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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
8
4 de enero de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Museum es un capítulo que, al igual que el especial de Navidad de hace unos años (White Christmas) usa el esqueleto de la antología con el que juega toda la serie de Black Mirror: nos ofrece dos historias paralelas que conectan con una tercera, que acaba transformándose en una historia principal sobre la venganza, la maldad y el morbo; todo ello en una distopía decadente que nos recuerda, por ciertas fórmulas en cuanto al arco argumental de su protagonista, a las vendettas y los juegos narrativos de Quentin Tarantino, pero sin obviar la mano de Charlie Brooker.

En un mundo donde la muerte es solo un montón de información metida en banco de datos capaz de ser aprovechados de las maneras más variopintas, una joven cruza el desierto y se detiene para cargar su vehículo. Cerca hay un museo, el Museo Negro de Rolo Haynes, que colecciona una serie de artefactos relacionados con crímenes. La muchacha no duda en descubrir sus historias...

La primera historia, sobre un médico que se convierte en un adicto al dolor, resulta, aunque excesiva, digna de más de una reflexión sobre cómo el ser humano se convierte en un yonki de aquello que le resulte placentero, aunque sea a costa del dolor de otros. Lo mismo que hacemos los espectadores al ver este "corto" de terror.

La segunda trama, más dramática, nos habla de un viudo que trasplanta los recuerdos de su mujer en su cabeza para que esta pueda seguir con su hijo pequeño. El problema está cuando el esposo no aguante más la voz de la mujer y la única escapatoria sea... un oso de peluche. Suena extraño, lo sé, pero quizás es una de las historias más tristes de la serie. Evoca, un poco, al capítulo Vuelvo enseguida.

La tercera historia nos habla de un condenado a la silla eléctrica que vende sus derechos de imagen y es transformado en un holograma del que los turistas que se acercan al Black Museum disfrutan condenándolo a muerte. Una y otra y otra vez. Este relato conecta con la historia global del capítulo y con el propio maestro de ceremonias, Rolo Haynes, un Mefistófeles a pequeña escala, un Loki que juega a tentar a los desgraciados con su alma de feriante y que reivindica al actor Douglas Hodge, al que hemos visto en series como Penny Dreadful.

Sea como sea, el concepto de Black Museum (contar diferentes historias a través de diferentes objetos) bien hubiera dado para una antología propia, pero en el caso de Black Mirror, aprovechan para crear una trama visceral sobre el placer y el miedo, sobre la soledad y la muerte, sobre la maldad y la venganza. Y la palabra visceral es la clave, porque ahí queda ese detalle de cómo el veneno actúa en sincronía perfecta, o cómo el giro final no nos sorprende a muchos. E, incluso así, sigue siendo bastante disfrutable.

No obstante, por el nivel del capítulo, porque siempre es entretenido y tiene toques que siguen evocándonos a lo mejor de Brooker, a la vez que nos deja preguntas como ¿cuándo moriremos en esta época de la nube?, Black Museum es un episodio de digno visionado, porque uno nunca sabe cuándo acabará formando parte del Black Museum, ya sea como víctima o como verdugo... Y tampoco sabemos si ya formamos parte de él...

P.D.: Atentos a todos los guiños que hay a los anteriores capítulos de la serie, ya sea mediante menciones claras como el San Junipero o como cierto cómic que recuerda a uno de los primeros capítulos de la serie.
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Ozymandias_Iskander
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GLOW (Serie de TV)
Serie
Estados Unidos2017
6,9
4.353
Liz Flahive (Creador), Carly Mensch (Creador) ...
8
4 de agosto de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
GLOW tiene mucho de los espectáculos de lucha libre a los que homenajea: es un drama con mucho de comedia y ridículo, pero no puedes dejar de verlos si llegas a encajar con la humanidad que se esconde detrás de todo el show.

Basándose vagamente en el GLOW original, las creadoras de la serie Liz Flahive y Carly Mensch retratan la vida de una serie de mujeres en los '80 que acaban en una prueba para formar parte de GLOW, un show de lucha libre femenino dirigido por Sam, un director de serie b, y producido por un niño de mamá. Ninguna de ellas es luchadora profesional, pero por diferentes motivos acabarán embarcadas en este raro proyecto.

GLOW es una serie entretenida, llamativa y extravagante, que abraza el humor políticamente incorrecto y las situaciones más arriesgadas con tal de obtener un drama sumamente efectivo. Y pese a que a veces toca temas delicados como el aborto, la infidelidad o las drogas, GLOW consigue caer bien al espectador y ser una de esas series que finiquitas sus diez capítulos en muy poco tiempo.

Y es que si GLOW engancha lo hace por unos personajes muy imperfectos y humanos. Nunca sentimos que estemos viendo marionetas del guion, como en otras propuestas. Todo el reparto está genial, cada uno tiene un momento o capítulo para brillar, pero destacan sobre todo Ruth (fantástica Allison Brie), el director fracasado Sam Sylvia (Marc Maron), la especialista Chery Bang (Sydelle Noel), Debby Eagan (Betty Gilpin, a la que vimos recientemente con un papel similar en American Gods) y la heredera de la lucha libre, Carmen (Britney Young). No obstante, también está Justine, Británica, la Mujer Lobo, la ordinaria Melrose...

