Sin duda fue la primera y la mejor película de ese subgénero que muestra a los difuntos reviviendo por causas no específicas y devorando con fruición digna de mejor causa al género humano. Luego vinieron otras, incluso una remake, pero ésta es insuperable. Romero tuvo el acierto de filmarla en blanco y negro y hacer que gran parte del argumento transcurra durante la noche, como se indica desde el mismo título. Se sabe, las mejores historias de terror se cuentan de noche. En la oscuridad nada parece imposible; hasta el menor ruido o la más vaga forma puede ponernos los pelos de punta. Que los muertos vivientes sean tan lentos que se puede huir fácilmente de ellos es algo que no nos importa, porque sólo reflexionamos sobre ello cuando la película ha terminado. Aparecen, y resultan sencillamente aterradores. Ni hablar si los vemos en pleno festín. LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES: una obra maestra copiada hasta el hartazgo (incluso por su propio creador) pero que no tiene y tal vez nunca tenga auténtico rival.