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Voto de Vivoleyendo:
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Thriller
Al inspector Lohmann lo llama por teléfono un antiguo miembro del Departamento de Policía para denunciar un caso de falsificación. Sin embargo, antes de que pueda testificar y revelar los detalles del delito, se vuelve loco a causa de un atentado. Las investigaciones de Lohmann en seguida lo conducen hasta el doctor Mabuse, pero el famoso criminal hace años que está recluido en una clínica mental, cuyo director, el doctor Baum, es un ... [+]
12 de febrero de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los postulados de cualquier sistema totalitario están aquí.
El demente doctor Mabuse, recluido desde hace once años en una clínica psiquiátrica regida por su admirador el profesor Baum, ha empezado a escribir febrilmente tras un prolongado silencio. Llena páginas y páginas con instrucciones detalladas para sembrar el terror a nivel internacional y así imponer el Imperio del Crimen. Robos de bancos a gran escala, ataques masivos a plantas químicas, fábricas de divisas falsas para inundar el mercado monetario y hundir la economía mundial, actos terroristas indiscriminados con el único propósito de extender el caos, la confusión y el miedo, las formas más eficaces de someter a la gente. El inteligente y superdotado Mabuse, con su extraña capacidad para dominar las mentes, soñaba con dominar el mundo e imponer su reinado de maldad, hasta que sus acciones fueron truncadas por la policía y él fue a parar al psiquiátrico, con el cerebro completamente trastornado.
Ahí no se detuvo la maquinaria, porque muerto el perro no se acabó la rabia. El legado de Mabuse sigue cobrándose adeptos una década más tarde de su detención, tal y como la policía, encabezada por el sagaz comisario Lohmann, sospecha al investigar una serie de crímenes que están salpicando la ciudad.
Los secuaces contratados para las fechorías, organizadamente distribuidos en bandos y misiones concretas, no conocen a su jefe, sólo escuchan sus órdenes al otro lado de una cortina. Todos ellos son mercenarios de diversos pelajes movidos por el olor de la paga que reciben. Uno de ellos, Kent, es un pobre desgraciado que cometió el mayor error de su vida y que, desesperado por no encontrar empleo, tuvo que caer en lo más bajo al entrar en las bandas del misterioso Mabuse que es quien parece controlarlo todo. Otro motivo por el que las multitudes se sienten asquedadas y soliviantadas: el desempleo y la pobreza, aquí sugerido como un importante medio para socavar la voluntad general y preparar el camino al Terror. La prueba es que Kent tuvo que dejar de lado sus escrúpulos y convertirse en delincuente para poder ganarse la vida. Por ahí se comienza a minar los espíritus, a corromperlos. Pero a Kent le queda una esperanza: se ha enamorado de una buena chica que está dispuesta a lo que sea para salvarlo. Aquí el amor se presenta como rival poderoso para contrarrestar los efectos destructivos del mal.
El demente doctor Mabuse, recluido desde hace once años en una clínica psiquiátrica regida por su admirador el profesor Baum, ha empezado a escribir febrilmente tras un prolongado silencio. Llena páginas y páginas con instrucciones detalladas para sembrar el terror a nivel internacional y así imponer el Imperio del Crimen. Robos de bancos a gran escala, ataques masivos a plantas químicas, fábricas de divisas falsas para inundar el mercado monetario y hundir la economía mundial, actos terroristas indiscriminados con el único propósito de extender el caos, la confusión y el miedo, las formas más eficaces de someter a la gente. El inteligente y superdotado Mabuse, con su extraña capacidad para dominar las mentes, soñaba con dominar el mundo e imponer su reinado de maldad, hasta que sus acciones fueron truncadas por la policía y él fue a parar al psiquiátrico, con el cerebro completamente trastornado.
Ahí no se detuvo la maquinaria, porque muerto el perro no se acabó la rabia. El legado de Mabuse sigue cobrándose adeptos una década más tarde de su detención, tal y como la policía, encabezada por el sagaz comisario Lohmann, sospecha al investigar una serie de crímenes que están salpicando la ciudad.
Los secuaces contratados para las fechorías, organizadamente distribuidos en bandos y misiones concretas, no conocen a su jefe, sólo escuchan sus órdenes al otro lado de una cortina. Todos ellos son mercenarios de diversos pelajes movidos por el olor de la paga que reciben. Uno de ellos, Kent, es un pobre desgraciado que cometió el mayor error de su vida y que, desesperado por no encontrar empleo, tuvo que caer en lo más bajo al entrar en las bandas del misterioso Mabuse que es quien parece controlarlo todo. Otro motivo por el que las multitudes se sienten asquedadas y soliviantadas: el desempleo y la pobreza, aquí sugerido como un importante medio para socavar la voluntad general y preparar el camino al Terror. La prueba es que Kent tuvo que dejar de lado sus escrúpulos y convertirse en delincuente para poder ganarse la vida. Por ahí se comienza a minar los espíritus, a corromperlos. Pero a Kent le queda una esperanza: se ha enamorado de una buena chica que está dispuesta a lo que sea para salvarlo. Aquí el amor se presenta como rival poderoso para contrarrestar los efectos destructivos del mal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Las semillas pueden permanecer latentes durante mucho tiempo hasta encontrar el terreno idóneo en el que germinar. El Imperio del Crimen de Mabuse ha aguardado pacientemente hasta renacer, incluso después de muerto su autor; señal de que la ambición por el poder seduce con pasmosa facilidad a cualquiera que esté predispuesto a dejarse arrastrar y que posea cualidades de mando y de persuasión. De esa manera se van imponiendo los regímenes dictatoriales, cuando las condiciones lo favorecen. Miremos a Hitler y cómo ascendió; el mismo año en que esta película apareció, el nazismo ya contaba con el apoyo de una mayoría en Alemania. No es de extrañar que la inoportuna cinta de Lang fuese rápidamente censurada y prohibida, pues exponía precisamente, y no de forma halagüeña, el ideario del partido vencedor.
Lo que era evidente: Robert Wiene y Fritz Lang eran una especie de visionarios aunque fuese involuntariamente. Anticiparon lo que iba a venir aunque ellos no supieran que lo estaban anticipando, o no fuese esa su intención. No creo que sea una mera casualidad. Me da por pensar que la abundante literatura sobre los "superhombres" y toda esa mitología tenía mucho que ver, y por desgracia no se limitó a inspirar unos cuantos filmes de denuncia. El estado germánico estaba derivando en una olla a presión. Nada bueno podía resultar de aquella cultura de odio que se cocía a fuego lento.
Ojalá un sobrehumano comisario Lohmann cortara a tiempo el germen del terror cada vez que se instalara en el alma de un demente que se encontrara a sus pies un campo preparado para la siembra.
Lo que era evidente: Robert Wiene y Fritz Lang eran una especie de visionarios aunque fuese involuntariamente. Anticiparon lo que iba a venir aunque ellos no supieran que lo estaban anticipando, o no fuese esa su intención. No creo que sea una mera casualidad. Me da por pensar que la abundante literatura sobre los "superhombres" y toda esa mitología tenía mucho que ver, y por desgracia no se limitó a inspirar unos cuantos filmes de denuncia. El estado germánico estaba derivando en una olla a presión. Nada bueno podía resultar de aquella cultura de odio que se cocía a fuego lento.
Ojalá un sobrehumano comisario Lohmann cortara a tiempo el germen del terror cada vez que se instalara en el alma de un demente que se encontrara a sus pies un campo preparado para la siembra.