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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Comedia. Drama Confinado en una prisión de la costa de Maine, Ferdinand Waldo Demara Jr. (Tony Curtis), logra escapar y cambia de identidad para evitar que lo capturen. Trabaja como profesor interino de la Universidad de Harvard en el cuerpo de marines, pero las autoridades lo localizan gracias a la documentación que el joven se dejó olvidada durante su huida. Decidido a burlar el acoso policial, se hace pasar por un monje trapense, pero, en un ... [+]
27 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia Demara vivía muy holgadamente en Lawrence, Massachusetts, EEUU… pero cuando en el año 1929 se produjo La Gran Depresión, no tardó el padre, Ferdinand Demara, en ser otra de las tantísimas personas que entraron en bancarrota. Él, su esposa y su hijo Ferdinand Jr., tuvieron que irse entonces a un sector menos favorecido de la ciudad y allí tuvo el señor Demara que aceptar un trabajo como proyeccionista de una sala de cine para poder subsistir.

Era ya un adolescente, cuando Ferdinand Jr. sintió que era hora de abrirse camino por él mismo, e influido quizás por el sacerdote Devlin, leal amigo de la familia, ingresó en una orden cisterciense donde pretendiendo servir a Dios pasó algunos años. Durante la II Guerra Mundial y habiendo cumplido veinte años, Fred (como le llamaban sus más cercanos) se enlistó en el ejército cuando EEUU entró en el conflicto en 1941, y por un incidente que allí le ocurriera, simuló un suicidio y desertó del regimiento… empezando su largo ejercicio de suplantar personalidades para huir del asedio policial y militar.

Desde entonces, con diversos nombres y encarnando distintas profesiones (psicólogo, profesor, abogado penalista, monje, médico-cirujano…), en las que demostraría idoneidad y una altísima capacidad intelectual, Ferdinand Demara Jr. recorrería buena parte del país y hasta cruzaría a Canadá, haciéndose tan famoso que los medios le identificarían como El Gran Impostor.

Esta es, sucinta, la historia de un gran personaje que, el escritor Robert Crichton, convertiría en novela en 1959, la cual fue adaptada al cine por Liam O’Brien y dirigida por Robert Mulligan con vitalidad y encanto suficientes como para asegurarnos un rato muy divertido. El director se encariña con el personaje al que, Tony Curtis, recrea con bastante gracia, y queriendo demostrar que “la realidad es más extraña que la ficción”, nos moldea a un singular ser humano que, siendo un farsante bajo la perspectiva de las leyes y ante la mirada sentenciosa de los jueces, paradójicamente consigue hacerse estimar y respetar en todas las profesiones que cada tanto asume.

El montón de divertidas y especiales anécdotas que ocurren en “EL GRAN IMPOSTOR”, parecen pura ficción, pero tan solo están dando cuenta de la recursividad, la entereza, el talento… y sin duda, la buena suerte que acompañó siempre a Ferdinand Waldo Demara Jr. (1921-1982), quien, entre muchas cosas, fue quien le hizo el ritual de la extremaunción a su gran amigo y actor Steve McQueen, en 1980.

“Nada enseña tanto como el fracaso”, decía G.K. Chesterton (frase que cita Devlin en la película) y Demara nos va a dar prueba de su capacidad de tolerancia al fracaso, al asumir cuanto reto se abre en su camino sintiendo que “esperar que te sorprendan es parte de la diversión”. Con todo, bien que puede ponerse en la lista de los personajes más singulares que ha dado la historia humana.

El reparto incluye renombrados actores que hacen muy bien lo suyo como Karl Malden, Gary Merrill, Sue Ane Langdon, Mike Kellin y Edmond O’Brien, entre otros, y por su parte, Robert Mulligan comenzaba a consolidar una obra cinematográfica bastante representativa.

Termino citando una de esas frases que dan clara cuenta del carácter femenino que tanto admiro. La dice, la teniente Catherine Lacey (Joan Blackman) con respecto a Demara, demostrando que le quiere incondicionalmente:

“Me voy a casar con él y aceptaré cualquier nombre que quiera compartir conmigo”.
Luis Guillermo Cardona
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