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Hacia rutas salvajes

Aventuras. Drama A principios de los años noventa, el joven e idealista Christopher McCandless (Emile Hirsch), adopta el nombre de Alexander Supertramp, deja sus posesiones y sus ahorros a la beneficencia y abandona el mundo civilizado con rumbo a la salvaje Alaska para entrar en contacto con la Naturaleza y descubrir el verdadero sentido de la vida. Adaptación del best-seller de Jon Krakauer, basado en las notas del diario de McCandless. (FILMAFFINITY)
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Críticas 333
Críticas ordenadas por utilidad
29 de febrero de 2008
56 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solvente historia de un joven que necesita vivir su propia odisea, viajarla, experimentarla, a pesar de los riesgos, de la soledad y de los dolores por los que hay que pasar, a pesar de los sufrimientos que suelen causarse a los familiares y personas que más lo quieren a uno. Viendo los pasos de Chistopher Johnson McCandless. Muchos seres humanos a lo largo de las épocas hemos hecho lo mismo: es inevitable, se trata de una llamada trascendente a las fuentes profundas de las que procedemos y para esto casi siempre el primer paso es cortar con la vida que llevabamos hasta ese momento y poner rumbo radicalmente hacia el regazo de la Madre Naturaleza.

Trascente película porque Sean Penn sabe darle la atmósfera verdadera, religiosa, humanista, naturalista, la incertidumbre, la apertura existencial tan antigua y cautivadora que sintió este joven como antes muchos otros en la Historia, desde Sidharta, pasando por Jesús de Nazaret, Francisco de Asís o Ghandi. Viene ya de muy lejos esa necesidad del alma que muchos seres humanos sentimos de ir en búsquedad del hogar verdadero, de la felicidad no convencional, del plus existencial, de la impronta antropológico-religiosa que todo ser humano conlleva. Sucede desde hace miles de años; tal llamada ya está reflejada en el Bhagavad Gita, cuando Krishna dice a Arjona: “Por cualquier camino que sigan, de ruptura con lo negativo cambiándose a lo positivo, al fin vendrán a mí.”

El lanzarse a buscar y vivir el propio porvenir, como hace el joven Chistopher Johnson McCandless, dejando al dios dinero como principal referencia vital y poniendo en su lugar al Dios del Bien, de lo Bueno y de lo Armónico y Natural del Universo, para ponerse lo más en sintonía con él; esto es algo que siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo.

Cuando se trata de un cambio de vida tan radical y determinante, casi siempre hubo por medio libros que nos inspiraron, que nos fortalecieron, que no envalentonaron a proceder así. La lectura de libros suele ser una característica bastante común en los sujetos que cambian radicalmente de vida y en este filme aparece también dicha idiosincrasia: en el caso de este joven McCandless fue leer a Henri David Thoreau, León Tolstoi, etc. En otros casos ha sido leer la vida de Jesús de Nazaret, de Francisco de Asís, de Francisco Javier, de Ignacio de Loyola... Como sea, es casi siempre la lectura (en sus derivaciones biográficas) la que da osadía aventurera, la que prepara quijotezcamente a lanzarte al mundo como un raro, extraordinario o loco; la lectura te permite acceder a los tesoros del espíritu humano, de todas las edades y de todas las procedencias; quien lee adquiere un poder o posesión de un bien que nadie puede arrebatarle.

Sean Penn, una vez más nos deja muestra que como director de cine puede ser más valioso que como actor, que sabe como filmar películas y tocarnos las fibras invisibles del alma.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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19 de enero de 2010
78 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
El urbanita progre siente que algo no funciona desde hace mucho tiempo. Tiene de todo y no es feliz. Entonces cree sentir la llamada de la Naturaleza y va para allá a joder. Todos estos hippies posmodernos que mezclan poesía social, arte abstracto, mochila, cannabis y guitarra española con bosques caducifolios pueden irse al carajo. Sinceramente que les parta un rayo.

Muchos de ellos al final tienen que ser rescatados por un helicóptero de la Guardia Civil el fin de semana por acampar en una ladera de ventisca o por intoxicarse con hongos alucinógenos. Son igual de notas que Sean Penn, que fue a ayudar con el Katrina y acabó pidiendo auxilio a Protección Civil.

El protagonista de “Hacia rutas salvajes” es todavía peor. Resulta que es experto en política africana, más bien creo que debió leer “Tarzán de los monos” como mucho. Dos horas y media haciendo el canelo tiene mérito.

Si queréis ayudar al campo, coged el azadón, o mejor aún, no vayáis. Os aseguro que los robles no os echan en absoluto de menos.

Receta indie: música country, joven moviéndose haciendo dedo y muchas bonitas postales. Faltan los nenúfares de Rubén Darío, pero esa anécdota ya la conté otro día, buscadla por ahí.
vircenguetorix
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27 de diciembre de 2011
52 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aviso para los que esperen ver en esta película una historia de supervivencia en la naturaleza: Esto es mas una "road movie" del estilo de "Una Historia Verdadera" que otra cosa. Aquí el protagonista se pasa casi todo el tiempo viajando de aquí para allá a dedo, o en tren de polizón, y conociendo gente, que en la naturaleza; y cuando por fin llega a los bosques, nos demuestra que no está preparado para ello, y que poco le vamos a ver en ellos.

