Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Terror. Fantástico. Thriller Susie Bannion (Dakota Johnson) es una joven estadounidense que viaja a Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). El mismo día en el que ingresa en la escuela, una de las alumnas, recientemente expulsada, es asesinada. No se trata de un hecho aislado, lo que hace sospechar a la brillante estudiante sobre la implicación de la escuela en los ... [+]
30 de noviembre de 2018
135 de 188 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las hemos matado.

Antiguamente, en tiempos de Darío Argento, creíamos que Tres Madres hechiceras regían el mundo desde santuarios ocultos, y nunca nos alejábamos de la poderosa influencia ejercida sobre nosotros, sus hijos.
Sin embargo, a Luca Guadagnino le ha dado por preguntar: ¿cómo puede ser eso posible, cuando convivimos con el horror y el dolor casi a diario, arrastrado desde décadas atrás?
Una madre nunca dejaría a sus hijos así. Y si una madre puede encajar en cualquier lugar, pero deja un vacío insustituible cuando se va, queda claro que hemos sido abandonados a nuestra suerte, viviendo en el peor vacío imaginable.

‘Suspiria’ es un tigre nuevo de rayas viejas.
Una construcción sensible y progresiva sobre los cimientos de la versión original, poniendo un énfasis especial en una feminidad desprovista de figuras maternas que debe aprender a aceptar la falta de ellas, mientras el baile artístico se concibe como único refugio ante toda la brutalidad que anida fuera.
La vieja Europa, en toda su gloria, en toda su decadencia, cerca con un Muro histórico la fachada de la academia, y ningún aula es capaz de anular completamente la soterrada inquietud (lluvia, gritos, avisos, bombas) que suena entre medias de los miembros enérgicos y las melodías de cinta magnética.

Para Susie Bannion, sin embargo, esas paredes sí que disipan la respiración de madre moribunda que la ha acompañado desde Ohio, y cada vez le vienen menos imágenes de ese microuniverso infantil en forma de campiña rural que se le ha derrumbado: en Berlín puede encontrar otro hogar perdiéndose en la danza, entregándose a ella hasta que ya no queden espectros o traumas en su memoria.
La directora Madame Blanc, antes figura inalcanzable de su pasado, se convierte en madre comprensiva que la recibe con los brazos abiertos, calmando cualquier tenebrosidad y desplegando por encima de todos unos ideales tan altos que ningún régimen o época han podido tumbar. En tiempos turbulentos, semejante seguridad no es que sea un regalo, sino casi un milagro.
Allí se disipan las inseguridades que acechan las calles. Toda chica ocupa un lugar importante, sumándose a una estructura mayor que si misma. Y la charla sobre brujas malévolas con el psicólogo Josef Klemperer de la antigua alumna Patricia, abriendo la historia, parece una exageración sin fundamento.

Aunque precisamente dejar de lado el misterio es un detalle de nueva versión inteligente, pasando por encima del “¿serán o no serán?” y yendo directamente a un curioso costumbrismo de aquelarre cocinando en hornillo mientras toman decisiones delante del café, preocupadas porque el sacrificio para la Madre Helena Markos no llegue a tiempo y no puedan pasar el más duro invierno de la humanidad. Inconscientemente, estas mujeres que son madres para tantas chicas también esperan el cuidado de una propia.
Por eso llenan las noches de Susie de pesadillas texturizadas (pelo, sangre, metal, crujidos de hueso), por eso fuerzan el límite de sus extremidades para que toque el cielo, y no perdonan una sola deserción más clamando que son unas tutoras manipuladoras (si quieres manipulación, toma dos tazas… es lo que muestra cierta escena malrollera). Las torturan, las vampirizan y se ríen de los hombres que se acercan a su hermandad, mientras las alumnas son inspiradas a dar “un puñetazo en la cara” con su arte, porque ya se acabó el tiempo de las cosas bellas.
Al lado de estas mujeres feroces, entregadas, creando una formación irrompible, palidece y conmueve el sencillo Doctor Klemperer, sentándose en el jardín nevado de una casucha al otro lado del Muro, donde pasó estaciones enteras junto a su amada esposa Anke: porque al hombre solo le queda añorar el pasado, mientras ellas intentan como sea no volver a repetirlo.

‘Suspiria’ en su versión 2018 es una rareza maravillosa.
Una fábula profundamente alegórica que se permite el lujo de no tener que meter determinados sustos cada tantos minutos, que tiene a un director con tantas ganas de divertirse en el ‘slasher’ como para “cutrear” arbitrariamente sus tiros de cámara y se toma su tiempo para meterte hasta el útero de esa academia Tanz, donde no sabemos lo que hemos visto gritando retorcido en el pasillo oscuro.
Lo más especial quizá sea que, detrás de la obvia provocación estilística, se destila tristeza por este mundo que nos ha tocado vivir, perpetuamente herido por sus guerras y sus revueltas, con el arte arrastrado a su vera, y las mujeres siendo silenciosas víctimas de todas las eras, no importa cuanta sangre hayan dejado en el escenario.

Algún día podremos sanar toda la culpa y la vergüenza que hemos provocado en ausencia de las Madres.
(O eso, al menos, me transmiten las melodías de Thom Yorke)
Si esta evolución “suspiriana” nos deja algo es que, más allá de la barbarie, también sobreviven breves actos de belleza que le dan sentido a todo, como una inscripción apenas visible, prueba de que un hombre quiso a una mujer, de verdad, en la peor circunstancia.
Va por todas las mujeres que huyeron, que soportaron, que se ocultaron, que se entregaron… y finalmente en su propia Madre se convirtieron.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow