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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Thriller Al inspector Lohmann lo llama por teléfono un antiguo miembro del Departamento de Policía para denunciar un caso de falsificación. Sin embargo, antes de que pueda testificar y revelar los detalles del delito, se vuelve loco a causa de un atentado. Las investigaciones de Lohmann en seguida lo conducen hasta el doctor Mabuse, pero el famoso criminal hace años que está recluido en una clínica mental, cuyo director, el doctor Baum, es un ... [+]
17 de noviembre de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de cometer numerosas y sofisticadas fechorías, el Dr. Mabuse “enloquece” al ver que su oscuro sendero está a punto de cerrarse, y entonces, termina recluido en un hospital psiquiátrico. Pero, como a los buenos artistas el público se niega a olvidarlos (¡y él fue uno muy bueno!), los productores insistieron con el director Fritz Lang, para que lo ayudara a salir de aquel encierro y le diera la oportunidad de cometer otros desmanes por algún tiempo. Así, en compañía de Thea von Harbou, Lang bordó esta nueva historia que apuntó cuidadosamente a trascender aquella premonición que fuera “Dr. Mabuse el jugador”, para denunciar ahora con gran agudeza, el terrible peligro que se cernía sobre Alemania y sobre el mundo, con el imperio del crímen y la crueldad que venía gestando el führer Adolf Hitler.

Surge entonces ese maestro del hipnotismo, dotado ahora de la capacidad de salirse de su propio cuerpo y con una recursividad bastante estimable que asombrará, en más de una ocasión, a sus incansables perseguidores. Y es esto lo que valida, en casos como el suyo, las palabras del procurador Wenck al comienzo del libro, cuando sostiene que "un criminal no es un ser inferior, sino un hombre de impulsos elevados, estimulados por una fuerza diabólica".

Apoyado en recursos técnicos más evolucionados, Lang logra algunas afortunadas escenas de acción, y efectos visuales bastante verosímiles y debidamente ajustados a los requerimientos de la historia. Falla, hay que decirlo, al mostrar en la acción a Thomas Kent como una suerte de Flash (mediante un aceleramiento excesivo de la acción) y al usar ese tonto recurso (que no imagino como pudo proyectarse tanto en el cine de otros años… bueno, si lo imagino), de planear la muerte de los protagonistas, y luego de tenerlos en la mano, darles el tiempo necesario para que se fuguen (“Morirán dentro de tres horas”, dice aquí Mabuse al redimido Kent y a su novia Lilli, sin que medie razón alguna).

Con todo, lo que más me gusta del filme, es el comisario Lohmann (Otto Wernicke) -heredado de su anterior y exitosa "M"-, la suerte de hombre de ley que debería abundar en la vida real: equilibrado, tolerante, modesto, perspicaz, y haciendo lo suyo sin perder por nada del mundo la alegría de la vida. Pues ¿cómo ha de ser que la aplicación de la justicia se asigne a tipos maltratadores, psicópatas, torturadores, tramposos… si es precisamente a estos a los que se pretende acabar?

Terminaba este año, 1932, la gloriosa etapa alemana que llevaría al panteón de los grandes realizadores a Fritz Lang. Será siempre imperdonable que, por proteger sus vidas, los grandes y pacíficos artistas tengan que abandonar sus países, cuando ellos, más que cualquier político, son los que privilegian, y merecen, la tierra en que nacieron.
Luis Guillermo Cardona
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