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Voto de John Giraldo:
5
5,0
8.342
Animación. Comedia. Infantil
Gargamel descubre la aldea mágica de los Pitufos y provoca con sus malas artes que la abandonen y se dispersen por el bosque. Por desgracia, Tontín se equivoca de camino y, junto con otros pitufos, entrará en una ruta prohibida. La luna azul y un portal mágico los transportarán a Central Park, en Nueva York. Sin embargo, Gargamel sigue persiguiéndolos, por lo que los Pitufos buscarán refugio en casa de un matrimonio... (FILMAFFINITY)
8 de agosto de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
[email protected]
Pitufear es una palabra cuyos usos aumentarán. Aquellos diminutos seres encantados, con el color azul que los determina han llegado a la pantalla grande, tras un dejo de dos décadas de haber desaparecido de la televisión. Los adultos recuperarán la infantil pero maravillosa idea de una colonia de enanos personajes, habitantes de una aldea en la espesura del bosque. Cien pitufos, cada uno con sus características singulares, podría uno decir con sus inteligencias desarrolladas, ocupando un puesto en la armoniosa familia de los pitufos, liderados por el papá pitufo y secundados por la hermosa pitufina.
Si los adultos recuerdan la historia, tendrán preguntas para hacerse. Pero no hay de dónde agarrar para desentrañar el hecho de porqué son 100 los pitufos, del mismo modo no se podrán ubicar las razones del porqué los pitufos son desmadrados, ni tampoco cómo hacen para reproducirse y contar con más de 500 años habitando un lugar encantado. Así como el particular hecho de vivir 99 hombres con una sola mujer. Pero todas esas preguntas, anodinas quizás pasan a un segundo plano, serán puras pituferas. Lo mejor es ver cómo un remake salido de la Televisión protagoniza el tararear de la canción "La, la, la, la, la, la, la, la, la, la, la", al tiempo encontrar que aunque irritante evoca una infancia llena de reverdecimientos.
Los pitufos volvieron, pero con un lastre, tuvieron –como si no existiese ningún otro lugar en el planeta ni en la imaginación- que perderse en la ciudad de Nueva York, y eso le resta la gracia a una historia descontaminada, en las anteriores adaptaciones, de visiones miopes y reduccionistas que endulzó a toda una generación. Que los gringos se adueñen de la historia no es problema, ya Hanna Barbera produjo una versión desde sus estudios en la década de los 80 y 90, siendo una de las más vistas, seguida de los Picapiedras, Scooby Doo y Los Simpsons. Lo que molesta es ese guiño de ciudad capital del mundo a tal punto que ya no se llamará La Pitufoaldea el sitio de los gnomos azules, sino Pitufolandia. De modo que no hubiera habido ninguna pitufeada si estos seres benignos no acaecieran en suelo gringo, el guionista pudo haber ideado una ciudad ficticia para evitar las molestias.
[email protected]
Pitufear es una palabra cuyos usos aumentarán. Aquellos diminutos seres encantados, con el color azul que los determina han llegado a la pantalla grande, tras un dejo de dos décadas de haber desaparecido de la televisión. Los adultos recuperarán la infantil pero maravillosa idea de una colonia de enanos personajes, habitantes de una aldea en la espesura del bosque. Cien pitufos, cada uno con sus características singulares, podría uno decir con sus inteligencias desarrolladas, ocupando un puesto en la armoniosa familia de los pitufos, liderados por el papá pitufo y secundados por la hermosa pitufina.
Si los adultos recuerdan la historia, tendrán preguntas para hacerse. Pero no hay de dónde agarrar para desentrañar el hecho de porqué son 100 los pitufos, del mismo modo no se podrán ubicar las razones del porqué los pitufos son desmadrados, ni tampoco cómo hacen para reproducirse y contar con más de 500 años habitando un lugar encantado. Así como el particular hecho de vivir 99 hombres con una sola mujer. Pero todas esas preguntas, anodinas quizás pasan a un segundo plano, serán puras pituferas. Lo mejor es ver cómo un remake salido de la Televisión protagoniza el tararear de la canción "La, la, la, la, la, la, la, la, la, la, la", al tiempo encontrar que aunque irritante evoca una infancia llena de reverdecimientos.
