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Voto de Cinemagavia:
9
Drama Frankie Machine, un hombre con talento musical, sale de la cárcel y, además, consigue dejar la heroína. Su principal problema será encontrar un medio de vida honrado y evitar las drogas y el juego. (FILMAFFINITY)
9 de diciembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Regreso al viejo barrio

En este momento del regreso se pueden atisbar algunas características de la película. Por un lado la esmeradísima dirección artística que emula a la perfección un barrio suburbial, si bien se trata en realidad de los estudios RKO de Hollywood. El ambiente y la iluminación son intensos, proporcionando una agobiante atmósfera no muy lejana al expresionismo alemán. Pronto veremos también cómo cada vez que Frankie trata de encauzar su camino, algo o alguien se interpone para trabarle el paso. Esto hace que El hombre del brazo de oro tenga cierto espíritu también del fatalismo propio del cine negro.

*Malas y buenas compañías

Uno de los obstáculos que tendrá Frankie para su rehabilitación serán algunas personas de su entorno. Una de ellas será su antiguo camello, Louis (Darren McGavin), quien ejercerá sobre Frankie su nada desdeñable poder persuasivo para lucrarse a su costa proporcionándole dosis. Por su parte Schwiefka (Robert Strauss), un siniestro personaje que colecciona actividades ilegales, quiere recuperar a Frankie para que participe en sus partidas clandestinas de cartas; estas timbas, que pueden extenderse durante más de 24 horas, son una auténtica antesala de la droga a causa de su turbio y exasperante ambiente.

Incluso personas que deberían ser desinteresadas con él, como su esposa Zosh (Eleanor Parker), se muestran egoístas y reacios a la nueva vida que Frankie quiere emprender. El propio Frankie, aunque trata de redimirse, tiene un pasado escabroso. Adicciones aparte, dejó a su mujer en silla de ruedas en un accidente de tráfico en el que él conducía borracho. Hay un par de personajes que se muestran leales y comprensivos con Frankie. Uno de ellos es su amigo Sparrow (Arnold Stang), fiel hasta las últimas consecuencias pero demasiado amigo del latrocinio. Pero sin duda el mayor apoyo que tendrá Frankie será Molly (Kim Novak), un antiguo amor que será un baluarte ante los oscuros tiempos que están apunto de avecinarse.

*Un paso al abismo

En El hombre del brazo de oro las cosas, como era de esperar, no salen como Frankie planea. Su situación económica no es boyante, su mujer juega al chantajeo emocional con él, y el ansia de conseguir una dosis más comienza a aumentar. Frankie no lo sabe, pero su mujer en realidad finge su minusvalía y no necesita la silla de ruedas; sencillamente lo finge para atarlo a ella y manejarlo. Además Louis y Schwiefka no paran de rondarlo. ¿Hasta cuándo puede aguantar un hombre? ¿Cómo evadirse de una adicción?

En la película se deja deslizar la idea de que el entorno ejerce una presión incontrolable sobre el individuo, lo que nos deja una tesis próxima al naturalismo francés; que Frankie recaiga es casi un hecho determinista debido a una mezcla invencible de instintos y condiciones sociales. No obstante, Molly jugará un papel decisivo en lo que puede ser la salvación del alma de Frankie; moviéndose en un terreno colindante entre el amor y la amistad, se convierte en una figura beatífica y protectora.

*Un director valiente y unos actores estupendos

El hombre del brazo de oro es una buena muestra del talento de Preminger y de una de sus mejores virtudes: la valentía a la hora de afrontar temas incómodos. El director austriaco se especializó en los años 40 en película de cine negro como «Laura» (1944) o «¿Ángel o Diablo?» (1945). Con el tiempo iría tratando temas tabú como las drogas (en esta película), las cloacas de la política en «Tempestad sobre Washington» (1962), tribulaciones de la jerarquía eclesiástica en «El Cardenal» (1963)… Incluso fue valiente al querer contratar como guionista a Dalton Trumbo, en aquel entonces apestado por la Caza de Brujas, para su película «Éxodo» (1960). En El hombre del brazo de oro opta por un naturalismo desgarrador y poco complaciente, aunque de dirección exquisita. Para muestra los movimiento de cámara por las calles del barrio.

Frank Sinatra, con El hombre del brazo de oro, realiza uno de los papeles más intensos de su carrera. Refleja con una fidelidad admirable la febril desesperación del drogadicto en pleno síndrome de abstinencia. No vamos a ver chutes tan explícitos como en «Trainspotting» (1996), por ejemplo, pero sí miradas febriles, temblores, convulsiones y sudores fríos. Kim Novak, que llegaría a convertirse en una especie de mito erótico de los años 50, hace un papel interesantísimo que tiene elementos amistosos, amorosos e incluso maternales; es la única persona que se arremanga para sacar a Frankie de la drogadicción.

A destacar también el complejo personaje que hace Eleanor Parker como Zosh, la esposa de Frankie. De un lado es una persona manipuladora y posesiva que engaña a su marido con su minusvalía. Sin embargo es alguien que desprende un aroma a soledad y aislamiento tremendos, heredados de la espera a que Frankie saliera de la cárcel. Nos suscita rechazo, pero también compasión.

Conclusión

El hombre del brazo de oro funciona como intenso drama personal y como crónica de la lucha de un hombre contra un nefasto entorno. Las magníficas actuaciones y la inmejorable dirección artística dan a la película un verismo que nos zambulle sin esfuerzo en un lugar de escasas esperanzas. Preminger desafió con éxito a los códigos morales de la época y puso encima de la mesa, bien visible, un problema terrible pero común. Como guinda, tanto la banda sonora, a ritmo de jazz, de Elmer Bernstein como el diseño de los créditos del gran Saul Bass son extraordinarios.

Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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