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Voto de Talibán:
7
7,1
102.061
Drama. Comedia
Bob Harris, un actor norteamericano en decadencia, acepta una oferta para hacer un anuncio de whisky japonés en Tokio. Está atravesando una aguda crisis y pasa gran parte del tiempo libre en el bar del hotel. Y, precisamente allí, conoce a Charlotte, una joven casada con un fotógrafo que ha ido a Tokio a hacer un reportaje; pero mientras él trabaja, su mujer se aburre mortalmente. Además del aturdimiento que les producen las imágenes y ... [+]
21 de abril de 2013
54 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Sofia Coppola tiene la culpa de ser Sofia Coppola es algo que no discutiré. Que Bill Murray suele ser una mala elección me parece evidente. Que Scarlett Johansson no da para mucho más, es cuestión de opiniones, aunque yo lo suscribo.
Sin embargo en esta película se reivindica al mal viajero y eso me gusta. No me parece pedante ni pretencioso lo que se ve en ella, ni tampoco irrespetuoso. Lo pedante es intentar colar citas de Mishima en una entrevista en la tele japonesa. Lo pretencioso es leer haikus en el hotel de cinco estrellas, en vez de aburrirse, que es lo único que se hace en un hotel. Lo irrespetuoso es comentar el inmenso respeto que se tiene a una civilización milenaria y la pena que nos da la invasión cultural que ha sufrido; como si una estancia de unas horas nos convirtiera en forenses especialistas.
Cada vez que sale el inefable bohemio de salón distinguiendo entre un turista y un viajero, me escondo debajo de la mesa camilla. En otro país sólo puede usted ser tres cosas: un asimilado - si se queda en él-, un conquistador -como Alejandro o MacArthur- o un turista. Hay quien es turista a pesar de residir toda su vida en un país, eso es algo muy inglés. Pero no se engañen, no hay más.
El viaje auténtico, y eso parece decir esta película, lo proporciona el contacto con las personas, aquí y en Tokio. Piensen en los viajes que han hecho en su vida y quizás me den la razón: lo importante es con quién y no adónde.
Sin embargo en esta película se reivindica al mal viajero y eso me gusta. No me parece pedante ni pretencioso lo que se ve en ella, ni tampoco irrespetuoso. Lo pedante es intentar colar citas de Mishima en una entrevista en la tele japonesa. Lo pretencioso es leer haikus en el hotel de cinco estrellas, en vez de aburrirse, que es lo único que se hace en un hotel. Lo irrespetuoso es comentar el inmenso respeto que se tiene a una civilización milenaria y la pena que nos da la invasión cultural que ha sufrido; como si una estancia de unas horas nos convirtiera en forenses especialistas.
Cada vez que sale el inefable bohemio de salón distinguiendo entre un turista y un viajero, me escondo debajo de la mesa camilla. En otro país sólo puede usted ser tres cosas: un asimilado - si se queda en él-, un conquistador -como Alejandro o MacArthur- o un turista. Hay quien es turista a pesar de residir toda su vida en un país, eso es algo muy inglés. Pero no se engañen, no hay más.
El viaje auténtico, y eso parece decir esta película, lo proporciona el contacto con las personas, aquí y en Tokio. Piensen en los viajes que han hecho en su vida y quizás me den la razón: lo importante es con quién y no adónde.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No es una historia de amor, de ahí que el final resulte como de otra película, aunque sea bonito. Por mi parte les daré mi visión, nada más.
Hay dos personajes que, debido a un extraño desplazamiento físico que les proporciona tiempo innecesario para hacerlo, se ven obligados a observar sus vidas. Cuando esto sucede, lo anecdótico se vuelve insólito y la cercanía la proporciona afinidades con personas en la misma situación. Y ya está. La película se resume en una frase y de ninguna manera pienso que pretenda dictar un ensayo sobre el vacío existencial.
Y me gusta cómo dirige Sofia Coppola, lo confieso, como puedo confesar que me gusta comer caracoles.
Hay dos personajes que, debido a un extraño desplazamiento físico que les proporciona tiempo innecesario para hacerlo, se ven obligados a observar sus vidas. Cuando esto sucede, lo anecdótico se vuelve insólito y la cercanía la proporciona afinidades con personas en la misma situación. Y ya está. La película se resume en una frase y de ninguna manera pienso que pretenda dictar un ensayo sobre el vacío existencial.
Y me gusta cómo dirige Sofia Coppola, lo confieso, como puedo confesar que me gusta comer caracoles.