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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Críticas de Neathara
Críticas 1.158
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de noviembre de 2009
125 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Es una verdad mundialmente reconocida que una comedia romántica como Dios manda debe tener al menos una boda. Pues aquí tenemos cuatro y ninguna es la de los protagonistas. Primer acierto.

- Es una verdad mundialmente reconocida que una comedia de rango y abolengo como Dios manda debe tener una banda sonora a la altura: más allá de la archisobada "Love is all around" de Wet Wet Wet, están Sting, Elton John y Barry White para poner la solera y el ritmo. Segundo y bailongo acierto.

- Es una verdad mundialmente reconocida que una comedia negra como Dios manda debe tener al menos a un cómico inglés famoso en una escena hilarante. Mr.Bean, también conocido como Rowan Atkinson oficia una de las bodas más divertidas que se recuerdan en el cine. "Así, tomo a Lydia como mi levísima esposa...". Antológica. Este es el tercer acierto.

- Es una verdad mundialmente reconocida que una comedia británica como Dios manda debe tener al menos un funeral. Y aquí viene el cuarto acierto. Porque el guión no sitúa la escena más romántica en ninguna de las bodas y ni siquiera se produce entre los tibios protagonistas: la escena romántica por excelencia, la de ponerte la piel de gallina, es el funeral. Pura subversión de las convenciones del género. ¡Qué panegírico, el del viudo enamorado!.

- Pero, ¡ay, la pifia! ¿Nos están tomando el pelo? ¿A quién en su sano juicio se le ocurre elegir a Andie MacDowell teniendo a mano a la Scott Thomas? ¡Venga ya!
Neathara
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7
5 de enero de 2011
109 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si esta película hubiese sido ejecutada por cualquier otra nacionalidad, podría acusársele de pretenciosa y de buscapremios, pero como es inglesa y se da el caso que estas películas los ingleses las hacen como el que se pone una camisa Harvie & Hudson hecha a medida en la mejor tienda de Oxford Street, nos hallamos ante un claro ejemplo de drama de época británico serie media.

Por supuesto los dramas británicos de época ya cuentan con seis estrellas de base en la puntuación, porque siempre reúnen tres requisitos indispensables para una buena película: actorazos de caerse de espaldas, ambientación de caerse de espaldas y una historia que en manos americanas hubiera provocado una debacle del kleenex en todas las multisalas, pero que siendo inglesa, invita más bien a enjugarse discretamente una furtiva lágrima con un pañuelo de encaje.

"El discurso del rey", tan afín a la apreciable "La locura del rey Jorge" narra los acontecimientos que provoca la abdicación de Eduardo VIII en favor de su tartamudo hermano Jorge VI. En realidad lo narrado no va más allá de una anécdota histórica: el rey tartamudo contrata a un especialista del habla con cuya ayuda consigue salir más o menos del paso el día de su coronación y gracias al cual consigue ejecutar uno de los mayores retos de su vida: dar un discurso completo el día que Inglaterra le declara la guerra a Alemania. Una se pregunta si teniendo el rey este problema y no existiendo televisión por aquellos momentos, no hubiese sido más sencillo que un "negro" de voz le hiciese el papel a través de la radio; pero según la película, Jorge VI fue un tío legal y se las vio y se las deseó para poder dar él mismo sus propios discursos.

Resulta admirable que en una película cuyo tema central es el habla, se preste tanta atención al lenguaje visual como al lenguaje oral, evitando la tentación de lo teatral, tan cara a la cinematografía inglesa. Además los rostros de Colin Firth (qué mirada más angustiada y angustiosa) y de Geoffrey Rush convierten en innecesarias las explicaciones. Dos grandes actores que se bastan por sí solos para dar vida a la función y bien arropados por un excelente reparto en el que destaca una enamorable Helena Bonham Carter y el majestuoso Michael Gambon como el padre del rey fallido y del rey tartaja.

Mucha calidad y poca sorpresa para un discurso del rey que veremos si en los próximos meses se transmuta en un discurso de Oscar.
Neathara
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6
4 de junio de 2009
185 de 273 usuarios han encontrado esta crítica útil
A considerar antes, durante y después:

1- El factor "háztelo tú mismo". Al parecer hay quienes dicen no haber entendido esta película. Sin embargo esta película es terriblemente sencilla, pero todo el mundo parece empeñado en convertirla en algo terriblemente complicado. Me explico: Bergman proporciona unos cuantos tablones de madera y algunos tornillos y un manual de instrucciones que indica con toda claridad cómo montar una simple mesa. Por razones que cualquier comprador de muebles IKEA podrá comprender, la mayoría de la gente coge el material y de alguna manera se las arregla para construir cualquier cosa que no tenga el remoto parecido con una mesa. De nada sirve que las actrices, el director, el guión y hasta la fotografía y los planos griten: "¡SOY UNA MESA!". Que la gente hace lo que le da la gana.

