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Voto de Chris Jiménez:
6
Drama. Comedia Un padre de familia es despedido de la compañía de seguros donde trabaja por enfrentarse a su jefe y apoyar a un compañero al que cesan debido a su edad. En plena Depresión, su familia deberá amoldarse a las dificultades de su nueva situación. Tokyo Chorus conjuga dos temas recurrentes en el cine de Ozu: la posición económica y la realidad cotidiana de la vida familiar. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2021
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Pero las cosas no salen como uno quiere, y menos cuando se está atrapado en una sociedad donde el caos económico amenaza constantemente al humilde ciudadano.
Así que, ¿de qué sirve estudiar, graduarse, trabajar y esforzarse? ¿Y de qué le servirá a nuestros hijos?

Tras un correcto melodrama sobre la situación del Japón de principios de la era Showa, "The Lady and the Beard", Yasujiro Ozu da un paso bastante importante en su carrera que para muchos permanece desconocido. Corre el año 1.931 y "The Neighbor's Wife and Mine" ha revolucionado el cine nipón al ser la primera producción hablada del país; llega la innovación, los nuevos tiempos, y parece que así lo siente el nativo de Tokyo, quien está harto de entregarse a las comedias ligeras y los géneros populares de Shochiku, si bien cosechan relativo éxito.
Mucho antes de llegar la confirmación definitiva de la madurez con la imprescindible "He Nacido, pero..." y luego con "Historia de una Hierba Errante", se propone enfocar su arte hacia terrenos más serios, y lo hace partiendo de una serie de relatos del autor y guionista Komatsu Kitamura adaptados por Kogo Noda. Pero desde la productora le instan a dejar ciertos toques de humor, esto hará de su obra una interesante fusión de estilos; aun así el inicio, en el patio de un instituto, es puramente cómico y remite a aquellos títulos tempranos protagonizados por estudiantes y tan inspirados en el cine de Chaplin, Lloyd y Keaton.

Pero esta vez la acción no se va a limitar a este escenario; centrándose en el joven Shinji, que hace el gracioso frente a sus compañeros y se burla del maestro de educación física, Ozu rompe el tiempo presente viajando varios años adelante (práctica un tanto confusa para el espectador actual) y presentando a aquel chico convertido ya en un padre de familia con trabajo estable. Mientras se mantienen los tonos ligeros, aquél empieza a marcar el camino hacia segmentos más propios del melodrama dejando entrever muchos elementos que serán una parte esencial de su cine posterior.
Importante es que el foco sean las oficinas y el seno del hogar, por donde deambula Shinji como un asalariado más esperando a que la suerte caiga en sus manos y en la de su familia (formada por su mujer y sus tres hijos). La fatalidad se instala cuando, en defensa de un compañero al que quieren despedir, él acaba fuera de la empresa, dejando bien claro Ozu su alegato: no pueden existir héroes en una sociedad de paro, hambre y escasez, aunque algunos lo intenten disimular imitando el estilo extranjero (esa oficina llena de objetos modernos que se nos muestra a lo largo de rápidos planos y varios increíbles travellings).

El pesimismo del cineasta con respecto a este Japón posterior a la crisis de 1.927 y ya entrado en la invasión de Manchuria, se acentúa con un viaje a la ciudad donde ese coro al que hace ilusión el título parecen formarlo los vagabundos y hombres derrotados que pasan el día sentados en las aceras o dando vueltas para buscar un empleo digno; a lo lejos las chimeneas de las fábricas echan humo y espesan el ambiente (que 22 años después se captará de mejor manera en "Cuentos de Tokyo"). Esos estudiantes del inicio dispuestos a enfrentarse optimistas a un brillante futuro se dan de bruces ahora con una negra realidad sin esperanza, tal cual le sucede al protagonista.
El efecto colateral de dicha depresión social es que se introduce en el hogar y hace temblar sus cimientos; así se prefigura el gran conflicto padre-hijo de "He Nacido, pero..." a partir de una discusión por una simple bicicleta. El resultado es una muestra de irritante rebeldía por parte del primero a la que el segundo ya es incapaz de aspirar ("siento que he perdido el espíritu", confesará a su mujer en un instante desgarrador); rebeldía que se expone, y desde distintas perspectivas, como un acto de insurreción contra las ataduras utranacionalistas de aquella era Showa; Shinji halla la inopinada solución, y ahí radica la originalidad de la historia, en su antiguo profesor del instituto.

Con este encuentro, casi milagroso, se plantea una expiación de los pecados de la juventud para asegurar el futuro y aspirar a la auténtica madurez (las secuencias, resueltas con humor, de ambos anunciando el restaurante y convertidos de nuevo en maestro y alumno, son una pura genialidad). Así, Ozu aboga por aligerar los tonos del film, acercándose al melodrama al estilo de Borzage o Shimizu, pero sin descender a la sombría tragedia como ya ha hecho (los personajes de sus "noir" sólo hallaban una salida en el mundo del crimen) y hará después en sus más oscuros y violentos relatos.
No da la impresión, por tanto, de que la familia protagonista se precipite a una insalvable destrucción; el director observa la miseria del caos social con dureza pero hace que la esperanza y la felicidad les esté esperando en un recodo de la estancia. Del mismo modo el elenco hace gala una gran versatilidad para manejarse tanto en lo humorístico como en lo dramático, en especial Tatsuo Saito y Tokihiko Okada; Emiko Yagumo, actriz estrella del periodo mudo, hace otra vez equipo con éste y ambos demuestran su perfecta química, si bien su actuación, plenamente dramática, es menos sorprendente que otras ocasiones.

No faltan otros habituales de Ozu como Choko Iida y el gran Takeshi Sakamoto, y una sorpresa absoluta para los fans será ver a Hideko Takamine, de las actrices más importantes y mejor pagadas del cine japonés clásico, actuando por primera vez a sus órdenes (en su segunda película) con apenas ocho años, y muy creíblemente, todo sea dicho, encarnando a la hija del protagonista.
Hoy en día "El Coro de Tokyo", teniendo en cuenta sus fallos y lo que vendría más tarde, no parece alzarse entre sus trabajos más representativos, pero en su momento significó todo un logro para Ozu, quien empezó a ser realmente considerado como un autor de pleno derecho por crítica y público. El puente necesario para llegar a "He Nacido, pero...".
Chris Jiménez
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