Porque la primera versión cinematográfica que salió del simio gigante realmente impresionaba sin tener medios, e incluso ahora, aún careciendo de algo tan básico para nosotros (la generación de pixar etc) como son unos buenos efectos, nos parece una película entrañable, una historia de amor como ha habido pocas.

Este King Kong se pasa de castaño oscuro, señores.

Para empezar es terriblemente larga. Supongo que al señor Jackson se le quedó el ego a gusto con su última película de la trilogía y pensó que no podría hacer nada que durara menos pero seamos francos, a esta película le sobran al menos tres cuartos de hora.

La historia de amor que ha movido durante años ese ser descomunal queda reducida apenas a un cariño de mascota que da lástima (esto, para mí al menos, es una soberana patada a la idea original que pierde mucha sustancia).

Para concluir (no tengo mucho tiempo hoy) los efectos especiales o más bien, la aplicación de estos. A ver, un tiranosaurio medía entre 5 metros de altura y 14 de longitud, no cazaban en manada y no me jorobes que tras una lucha de más de media hora, todos acaban mal menos la prota que milagrosamente salva el pellejo sin despeinarse...

Por cierto, nadie se preguntó cómo es posible una cosa? A ver, hablamos de un mono gigante, grandes piernas que dan pasos de kilómetros de largo, se cuelga de troncos y lianas y avanza con una velocidad pasmosa... PERO (porque hay un pero) le sirve esto para escapar? no señor, porque el Brody este corre más que él, o eso parece porque en ningún momento le pierde la pista y apenas tarda en alcarzarlos unas horas (también con la ralla del pelo bien puesta)...