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Voto de Antonio Morales:
6
Acción. Thriller El día de su boda, una asesina profesional (Thurman) sufre el ataque de algunos miembros de su propia banda, que obedecen las órdenes de Bill (David Carradine), el jefe de la organización criminal. Logra sobrevivir al ataque, aunque queda en coma. Cuatro años después despierta dominada por un gran deseo de venganza.
8 de agosto de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es Tarantino un artista que roza la genialidad o, simplemente, un hábil embaucador? ¿Es Kill Bill Vol. 1 un depuradísimo ejercicio de estilo o una descarada tomadura de pelo? Probablemente, tales interrogantes serían muy fáciles de responder para los admiradores o detractores del cineasta de Tennessee. No obstante para aquellos que practicamos la equidistancia (aunque critiqué duramente Django, me gusta Reservois Dogs y Pulp Fiction) entre antipatías y entusiasmos, el tomar partido presenta ciertas dificultades que se pueden analizar, sin despreciar ninguna opinión, pues la mía es la nº 300.

Ante todo he de reconocer que esta película es la más personal de Tarantino. De hecho, para los defensores de la política de autor, casi puede considerarse una muestra ejemplar. Quentin nos ofrece un muestrario de las obsesiones más personales del autor. Quizá por ello en Kill Bill Vol. 1, más que en ningún otro título, sus filias cinematográficas y en menor medida, su irregular formación cultural, cobran un ímpetu abrumador. Tarantino hace cine sobre cine, o más concretamente, sobre ese cine que le empujó a escribir guiones y dirigir películas, ideas, argumentos, arquetipos, frases, melodías, sonidos, secuencias e imágenes bullen con frenesí en el interior de su cabeza, esperando el momento para cobrar nueva vida fílmica, tamizados a través de las emociones del realizador.

En una película se puede relatar la epopeya, la épica, la comedia, la sátira, la tragedia o, el drama, incluso la pantomima… Y todo ello, se rige por unas reglas en combinación con una estructura, lo que se conoce como “el arte del narrador”, que se utiliza para mostrarnos una moral o una enseñanza vital. Pero Tarantino carece de “el arte del narrador”, ni tampoco pretende adquirirlo. De ahí que Kill Bill Vol. 1 derive en un lúdico fuego de artificio donde impera la forma por la forma desestimándose cualquier otro pensamiento de orden estético o filosófico. El relato se elabora a partir de decenas de referencias y citas, cinéfilas o no. En realidad Tarantino no tiene nada nuevo que contarnos, sabedor que lo superfluo llama muncho la atención, se emplea a fondo en elaborar un deslumbrante espectáculo hueco, coreografiando la violencia en la forma que nos tiene acostumbrados.

Sin embargo, Tarantino se concentra en parodiar diferentes géneros cinematográficos, como hacía en las películas citadas con anterioridad, narrando una historia muy simple: la venganza de una mujer. El autor contempla la carnicería con actitud burlesca, hilarante en su cínico planteamiento. Estamos lejos, pues, de la visión nihilista que ofrecía el western europeo de la violencia, tan adorado por Tarantino. Sin duda Kill Bill Vol. 1 es un festín para cinéfilos de paladar omnívoro y gimnastas de la erudición fílmica, siempre y cuando estén dispuestos a entrar en el juego propuesto por el cineasta. Juego que comienza a partir de los títulos de crédito, repasando el universo de las películas de artes marciales, el mono amarillo con franjas negras que utilizaba Bruce Lee, al igual que los trajes negros con antifaz que lucen los yakuzas, utilizados en La serie de televisión “The Green Hornet” también protagonizada por Lee. Tarantino se gana el aplauso de sus admiradores, su complicidad, pero más allá de semejante propósito, todo viene dictado en la más pura pedantería freaky.
Antonio Morales
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