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La casa número 322

Cine negro. Intriga. Thriller A instancias de sus superiores, el policía Paul Sheridan (Fred MacMurray) consigue intimar con la atractiva novia (Kim Novak) del atracador de bancos más buscado del país. Se trata de que obtenga información para arrestarlo cuando vaya a visitarla. Pero, cuando ella averigua quién es Paul, intenta corromperlo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
7 de octubre de 2013
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no me considero con los conocimientos necesarios de cine como para hacer una crítica con las palabras especializadas como hacen otros.
Lo único que yo se valorar, son las emociones que me produce un film.
Anticipo que el género que más me gusta es el cine negro.
Y la valoración final: no le doy un 10 porqué soy demasiado influenciable y veo que sólo tiene un 7,2 de media en filmaffinity, pero para mí, casi está a la altura de "Perdición" del gran Wilder.
Me ha tenido pegado a la pantalla sin siquiera pestañear, se anticipaba el final, pero casi siempre que veo un peliculón, lo huelo.
Lo único que me extraña es que no hubiera oido nunca antes hablar de esta maravillosa cinta.
Recomendable al 100 por 100
boletusaereus56
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16 de agosto de 2010
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre Pushover (algo así como Impetuoso), planean dos alargadas sombras: Una, la de Perdición (Double Indemnity), la genial película de Billy Wilder con el mismo actor como protagonista (Fred MacMurray) y dos, la de La ventana indiscreta (Rear Window) del mago del suspense Alfred Hitchcock. Sin embargo La casa número 322 (Pushover) tiene una identidad propia y suficiente para satisfacer a los cinéfilos aficionados al cine en general y al noir en particular.

Al contrario de otros muchos films encuadrados en el noir con calzador, Pushover cuenta con muchos de los elementos definitorios característicos, a saber: La ciudad, la noche, las sombras, el tipo al que un mal paso pone fuera de la ley y la vamp seductora absolutamente imprescindible. Soy consciente de que la pluralidad de elementos noir no se reduce a los expuestos y que a este género le vienen de perilla unos diálogos cuanto más cáusticos mejor o unos personajes, preferentemente detectives a lo Marlowe regurgitando desengaños y frustraciones. Pushover tiene los, a mi parecer, mínimos imprescindibles y Quine los conjunta y explota con habilidad, construyendo un ambiente claustrofóbico que no le viene nada mal.

El meollo de la cuestión: El dinero quebrantador de voluntades, de lealtades, de juramentos, de placas y de honestas y tranquilas jubilaciones futuras. El motor: La donna. Mobile, inmobile o como sea, pero eso sí, con el rostro y tipazo de Kim Novak, su cercanía, sus labios y su seducción y ese cierto aire cándido e inexperto que, probablemente por ser su primer papel protagonista, rezuma en cada plano y que le sienta excelentemente a la película. Y, quebrantando sus principios, Fred MacMurray (“mis padres siempre estaban peleando por el maldito dinero”) quizás no tan perdido por Kim como por Bárbara, pero muchísimo mas goloso por el dinero ¿sucio? (“El dinero no es sucio, lo es la gente”).

