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España España · Madrid
Voto de Juanma:
4
Drama Antonio se enfrenta a una temporada en la cárcel por delito financiero. Joven y brillante ejecutivo, elaborará un plan para evitar esa mancha en su currículum, convencer a todo el mundo de que va a estudiar un Máster en la Universidad de Michigan. Todo está controlado, excepto los 321 días que tiene que pasar en la cárcel. (FILMAFFINITY)
26 de marzo de 2014
35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de buenas intenciones suele ser el recurrido argumento de consolación para aquellos a los que un hecho en sí, un regalo, una acción, una noticia, no les ha satisfecho del todo y tampoco ven motivos para hacer sangre en medio del disgusto. Sin embargo, en materia cinematográfica, hablar sólo de buenas intenciones es casi hacerle un flaco favor a la película en cuestión. Y es que, en el cine, como en el Arte en general, con la intención no basta. Al debut de Enrique García lo podríamos salvar por sus intenciones, honrosas, de querer dar voz en su metraje a una realidad tan cruda e invisible como es la de la vida entre rejas, haciendo protagonistas de sus imágenes a personajes a un paso de la exclusión social que tienen ante sí una vía para la redención y la reinserción, muchos sin verla del todo clara.

321 días en Michigan quiere ser un drama carcelario cercano y reconocible para el público de a pie, centrado en dos tramas narradas en paralelo: la de un joven y brillante ejecutivo encerrado por un delito financiero, que tratará de hacer creer a su entorno en el exterior que se encuentra de viaje fuera del país, concretamente en Michigan; y la de una iletrada y joven madre gitana que, entre barrotes, intentará todo lo posible por no perder la tutela de sus hijos. Tan sugestivas ideas de partida acercan el film a cierto realismo social inherente a los títulos españoles que en el pasado abordaron la temática carcelaria y encierran no pocas posibilidades críticas en torno a dos temas bastante candentes, por desgracia, en la actualidad: la violencia de género y la corrupción de la élite empresarial. Por desgracia, García, con la ayuda de su coguionista, Isa Sánchez, desestiman la ocasión para construir un relato que se pudiera enmarcar en cierto cine de denuncia frontal y construyen su película en base a un buen número de lugares comunes, de tópicos mil veces vistos antes en cuanto al desarrollo de las consabidas situaciones entre rejas y, sobre todo, en el dibujo de sus esquemáticos personajes.

Así, lo de atractivo que encerraba en sí misma la idea de base, que hubiera podido revelar una pertinente y necesaria crítica a los tejemanejes empresariales ajenos a la legalidad, se queda en el limbo de las expectativas del espectador, que asistirá con atónita pereza al día a día de ese pijo, para colmo, sin síntomas de arrepentimiento, dentro de un ambiente que debería serle hostil, pero al que, por obra y gracia de un guión excesivamente forzado, se adapta casi en un abrir y cerrar de ojos. Esta falta de coherencia con lo que se supone debía ser el dibujo del personaje central dará como resultado una molesta sensación de inverosimilitud a todo el film, que para colmo de males estará rematado en su tercio final por la cofluencia de las dos tramas principales en una sola, dando como resultado un subtrama romántica previsible desde los primeros minutos del film y que no cuaja por un trazado en exceso superficial. Sólo la trama femenina, por el sutil cariz de denuncia social que le da origen, logra encerrar cierta coherencia a lo largo de su desarrollo y se la debe, en gran medida, al matizado y espléndido trabajo que en ella lleva a cabo la debutante actriz Virginia de Morata, siempre por encima de las limitaciones del texto gracias a la palpable comunicabilidad que logra establecer con la cámara.

Por todo esto, llegamos al final de 321 días en Michigan con cierta desazón, divididos entre la frustrada cortapisa que el visionado del film ha supuesto para nuestras expectativas y el alivio y la incómoda superioridad que brinda presentir el final desde mucho antes del segundo punto de giro. Mal que nos pese, todo suena a ya visto en 321 días en Michigan. Nada sorprende ni emociona, ni técnica ni artísticamente, a lo largo del metraje del film, que precisamente por ello propicia la sensación de alargarse más de lo que en esencia debería. No hay en él, por tanto, mucho que logre destacarse para bien del grueso de óperas primas que ven la luz cada año en nuestra cinematografía, ni siquiera el oficio de su director, que entre tratar de hacer alardes o limitarse a contar de la manera más sencilla su historia, opta por la vía fácil y más recomendada y tira de una puesta en escena desganada, en exceso común, sin brío ni personalidad alguna, anclada, para bien y para mal, en los estándares asumidos por el género carcelario y más cercana, por desgracia, al folletín televisivo que al melodrama cinematográfico.

http://actoressinverguenza.wordpress.com
Juanma
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