Estaría loco si me creyera capaz de poder plasmar el intenso poder de esta película en unas cuantas líneas de crítica. No se puede decir otra cosa más que hay que verla.

Pero quisiera tan solo hacer referencia a un aspecto de ella que para mí es muy importante. Quisiera hablar del co-protagonista, con permiso de la señorita Escarlata (léase con voz estereotipada de persona negra), de ese protagonista silencioso y omnipresente a lo largo de toda la obra, de la tierra roja de Tara. Ese lugar, esa finca, ese trozo de tierra, esa casa, actúa como una fijación física de la vida, actúa como un apoyo tangible para que ésta se pueda desarrollar. En ella el futuro existe. En los momentos felices, es el lugar en el que se quieren disfrutar. Y en los difíciles, es el cayado que el cansado caminante necesita para continuar.
La integración de esta idea en la épica de la guerra contra el Sur, del fin de los "viejos tiempos", del cambio de la agrcultura, de la vida gracias a la tierra a los negocios y al comercio, da un poder a la obra que la hacen trascender.

Una obra eterna.