a lo Cormac McCarthy, como The Road (Hillcoat, 2009), que adapta una de sus novelas, o The Rover (Michôd, 2014). La enorme influencia del western en el audiovisual yankee, ha llegado además a la televisión, desde Breaking Bad y su drama de frontera, hasta The Walking Dead y su mundo de pistoleros luchando por su supervivencia.

A pesar de todo ello, aún se siguen produciendo algunos westerns de nivel, que profundizan en el imaginario del género y lo llevan hacia territorios más oscuros. Con Unforgiven (1992), Clint Eastwood inició la nueva y pedregosa senda a recorrer por las películas del oeste, una evolución del género que se ha venido a denominar: western crepuscular. En esa misma línea hemos podido ver obras como la True Grit (2010) de los hermanos Coen o The Homesman, film que presentó Tommy Lee Jones en el pasado Festival de Cannes entre grandes elogios. Lejos ya de los grandes héroes de antaño, el nuevo western se centra en personajes en la recta final de su recorrido vital. Ya no hay descubrimiento, sólo supervivencia.

The Homesman cuenta el viaje que han de realizar una mujer desesperada en su soledad (Hilary Swank en su salsa) y un forajido al que le salva la vida (el propio Lee Jones) para llevar a tres mujeres que han caído presas de la locura, desde sus hogares hasta una ciudad dónde las puedan cuidar adecuadamente. Del polvo y el calor, a la nieve y el frío, seguimos a este grupo de personajes en un camino que cada vez se vuelve más oscuro, más trágico. Ya no es melancolía por tiempos mejores de lo que habla aquí Lee Jones. Es algo más tenebroso. Dibuja, el camino hacia la muerte, hacia la perdición de toda esperanza. El gran atractivo de la película es su total ausencia de optimismo. Todo lo que puede salir mal, saldrá incluso peor. No hay redención posible para este grupo. No hay catarsis emocional. No hay una experiencia vital redentora. Decía Nacho Vegas que “el final es como un desparramarse”, pues eso. Y si en la mirada cansada y la sonrisa socarrona de Tommy Lee Jones vemos a un hombre que hace tiempo ha asumido que su vida se precipita hacia la nada, en la de Hilary Swank (en su mejor trabajo desde Million Dollar Baby) vemos todo lo contrario. Swank encarna una fe ciega en aquello de “mañana será un día mejor”. Por eso también es el corazón de la historia, aunque no sea su protagonista. Es el personaje que incendia los planos.

No es The Homesman una película perfecta, de hecho tiene un tercio final, que a pesar de ser muy valiente, se hace muy pesado. Es coherente, pero no por ello funciona narrativamente. En cierta forma es como un pollo sin cabeza que se ha escapado de las manos de su ejecutor. Para comerlo había que cortársela, pero ahora anda dando tumbos frente a nuestros ojos y perdiendo todo el plumaje que había conseguido. Aún así, se reconoce el atrevimiento de Tommy Lee Jones al plantear la historia con la sequedad con que lo hace. No hay concesiones, ni si quiera narrativamente hablando. En cuanto a la apuesta formal, el cineasta es capaz de exprimir ese Oeste vacío y desolador, y ayudado de la inquietante música de Marco Beltrami, y sobre todo de la apagada fotografía de Rodrigo Prieto, crear una atmósfera que grita derrota. Para hablar de muerte era preciso crear un paisaje muerto. Y sí, lo logra. Paradójicamente, da gusto ver que a pesar de todo, el western sigue latiendo.
odaesu
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Vals con Bashir
Israel2008
7,5
23.442
Animación
9
2 de diciembre de 2008
68 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una conmoción. Un dolor intenso en el estómago. Ganas de leer a Rousseau y cobijarse en su creencia de que el ser humano es bueno por naturaleza. Acabas de ver Vals con Bashir, un excelente documental animado, sí, como suena, un documental animado, con sus fondos azules y sus bustos parlantes: vivir para ver. ¿Y si no puedes vivir lo suficiente? Así es la vida, así somos las personas: depredadoras y destructivas por naturaleza.

Vals con Bashir es un relato descorazonador que indaga en la misma naturaleza del ser humano, que analiza los mecanismos de la memoria, y cómo el horror y la culpabilidad afectan a la misma. Es un cuento film autobiográfico que se transforma en un bello canto comunal, la culpabilidad del propio Ari, da paso a la del pueblo israelí en primera instancia, y a la del alemán en segunda.

Maravillosos cinco minutos iniciales, a continuación un arranque un poco dubitativo, Folman sacrifica una parte para obtener el todo, deja que el espectador se pierda por el inmenso bosque que presenta, para después clavarle un puñal en el corazón y decirle: aquí estamos, yo, mis monstruos y mi inmensa capacidad para impactar con alguna de las imágenes más apabullantes de los últimos tiempos. ¿Y quién es Bashir? Bashir no fue más que la excusa, el fantasma que planea el relato, el líder carismático mancillado por sus propios seguidores. ¿Y el vals? El vals es la locura del pueblo, el sin sentido de la violencia. ¿Y el resto? ¿Qué es el resto? El resto es historia, historia de Oriente Próximo, del cine y de la humanidad.
odaesu
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8
6 de junio de 2007
64 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que uno piensa cuando ve los primeros 25 minutos de Half Nelson es que suena a chiste malo que la academia premiara al sobre actuado Forest Whitaker y no al convincente, brillante, melancólico, decadente y triste Ryan Gosling. A partir de ahí uno ya no tiene mucho tiempo para pensar en cosas tan banales, porque el filme de Fleck te atrapa, te coge las entrañas, y lo que es peor aún: te identifica irremediablemente con el personaje de Gosling, ese profesor adicto al crack autodestructivo, que a la vez que pide auxilio a gritos rechaza cualquier tipo de ayuda, que se destruye poco a poco cada día sencillamente porque es incapaz de construir su vida. Esta película te hace pensar en la soledad con mayúsculas, en la destrucción sin más, en la decadencia del ser humano. Por si fueran pocos todos estes sentimientos y emociones, Fleck construye con excelente pulso narrativo la historia de la magnífica Shareeka Epps, inserta profundas reflexiones históricas sobre los derechos civiles y se atreve a robarle la carcajada al espectador por medio de chistes malos. Punto y a parte merece la excelente escena de la cena familiar donde descubrimos a unos padres más perdidos incluso que el propio hijo y que siguen anclados en tiempos mejores.
odaesu
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