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Voto de Anibal Ricci:
8
Ciencia ficción. Acción Cuando legiones de monstruosas criaturas, denominadas Kaiju, comienzan a salir del mar, se inicia una guerra que acabará con millones de vidas y que consumirá los recursos de la humanidad durante interminables años. Para combatir a los Kaiju gigantes diseñan un tipo especial de arma: enormes robots, llamados Jaegers, que son controlados simultáneamente por dos pilotos cuyas mentes están bloqueadas en un puente neural. Pero incluso los ... [+]
15 de julio de 2013
75 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mazinger Z, anime creado en 1972 por Kishioshi Nagai, daba su nombre a un personaje de ficción, que para los nacidos hacia fines de los años 60 y comienzos de los 70, sería nada menos que el primer robot gigante tripulado. Koji Kabuto era quien piloteaba el planeador, pequeña nave que plegaba sus turbinas y se asentaba en la cabeza de Mazinger Z. El proceso de activación del robot concluía satisfactoriamente solo cuando se encendían los ojos del robot.

Koji Kabuto representaba el poder infinito que desplegamos cuando somos niños. Seres pequeños queriendo ser grandes como los adultos. Amparados en nuestra imaginación, debíamos ser más colosales, para resolver cualquier problema, no solo los familiares, sino aquellos que salvarían a la humanidad.

Por esa época, nuestra televisión estaba poblada de seres monumentales: Ultraman, Ultraseven y Robot Gigante. Todos ellos peleaban contra monstruos enormes que, para los japoneses, representaban mutaciones genéticas, que habrían surgido luego de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Esta cruza de imaginación nos invadió justo en aquella etapa, antes de que despertara nuestro interés por el sexo opuesto, y donde nuestras máquinas eran las bicicletas. Salíamos a pedalear por las plazas, emulando a nuestros héroes y de verdad nos creíamos gigantes.

“Pacific Rim” interpreta a la perfección el sentimiento de esa época. Recordemos que en Chile, los nacidos en esos años, no entendíamos lo que significaba Unidad Popular ni el Golpe de Estado de 1973. Éramos demasiado pequeños, y quizás el gobierno militar solo dejaba que los inofensivos personajes de ficción ocuparan nuestras mentes.

El enemigo perfectamente podría haber sido el Abismo, este portal interdimensional con que Guillermo del Toro inicia la interpretación de esa época. Todo era maniqueísta. Por un lado teníamos a los malos, los Kaijus, que provenían del mundo extraterrestre. Y en este otro lado, estábamos nosotros, los Jaegers, que serían los encargados de impedir la colonización de los clones.

Como se habrán dado cuenta, hay una enorme hibridación tomada de otras películas, donde podríamos incluso hacer un paralelo con los Jedis y su contraparte del lado oscuro. Ahí está también, en tono más reciente, “Independence Day” (1996) de Roland Emmerich, cuando el Abismo debe leer el ADN del cadáver de Kaiju, que nuestros héroes utilizan como llave para ingresar al mundo invasor. Hasta aquí comparaciones positivas, aunque sin duda, Guillermo del Toro va más allá y crea un mundo propio. El detallismo por el funcionamiento de las máquinas nos lleva a revivir la niñez, esas luchas de primer plano entre el bien y el mal.

Quizás el director equivocó el camino al incluir dentro de las secuencias un discurso patriotero del general Stacker Pentecost, un muy buen personaje, cuya arenga tiende un puente a productos cinematográficos de segundo orden (específicamente las películas de Michael Bay: Armageddon, Transformers, y otras peores).

Justamente el personaje del general es el nexo entre el héroe venido a menos (Raleigh Becket) y Mako (la novata a quien el general rescató de los Kaijus cuando era niña). Las mentes de nuestros héroes se fusionan en el enlace neuronal, mezclando habilidades para la lucha con recuerdos que pondrán al ser humano como pieza fundamental de esta película.

Es realmente destacable el manejo tecnológico y la madurez emocional que deben tener los combatientes, que supera con creces a esa policía o escuadrones que acompañaban a Ultraman o Ultraseven, que no eran más que un adorno, incapaces de afrontar la potencia destructiva de los monstruos del espacio. Si hilamos fino, la película muestra el equilibrio que debe existir entre el ser humano y la tecnología para no perder el control de las cosas realmente importantes. Justamente Becket le dice a Mako: “No te pierdas en la memoria… solo es un recuerdo… nada de esto es real”.

Hay momentos para el sacrificio kamikaze del general, y también para que los protagonistas escapen en una cápsula al final.

Notable el tratamiento del romance, que no aparece, e incluso la sexualidad y la armadura de Mako es infantil, algo así como las tetas de Afrodita A, lanzando sus proyectiles a las creaciones del Dr. Hell.

La película es una matiné para disfrutar desde el comienzo hasta el fin. “El Abismo está sellado… detengan el reloj”.
Anibal Ricci
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