Pese a que en muchos sitios GLOW se ha vendido como una serie cómica (y sí, tiene mucho humor), esta propuesta de Netflix también tiene mucho drama a lo largo de sus capítulos y, como un auténtico luchador, sabe cuándo debe golpear al espectador (como esa escena con el Under Pressure de Queen y David Bowie). Por el camino, reflexiones sobre el feminismo, la lucha de la mujer por un lugar en el mundo frente al machismo imperante, el mundo del cine, la sátira sobre la guerra fría y la derecha e izquierda en Estados Unidos y mucho más.

Además, la caracterización de los personajes y el mundo de GLOW es todo un acierto, acercándose en aspecto, maquillaje, vestuario y música a la estética de los ochenta, tan de moda gracias a propuestas como Stranger Things o Ready Player One.

A resaltar un dato fundamental: la duración de los treinta y cinco minutos o menos le sienta francamente bien a la serie, lo que hace que el maratón sea inevitable y sea una buena opción frente a otras series de Netflix y otros canales que llegan incluso a la hora.

Crítica publicada originalmente: http://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2017/08/glow-temporada-1-gorgeous-ladies-of.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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7
19 de diciembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida película, puede que la mejor de El Hobbit, pero sin superar El Señor de los Anillos (¿alguien podía esperar lo contrario?). Un viaje inesperado fue una película con ciertas arritmias, pero disfrutable; La Desolación de Smaug era una película con algunos errores, pero se resolvía satisfactoriamente gracias a la aparición del maléfico dragón al que le da vida Benedict Cumberbatch (Sherlock) y que mejoraba su precedente. ¿Es La Batalla de los Cinco Ejércitos la conclusión que aguardábamos?

Si alguien espera ver el salvajismo de La Batalla del Abismo de Helm de Las Dos Torres o la épica ingente de La Batalla de los Campos del Pelennor de El Retorno del Rey, que quede claro que el problema de la trilogía de El Hobbit con su público es comparar. Los guionistas Peter Jackson, Philippa Boyens y Fran Walsh se centran en personajes como Thorin más que en la propia guerra (más de cuarenta minutos, por cierto) que tiene lugar ante ellos, dejando algunas escenas espectaculares, sí, pero priorizando ante todo en un duelo artúrico sobre una capa de hielo que cierra este drama fantástico.

Todo esto ejecutado por Peter Jackson, que regresó a la Tierra Media arriesgándose a esos espectadores que ya han envejecido y que buscan la crítica ante todo (algo parecido a lo que le pasó a George Lucas al decidir hacer las precuelas de Star Wars). Jackson juega bien, por ejemplo con los silencios. ¿Hay otro director capaz de hacer una saga como la que ha hecho este hombre, consiguiendo conectar con su público y recibiendo numerosos elogios y premios con el mismo aplome? Lo dudo.

Los actores cumplen, sobresaliendo un Thorin caído en desgracia al que Richard Armitage consigue llenar del aura épica de un heredero como Aragorn, sin olvidar la desdicha de la locura por la codicia que embarga a personajes como Boromir o el propio Bilbo en la trilogía original. Otro de los grandes descubrimientos de esta trilogía ha sido Martin Freeman, del cual no me canso de decir que es el actor más adecuado para interpretar al joven Bilbo Bolsón.

Gandalf (Ian McKellen, como no podía ser de otra forma) queda en un segundo aunque vital plano para organizar a todos los peones de esta guerra.

Sobre la compañía de Thorin, casi todos son relegados, salvando excepciones como Balin (Ken Stott), pero el film tropieza al centrarnos en Kili (Aidan Turner) y la trama del amor enano-elfa con Tauriel (Evangeline Lilly) que tanto metraje resta para otras tramas menos artificiales.

Resisten el bache personajes como Thranduil (un personaje odioso y fascinante), Legolas (Orlando Bloom, le añade algo de trasfondo y deja abierta la puerta a la llegada de Aragorn en el futuro) o Bardo (Luke Evans, que consigue una mayor relevancia como héroe inesperado).

En cuanto al Concilio Blanco de Galadriel (Cate Blanchett, fascinante), Elrond (Hugo Weaving, siempre esperamos más minutos de este gran actor) y Saruman (Christopher Lee, puro carisma) se queda para una escena que conecta con El Señor de los Anillos.

Peor parados salen personajes como Beorn, el rey enano Dáin, el Gobernador de Ciudad Lago o Radagast, cuya presencia queda de forma testimonial.

Y terminando, reconozco me sobran algunos momentos cómicos que no me hacen especial gracia, como los que rodean a la sabandija de Alfrid con el que se incurre en uno de los “peros” de este cierre: dejar demasiadas bandas abiertas, demasiados destinos sin decidir claramente.

Por su parte, Weta y el resto de compañías involucradas en la recreación de la Tierra Media cumplen. Hubiera preferido el uso más natural que aporta el maquillaje que el CGI puro y duro.