Los pitufos volvieron, pero con un lastre, tuvieron –como si no existiese ningún otro lugar en el planeta ni en la imaginación- que perderse en la ciudad de Nueva York, y eso le resta la gracia a una historia descontaminada, en las anteriores adaptaciones, de visiones miopes y reduccionistas que endulzó a toda una generación. Que los gringos se adueñen de la historia no es problema, ya Hanna Barbera produjo una versión desde sus estudios en la década de los 80 y 90, siendo una de las más vistas, seguida de los Picapiedras, Scooby Doo y Los Simpsons. Lo que molesta es ese guiño de ciudad capital del mundo a tal punto que ya no se llamará La Pitufoaldea el sitio de los gnomos azules, sino Pitufolandia. De modo que no hubiera habido ninguna pitufeada si estos seres benignos no acaecieran en suelo gringo, el guionista pudo haber ideado una ciudad ficticia para evitar las molestias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pasando al plano de la película. Resulta imperioso que nada exista sin su contrario, los tranquilos Pitufos se resguardan en sus champiñones, mientras tanto Azrael el astuto gato y Gargamel el chiflado brujo andan con las suyas para agarrar a los indefensos pitufos. La historia puede incluso explicarse así: los pitufos no existen, como quizás no exista Alicia la del país de las maravillas, sino por el invento de su perseguidor: Gargamel. Él es al tiempo el fundador y exterminador de los pitufos, y nunca los logrará atrapar porque allí cesaría la posibilidad de fantasear. La fantasía comienza, como en el caso de Don Quijote, cuando en medio del delirio se funda mundos y visiones.
Así que papá Pitufo obtiene una visión en la aldea, cuando a su hijo Tontín no lo dejan actuar en una coreografía para celebrar la llegada de la luna azul, entonces ve, que Gargamel atrapa a todos los pitufos y en parte la responsabilidad es por los despistes de Tontín quien le señala el camino para encontrar la pitufoaldea –escondida en un lugar imaginario- por desobedecer a su papá quien le dijo que no recogiese raíces en el bosque –acá hay un parecido con el cuento de Caperucita-. Luego, Gargamel llega a la aldea e intenta atraparlos a todos -en los cómics belgas de dónde surgen de modo original nunca son atrapados, ni descubierto su lugar sagrado-, de nuevo Tontín se va por un camino errado y allí su papá, pitufina y los pitufos filósofo, gruñón y valiente lo siguen pero resulta que es el camino equivocado para escapar, con la suerte que encuentran un túnel dentro del agua que los sacará de su sitio y caerán en la cloaca de New York, perdón, en uno de los tantos arroyos “limpios” de esa ciudad.
En adelante, la película se debate entre volver a casa y adaptarse a la americanización. Gargamel no deja de perseguirlos. Hay un aire de humor pero es pésimo, lo que quizás cale más sea esa dulzura de los pitufos para enmarcar sentencias educativas. “Para que una casa más grande si en ella es más fácil quedar más separados” o “Un padre siempre debe velar por su familia”, entre otras que conquistarán al público. Resulta igual incómodo ver a los Pitufos digitales montados en una escenografía humana.
Pitufear estará de moda, la película divierte a los chicos y grandes, pero molesta ese tufillo gringo. Una pitufeada. Pero nada impide recordar a los pitufinos haciendo una economía solidaria en su aldea, trabajando de modo grupal, ocupando un lugar y cada cual aportando a su comunidad.
ver más en: www.latarde.com/blogs/elgranojo
Así que papá Pitufo obtiene una visión en la aldea, cuando a su hijo Tontín no lo dejan actuar en una coreografía para celebrar la llegada de la luna azul, entonces ve, que Gargamel atrapa a todos los pitufos y en parte la responsabilidad es por los despistes de Tontín quien le señala el camino para encontrar la pitufoaldea –escondida en un lugar imaginario- por desobedecer a su papá quien le dijo que no recogiese raíces en el bosque –acá hay un parecido con el cuento de Caperucita-. Luego, Gargamel llega a la aldea e intenta atraparlos a todos -en los cómics belgas de dónde surgen de modo original nunca son atrapados, ni descubierto su lugar sagrado-, de nuevo Tontín se va por un camino errado y allí su papá, pitufina y los pitufos filósofo, gruñón y valiente lo siguen pero resulta que es el camino equivocado para escapar, con la suerte que encuentran un túnel dentro del agua que los sacará de su sitio y caerán en la cloaca de New York, perdón, en uno de los tantos arroyos “limpios” de esa ciudad.
En adelante, la película se debate entre volver a casa y adaptarse a la americanización. Gargamel no deja de perseguirlos. Hay un aire de humor pero es pésimo, lo que quizás cale más sea esa dulzura de los pitufos para enmarcar sentencias educativas. “Para que una casa más grande si en ella es más fácil quedar más separados” o “Un padre siempre debe velar por su familia”, entre otras que conquistarán al público. Resulta igual incómodo ver a los Pitufos digitales montados en una escenografía humana.
Pitufear estará de moda, la película divierte a los chicos y grandes, pero molesta ese tufillo gringo. Una pitufeada. Pero nada impide recordar a los pitufinos haciendo una economía solidaria en su aldea, trabajando de modo grupal, ocupando un lugar y cada cual aportando a su comunidad.
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