2- El factor felpudo: en los años sesenta y en concreto en la deprimente España, existían dos tipos de espectadores que acudían a ver a esta "Persona". La primera clase eran gafapastas, gentes de bien que se reunían en los sagrados antros del metal, digo de las filmotecas y similares para celebrar los íntimos misterios del existencialismo nórdico. La segunda clase, aún más meritorios, eran los conocidos como "Pajapastas". Gente que acudía en tropel porque había cundido el rumor de que en las películas de Bergman salían felpudos. Ambos grupos gozaban de una momentánea comunión espiritual en la oscuridad de las salas, para luego dividirse a la salida en dos actitudes bien diferenciadas: los gafapastas lloraban de éxtasis ante la sensación de haber visto cinema de qualité transcendental y los pajapastas también lloraban, sí, pero por haber sido tan cruelmente privados de su ración felpudística. Ellos hubieran preferido que aquella "Persona" hubiese sido un poco más "Pendona", pero ese amargado de Bergman, no contento con no mostrar ni un solo atisbo de felpudo, les había endosado un rollo de órdago. Esto significaría el principio de la decadencia del cine sueco; la mitad de su público potencial dejó a las suecas, tan sosas y lúgubres por las francesas, que también leían a Sartre y se deprimían pero no lo encontraban incompatible con mostrar felpudo, pechugamen y hasta hucha si la película lo requería, que era casi siempre.

(seguimos abajo)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Neathara
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10
17 de junio de 2008
117 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas grandes y películas pequeñas. Hay películas ambiciosas, manipuladoras, sensibles, románticas, frías, cálidas, memorables, olvidables, dulces, amargas. Hay películas que terminan donde comenzaron y películas que no terminan nunca. Hay películas que fermentan en el mantillo universal del cine para alimentar la creación de nuevas películas. Hay películas palomiteras y espectaculares y películas cutres y sin pretensiones. Hay películas para llorar y películas diminutas que desaparecen en un breve latido de la memoria. Hay películas feas y películas bellas. No hay mucho más.

Aparte, está "Ed Wood". Una película hecha por amor a todas esas películas y sobre todo, por amor a sus creadores, aquellos que, fueran cuales fueran sus sueños, lucharon por insuflarles vida en una pantalla. Con una dignidad insobornable y a prueba de desalientos, recortes presupuestarios y plazos irrisorios, Ed Wood consiguió legar a la posteridad algunas de las películas más entrañablemente horribles de la historia del cine. Y Burton no sólo plasma su alucinante periplo cinematográfico, en compañía de decadentes glorias como un anciano y conmovedor Bela Lugosi, sino que además nos habla de tú a tú, de director a público, sobre cómo es esto de hacer una película por puro y duro amor al arte. Sobre hipotecar tu vida, tu casa y la de tus amigos porque necesitas lanzar al mundo algo que perviva para siempre. Y por extensión, de cómo si se ha de soñar, se debe soñar a lo grande. Sea uno Ed Wood o Orson Welles. Y al diablo todo lo demás.

De calle, la mejor película de Tim Burton, sobre todo porque rebosa un amor hacia el personaje y hacia el cine que resulta casi imposible que nosotros, los espectadores, no nos enamoremos de ella.
Neathara
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8
8 de octubre de 2009
102 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tiempo, más concretamente en el año 1992, Clint Eastwood hizo la que probablemente será considerada con el tiempo no sé si su mayor obra, pero sí su obra más sincera y más autobiográfica.

William Munny ya no es un fuera de la ley, no es un cobarde infernal, no es el sargento de hierro, ni un jinete pálido ni un aventurero de medianoche. William Munny es, exactamente, lo que era Clint Eastwood a principios de los noventa: una vieja gloria del western que todavía buscaba un lugar propio en unos tiempos en los que el western se consideraba muerto. Más adelante, se demostraría que todavía le quedaba al antiguo pistolero muchos cadáveres que colgar de las puertas de la Academia.

Pero este fue el pistoletazo de salida.

El súbito levantamiento de una tapa de ataúd.

Clint Eastwood venía a decir que el western podía estar muerto, pero él no. Y lo hacía desde su terreno, con todas las mañas, más un plus de sensibilidad y una misteriosa rabia de supervivencia. Como diciendo "todos han desaparecido, pero aquí estoy yo. No permitiré que se me olvide."

Con el crepúsculo cinematográfico de "Sin Perdón" Clint Eastwood cortaba directamente con las últimas garras que lo atraían hacia el pasado. Su cine inició una vuelta sin retorno.

A la vez que el mundo proclamaba a los cuatro vientos que el western había regresado, Eastwood se estaba despidiendo del género sin que nadie se diese cuenta.

"Ahora, sí".
Neathara
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