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Voto de Juan Ignacio :
10
Drama. Comedia Una película que va a rodarse comienza con la llegada de los actores y los miembros del equipo técnico, pero pronto el rodaje tropieza con una serie de dificultades que afectan tanto a los miembros del equipo como a la propia película. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
François Truffaut dirigió 'La noche americana' en la plenitud de su carrera; con ella quiso rendir homenaje al cine (quizá el mejor y más bello que se le haya hecho nunca) desde el epicentro de sí mismo, el rodaje de una película. Como se hace ver con el propio título, al aludir al rodar de día haciendo parecer que es de noche, Truffaut nos va a enseñar que en el cine, en el producto que se presenta al público, todo es ficticio, pero, como nos va a mostrar al adentrarnos en lo que acontece durante un rodaje, que ahí la vida bulle. Y lo hace poniendo toda su pasión, con una entrega extenuante, exhibiendo las virtudes, miserias y problemas que durante él acontecen, que no son otras que las humanas y las de la vida, y con un tratamiento siempre optimista, desenfadado y hasta benévolo con la condición humana. No se pone dramático, los diálogos nunca son grandilocuentes, y cuando la tragedia surge deja claro que hay que disfrutar siempre de los placeres, por pequeños que sean, a nuestro alcance.

El director francés, que dedica su trabajo a las hermanas Gish, nos presenta, de diversas maneras, a los grandes colegas suyos que le precedieron y a los que admira, incluso venera; citar aquí sus nombres resulta, a mi parecer, innecesario, pues todo aficionado a su obra los conoce. Truffaut habla en esta cinta, no sólo de lo anteriormente mencionado, su pasión por el cine, sino también del amor, del sexo, y de su fascinación por la mujer, sin que a veces delimite estos tres conceptos, ya que todos se pueden encontrar en uno solo; pero sin ambigüedades, de forma clara y con una ilusión plena. Compañerismo, amistad, juego, alegría y desdicha en el amor. Infidelidades, deslices, su perdón en ocasiones, el placer por el placer, dolor por la pérdida..., en fin, la razón de existir; existencia, que como el rodaje de una película, es efímero.

Obra redonda, con una magistral dirección, ligera, dinámica (a la que ayuda, y mucho, la excelente labor de montaje de Martine Barraqué y Yann Dedet). La música, de Georges Delerue, admirable, de marcadas influencias clásicas, con sus allegros resalta el ambiente festivo, vital de esta joya.

La interpretación coral es acertada en todo momento, pero no quiero dejar de resaltar la memorable actuación de Valentina Cortese en el papel de Severine, esa diva decadente, alcohólica, a quienes todos a su alrededor tratan con enorme comprensión y cariño.
Juan Ignacio
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