Amalgama de bélico, aventuras, terror, ciencia-ficción y hasta un pelín de género histórico rodada con un propósito fundamental: que lo pasemos bomba. Ya desde la taquicárdica primera escena nos damos cuenta de que en esta cinta hay "fregao" del bueno, con un grupo de soldados que afrontan una misión heroica en una tierra torturada frente a un enemigo abominable.

Hay algún atajo de guión, algún personaje poco definido y alguna acción inconsistente, pero nada de esto hace que la impresión general decaiga.

En una peli como "Ralph rompe internet" el prodigio técnico ya se da por hecho. El cuidado tratamiento de los personajes y los valores marca Disney también se presupone, mirando con lupa las políticas de género sin arriesgar. Lo que queda, ahí reside el verdadero interés, es saber qué enfoque creativo se le da a los lugares comunes de Internet para justificar la incursión de Ralph y Vanellope.

Hay buenas ideas, hay golpes de humor, hay un buen abanico de momentos referenciales al mundo de la "red de redes", del videojuego y por supuesto, a la historia del cine. Falta, tal vez, un pegamento sólido que lo justifique todo pero, como entretenimiento familiar, es una obra de innegable calidad.

¿Cuál es la moraleja? ¿hay un discurso suave sobre la vacuidad de una construcción personal basada en las redes sociales? ¿hay tal vez un mensaje retrógrado sobre los peligros de la industria digital? Los hay, pero nada que nos obligue a pensar más de medio minuto.

Luca Guadagnino inicia su trilogía del deseo con una película que marca impronta en varios aspectos:
-la visión: colocando la cámara en ángulos y distancias muy sugerentes en muchos momentos
-la tensión: generada por aquello que no se cuenta, pero que subyace en cada minuto
-la seducción hecha actriz: Tilda Swinton, de la que saca el máximo partido
-el mimo en todos los escenarios del rodaje, haciendo que signifiquen
La eclosión de este director con "Call me by your name" no habría sido posible sin "Yo soy el amor". Y mientras mantenga esa linea de coherencia entre ambos títulos, estará llamado a regalarnos grandes pelis. Eso espero al menos.

Este documental sirve fundamentalmente para construir un héroe: Billy McFarland, el joven empresario emergente capaz de robar a los ricos para... protagonizar el mayor desastre en la historia de la promoción de festivales de música. O no. Porque, independientemente del "sálvese quien pueda" con que acaba esta historia, a lo que asistimos es a la creación de una leyenda: la leyenda de un hombre con unas dotes de persuasión fuera de lo común, que embarca en un proyecto megalómano a un equipo de profesionales supuestamente de la máxima solvencia.

Que esa persuasión desemboque en un fraude millonario no empaña el mito de Billy, porque en el fondo a quien está timando es a personas muy por encima de nuestro poder adquisitivo o nuestra capacidad de emprendizaje. Y ver sufrir desde la plebe a esa gente mola. Como mola comprobar el poder de convicción que tiene un kit de fotos y vídeos de top-models en Instagram. Esa es la segunda gran baza de "Fyre": su capacidad de mostrar los peligros y las mentiras bajo el marketing digital.

¿Es un relato 100% veraz? Conviene coger con pinzas mucho de lo que se dice, pero eso no quiere decir que no sea perfectamente disfrutable.

Soy de los que corren a ver esta peli espoleados por la novela. Es un aliciente, pero al final se convierte en un lastre. Y otro lastre, más gordo todavía, es madrugar y hacerse hora y pico de autobús para asistir al estreno en el Festival de San Sebastián esperando aquella Coixet de "Mi vida sin mí" o "La vida secreta de las palabras". Conoces la novela, conoces la trayectoria de Coixet. Te haces ilusiones.

Te llevas un batacazo a medias. Hay unas cuantas decisiones mal tomadas, empezando por los protagonistas. Laia Costa es una gran actriz, pero esto no es "Foodie Love" y este papel sencillamente no le va. Hay una negrura, una tormenta interior en el personaje femenino de la novela que aquí no se ve. Kovik Keuchkerian... físicamente puede resultar un acierto e interpretativamente podemos decir que se ciñe al personaje, pero tampoco funciona. Hugo Silva y Luis Bermejo, en cambio, sostienen razonablemente bien sus roles.

De todos modos, el gran personaje tendría que ser el pueblo donde se centra la historia. Porque esta es la historia de una mujer contra un pueblo. Y el motor del conflicto no queda bien resuelto en la película. Ni a nivel de guion, ni a nivel de fotografía, ni de pura localización.

La música, que tanto ha marcado las grandes películas de Coixet, aquí funciona a medias. Lo que funciona muy bien, y estamos ante una genialidad de la directora, es el final. Pero nueve minutos no consiguen arreglar del todo las dos horas previas.