Los 15 primeros minutos del film son de un ridículo espantoso. El Wahberg y su colega luchando contra 20 tíos un helicóptero y muchas ametralladoras y el colega se pone a hablar de su novia. Este es el momento en el que sabemos que el pringao va a morir, no sin antes mantener una conversación de idiota con el súper prota Wahlberg.

Tiempo después nuestro rapero musculitos se refugia en su cabaña con su perro. Un perro mucho más inteligente que su dueño. Al moderno Chuck Norris le visitan tres papanatas para decirle que tiene el deber patriótico de ayudarles en una conspiración que se pretende realizar contra el presidente de los Estados Unidos. El debe de salvar al presidente. Como no se fía mucho de los tres pringaos porque es un tío muy listo del cuerpo de elite del ejército, adiestrado en el servicio de inteligencia, decide hacerle una foto a la matrícula para comprobar que esta gente es quien dice ser. ¿Tan memo es que no es capaz de acordarse de una matrícula?

La película es lo más tonto y previsible del mundo y el único personaje medianamente interesante es el joven agente del FBI (Michael Peña), aunque parece igual de tonto. Los malos malísimos son el típico estereotipo de gente de altos cargos con traje y corbata.

El único motivo por el que le he puesto un cinco es porque me ha entretenido en una tarde de domingo de resaca. El guionista tiene que ser tan tonto como sus personajes para haber realizado este truño de acción palomitero. Lamentable Wahlberg como siempre. Buena fotografía y simple entretenimiento sin pretensiones.