Con independencia de los arrebatos de nostalgia que esta película pueda provocar, "Gremlins" sigue siendo hoy una película entretenida y amable. Su gran mérito, vista con treinta años de perspectiva, es seguramente el haber sabido conjugar miedo, comedia y cine familiar. Desde hacía años habían proliferado películas de terror o suspense con toques cómicos, pero siempre desde un punto más experimental, de serie B o de cine independiente. Lo que no se había visto, que yo sepa, es una comedia negra y macabra que, a la vez, fuese amable y genuinamente familiar, destinada a reventar taquillas. Una idea gamberra que, con distintas variantes, se ha mantenido hasta nuestros días, con mayor o menor fortuna.

Aunque Joe Dante es un cineasta de obra menor, aquí consiguió hacer un clásico. Nadie que haya visto esta película habrá olvidado las tres reglas básicas que se habían de seguir para convivir con estas estrafalarias mascotas. "Gremlins" ha perdurado en la memoria colectiva, por saber combinar en su justa medida ternura, travesura, humor y pavor. Spielberg tenía que ser...

Antológica la escena de los monstruitos abarrotando una sala de cine, devorando palomitas y viendo "Blancanieves". Genial por lo que representa dentro de la película, y por la pleitesía que supone a los clásicos de la animación.

No es una obra maestra, pero treinta años después se sigue disfrutando como el primer día.