Me acerqué a esta película, buscando en Filmaffinity por la categoría "naturaleza". Pensaba encontrarme algo del estilo de "El Último Cazador", de naturaleza salvaje, de un hombre que sobrevive en ella, pero en su lugar ¿qué me encuentro? La historia de un niñato que se va de casa a jugar a vivir de la naturaleza sin tener ni puñetera idea, y que se pasa más de tres cuartas partes del metraje viajando de aquí para allá, y trabajando en la misma civilización de la que quiere huir. Es curioso que deje todo su dinero ahorrado para irse a ganar más DINERO trabajando. Me parece una de las múltiples contradicciones que tiene este film, que hacen que flojee muchísimo en su conjunto, y que personalmente, yo no haya podido verlo tranquilo.

Muchos hemos pensado, asqueados por el capitalismo, por las mentiras y la hipocresía del mundo en que vivimos, por problemas familiares, etc... etc... irnos a vivir a la naturaleza, huir de todo. Y me incluyo entre los que mas de una vez se lo ha planteado. Adoro la naturaleza, odio la sociedad actual, el capitalismo, etc... ¡pero! No puedo sentirme indentificado con el protagonista de esta película porque a diferencia de el, sé que la naturaleza, aunque muy bonita, es muy dura. En otras palabras, la naturaleza me da respeto, y sé que no es un juego. Sé que vivir en ella solo no es como leer novelas de Jack London, y que duraría menos de un mes si cometiera la locura de irme de repente sin antes informarme y prepararme a fondo (tampoco cometería la locura de irme solo).

Hay una estrecha línea que separa lo que es un héroe, de un insensato, y nuestro protagonista, la cruza de sobras. Me considero idealista y soñador, de hecho, dejé mi vida a los 22 para viajar a la otra punta del planeta, pero de forma sensata y planeada, y no en plan pataleta irresponsable como hace este crío.

Sigo en el "spoiler" por falta de espacio...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Asamiya Shin
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7 de marzo de 2008
41 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perderse y ser uno con la naturaleza. A quien no le gustaría hacerlo a veces. En esta peli lo llevamos hasta las últimas consecuencias y en momentos llegamos a sentirlo con el personaje protagonista. Vivir la aventura, romper las ataduras... todo eso está bien, pero si tienes una estufa y comida calentita, mucho mejor.

La sensación final es que la peli es un poco plana, no tendría por que serlo. Las emociones que debió sentir el auténtico Christopher McCandless darían para ponernos los pelos de punta, seguro. A mi no se me ha movido ni un pelo con esta pelicula. Bien dirigida, bien interpretada, buena fotografia, buena banda sonora, pero le falta algo. Tal vez deberían profundizar un poco más en la psicología del personaje, cuales eran sus motivos (que se pasa bastante por alto), que le impulsaba, que le dolía... En definitiva falta algo más para que llegue a emocionar. Y debería.
Caraboo
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25 de enero de 2008
53 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de la aventura y el placer del viaje, Sean Penn en su cuarto trabajo tras la cámara, nos introduce realmente en reflexiones sobre el ser humano y la búsqueda de respuestas de un joven que emprende un proceso para encontrarse a sí mismo -un viaje también interior, probablemente el más importante-. Basándose en la realidad vivida por Christopher McCandless, la película acompañada por una muy buena fotografía con excelentes paisajes y retratos de variopintos personajes, nos descubre las entrañas de un chico que un buen día decidió cambiar su vida prescindiendo de todos los bienes posibles para preguntarse aquello que nos decía la ya vieja “The logical song” del grupo musical del que tomará su falso apellido: ¿Quién soy?

La historia se divide en diferentes etapas según el aprendizaje hacia el desapego de lo material durante su peregrinaje: la iniciación, la madurez, la sabiduría… Etapas todas ellas contadas mediante flashbacks recurrentes desde el destino final de Christopher, donde finalmente anotará en uno de esos libros que siempre le acompañaban la ansiada respuesta de su búsqueda, la cual los espectadores descubriremos junto con él al acabar la emotiva proyección. Si bien ese empeño últimamente muy de moda de meter flasbacks en historias que podrían perfectamente llevar un desarrollo lineal no termina de ser señal de agudeza de los guionistas, en este caso no supone demasiado inconveniente ni resta viveza a la narración que se mantiene en todo momento sin decaer.

Un buen día también yo conocí a Alexander Supertramp. Me dijo que quería irse a vivir aislado en plena naturaleza, donde se respira libertad, porque pensaba que sólo de esa forma el hombre podría ser plenamente feliz. A pesar de que varias veces, preocupado, le comenté que no podría sobrevivir sin nada, siempre terminábamos discutiendo e insistía en que era yo quien estaba atado a cosas sin las que no era capaz de vivir al mismo tiempo que no podía ser feliz con ellas. Una buena mañana, cuando abrí la puerta de su cuarto, se había marchado. Desde entonces nunca más supe de él y allí me quedé lleno de temores, asombrado al discernir que no sentía miedo realmente por lo que pudiera sucederle, sino por si a su modo él sí alcanzaba de verdad la felicidad.

Perfectamente compaginado entre Jack London y Tolstoi, Christopher-Alexander vivirá su particular “llamada de la selva” indagando en el alma de las personas y en la suya propia para también aprender de sus propios errores y encontrar un sentido en soledad, bajo las cumbres nevadas, junto a bosques y ríos torrenciales, mirando el azul del cielo salpicado por las nubes allá donde se pierden los caminos…
Pedro
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