Pocas cosas poseen la capacidad de unir a las personas como la estupidez humana.

En España sabemos algo de este tema, y quizá por eso me sienta tan identificado con Bill Murray cuando anuncia el Whisky Hatori con esa cara de resignación por estar rodeado de idiotas. Yo a veces tengo la misma expresión cuando abro un periódico, o cuado veo la tele, o cuando leo los tuits que le mandan los domingos a Perez Reverte.

Pero como decía, a veces ocurren pequeños milagros y, entre toda la masa de borregos, uno distingue a uno de ellos que, milagro, también aborrece a la manada. Gloriosa sensación cuando Adán encuentra a Eva. Es el amor que apela a la inteligencia en vez de a la entrepierna.

Ocurre también a veces, también con frecuencia, que se da la situación contraria a la del anuncio de Hatori, y en vez de que haya alguien normal rodeado de idiotas, haya un idiota rodeado de personas normales. Por alguna extraña reacción biológica, este elemento suele lograr abducir la inteligencia -débil, poco dada a oponerse- del resto y configurar un ambiente mediocre y aborregado, generalmente con discursos llenos de tópicos, lugares comunes y lenguajepolíticamente correcto. De esto, también tenemos ampllia experiencia.

Sin embargo, hay veces -muy pocas, contadas- en que se alinean los astros y en vez de triunfar la memez colectiva, pasa justo lo contrario y el idiota queda en evidencia delante del resto del mundo, cosa que ciertos tokiotas tuvieron el privilegio de comprobar hace unos dias.

En fin, que cuesta mucho hilvanar un discurso inteligente, como hace Sofia Coppola aquí. Y oye, yo pensaba que al final ese susurro era algo bonito, profundo... pero ahora como que vengo dudando. Porque eso de hacer causa común contra la estupidez humana tiene su miga... y tal vez la Johansson lo que le esté proponiendo al bueno de BIll Murray sea, así, en plan cachondeo, tomarse un relaxing café con leche. Donde sea, pero eso sí, sin idiotas alrededor.