Y tras todo esto, como viajeros que hemos disfrutado de un viaje que ha durado más de una década, con sus momentos de gloria y sus leves traspiés, nos preguntamos: ¿volveremos a la Tierra Media? En el Mundo de los Remakes, Spin Off, Adaptaciones y Secuelas donde vivimos nunca se sabe.Lo que sí sé es que cada vez que desee entrar en el mundo de El Señor de los Anillos dispone de numerosos libros y ahora una saga de películas… Y lo más importante, sin duda, nuestra imaginación, esa a la que Tolkien le dio el poder de creer que hasta el más insignificante de nosotros puede cambiar el curso de la historia.
Ozymandias_Iskander
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8
29 de agosto de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es sencillo: él se cansó de esperar a aquel niño neozelandés y aquel juguete que ya parecía maldito. Ya no quería jugar con hobbits, dragones y enanos. Por el camino, apareció otro chaval que le habló de “nuevos juguetes” el 3D y nuestro niño intentó rendir tributo a Lovecraft, pero no encontró nadie que jugase con él por lo que decidió coger sus robots de juguete y enfrentarlos a sus monstruos de plástico en su bañera. Aquel niño se llamaba Guillermo del Toro y aquella tarde de verano se llamó Pacific Rim.

La última película de Guillermo del Toro (o del Todo, por la cantidad de proyectos en los que está metido) nos propone un homenaje a la ciencia ficción, la película de monstruos japonesas, el manga, la acción y todas esas cosas que de niños nos hacen soñar y luego cuando crecemos… también (a muchos). Algunos temíamos que Guillermo cayese en un film descerebrado sobre mechas gigantes zurrando a bicharracos, pero en cambio nos recuerda que detrás de la película hay un director (como en la escena donde la pequeña huye por una ciudad arrasada).

Pacific Rim no mola porque las escenas de lucha estén bien dirigidas (aunque quizás se abuse de la noche o la lluvia), sino porque hay alma (dividida en dos hemisferios con sus recuerdos) y el alma crea tensión consiguiendo que el público empatice y se lo pase bien con los demonios personales de Raleig Beckett y Rinko Kikuchi (Raleigh y Mako), el pasado de Pentecost (un Idris Elba que parece que con un grito se cargaría a cualquier monstruo), el punto cómico de los científicos como Newton o Gottlieb o los problemas de los Hansen, padre e hijo de otros personajes. Es eso lo que hace que dos seres creados por ordenados nos gusten y es algo que muchos directores y guionistas, por desgracia, olvidan.

La historia puede que esté cargada de ciertos clichés o estereotipos, pero esto tampoco es negativo, los estereotipos son formas de facilitar la narración, estribillos que nos permiten contar mejor los relatos al no tener que empezar desde cero. No obstante, ¿no es acaso una película disfrutable, con algunos giros y escenas interesantes, con un diseño de producción enorme, buenas actuaciones y música? Estos ingredientes permiten que Pacific Rim parezca tener más alma que la mayoría de los blockbusters actuales y por eso nos lo pasamos bien del cine y acabamos comentándola al salir.

Guillermo del Toro ha optado aquí por liberar a su niño y aunque pueda olvidar la poesía de El laberinto del fauno o Hellboy 2, el director mexicano no olvida la calidad que le ha convertido en un autor de lo más recomendable (entre esas cosas, hay marcas de la casa como la aparición de Santiago Segura o del personaje de Ron Perlman, ese traficante de monstruos tan carismático).

Pese a que la película no se hace lenta, sí se nota que el clímax final no alcanza los niveles de combates previos y puede haber ciertos detalles predecibles, pero no por ellos menos disfrutables.

Pacific Rim nos recuerda a cuando éramos pequeños y cogíamos nuestros robots y monstruos y jugábamos sin cesar. Nos recuerda que es bueno tener el corazón de un niño como lo tiene Guillermo del Toro… o un jaeger o un kaiju como colegas de vez en cuando. Eso nunca está mal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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6
3 de agosto de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlot, periodista (Making a living) no será uno de los cortos más famosos de Chaplin, pero sí tiene varias justificaciones o virtudes. ¿La principal? Es seguramente la primera obra cinematográfica donde aparece un periodista en la historia del cine… Y muchas fuentes señalan que es el primer corto de Chaplin.

Este cortometraje, con un siglo a sus espaldas, presenta sin necesidad de verborrea (que aprenda el cine actual) la historia de un tipo que se hace pasar por un ricachón (Chaplin, ¿cómo no?) y que acaba trabajando en un periódico donde su rivalidad con un auténtico periodista se acrecentará cuando este pobre diablo encarnado por Charlot le roba la exclusiva al “profesional de la información”. Todo ello termina como terminan los grandes cortos de Chaplin: caos, música que se vuelve loca y situaciones grandiosas.

Curiosamente, a los periodistas se les presenta como seres capaces de preguntarle a una persona herida cómo está, sacarle fotos y no pedir auxilio con tal de tener la exclusiva. Tema que tocarán, entre otras películas, El gran carnaval y Mad city por poner dos ejemplos.

Ojalá el cuarto poder aprendiese alguna lección de esta sátira del cine.
Ozymandias_Iskander
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