Como supondrán, chispas, pavesas y fuegos artificiales en la relación Lena-Paul. Ella ex de chico malo, él, policía de impoluto historial. Y el diablo soplando en forma de maletín. Añadan a ello, la vecinita (Dorothy Malone) un vigilante (Phil Carey) desviando interesadamente los prismáticos de ventana a ventana, un policía cercano al retiro con la garganta seca en el momento menos adecuado y un capitán de policía (E.G. Marshall) presionado por los jerifaltes de la City, y tendrán el cuadro de este interesante film de Richard Quine con participación al guión de Roy Huggins (El fugitivo) y a la fotografía de Lester White . Ambos excelentes.
FATHER CAPRIO
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24 de junio de 2012
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre policías en la ratonera montada en la casa 322, el ritmo era frenético para atrapar al ladrón. Se entrecruzan ideas, contactos, idas y venidas, y se produce un desfasaje de los personajes principales proclives a cambiar de bando. Juega la inteligencia, fallan los planes, pero siguen adelante, nadie detiene la obsesión de un policía. La exquisita Kim Novak subyugante en un papel a dos aguas demostrando lo que luego sería en el cine. La actuación de Fred MacMurray inexpresiva como siempre, un actor sin carisma, que no hacia pareja ni en ésta ni en la otra vida con la Kim Novak, sin embargo pese a ese detalle, mantiene la intriga y la expectativa por saber su desenlace. Cine negro del bueno con un argumento muy policíaco y en donde las debilidades humanas pesan. La corrupción policíaca se desliza en todo el film, y uno se siente hasta atrapado en la trama y eso la hace de por sí una buena película, inclusive muy superior a la "Ventana indiscreta" que nunca me convenció en su muy lineal argumento ni en su creatividad, aquí estaba su problema parecerse a este film y no lo logra, pese a Hitchcock y toda la crítica o alabanzas posteriores. Hay que verla para disfrutarla, y me da lástima otros comentarios que para hacerse los sabiondos cuentan parte del argumento, me parece una bajeza y una innecesaria manera de mostrar su pobres egos.
Prudencio Hernández Jr
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27 de julio de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ví por curiosidad ya que conozco a Richard Quine más por sus comedias (estupendas algunas de ellas) que por su dedicación a otros géneros. Naturalmente pensé en "Perdición", y aunque 10 años separan a las dos películas, el argumento y la presencia de Fred MacMurray como víctima de la avaricia y de los tejemanejes de la mujer fatal de turno hacen que tengan varios puntos en común. Las similitudes terminan ahí, y las diferencias empiezan desde mi punto de vista por la mujer fatal en cuestión. Yo tambien me convertiria en delincuente si me engatusase Barbara Stanwyck, pero me lo pensaría dos veces si me tentase Kim Novak en esta película. Se le puede perdonar la falta de empaque del personaje dado que estaba en los inicios de su carrera y porque, seamos sinceros, cuando Barbara Stanwyck te mira de reojo sabes que estás perdido.
Por otra parte la línea continua que sigue el guión de "Perdición", que te lleva directa e inexorablemente a un final trágico se quiebra un poco en esta película, quizá por las constantes idas y venidas entre uno y otro piso y el coche policial apostado en la calle, aunque por otra parte son necesarias para ir acorralando al pobre MacMurray que se pasa media película a salto de mata, improvisando a la desesperada soluciones cada vez más escurridizas para salir del paso, eso sí, al igual que en "Perdición", sin alterar ni un músculo de su rostro y sin que aparentemente le tiemble el pulso (hay actores especializados en eso, y si no que le pregunten a Dana Andrews o James Mason).
No le encuentro, sin embargo, similitudes con "La ventana indiscreta", que es una ilustración del vouyerismo y sus consecuecias, aderezado con los ingredientes de las famosas recetas de Mr. Hitchcock, mientras que en "La casa número 322" lo que se ilustra es el trabajo de vigilancia policial.
En cualquier caso una buena muestra de ese cine seco, escueto y directo que va al grano sin pretensiones, algo que se echa mucho de menos hoy en día.
Actor_Secundario
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21 de octubre de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de serie B que supuso el primero de los 4 trabajos que realizaron Richard Quine y la por aquel entonces primeriza y jovencísima Kim Novak.
En cada una de las apariciones de esta bellísima actriz, -que sale sin sujetador y supondrá una evidente influencia muchos años después en el personaje de Sharon Stone en Basic Instinct-, emana a borbotones el enamoramiento -no correspondido- que "sufría" el cineasta por ella, que se ve favorecido por el voyeurismo inherente a la trama policial, con un Fred MacMurray convertido en una especie de álter ego del propio director. La fascinación por Kim Novak se amplifica magistralmente mediante el recurso de su reflejo en varias ocasiones en espejos.

Arranca de manera prodigiosa con el atraco a una sucursal bancaria, de enorme sencillez, -sin necesidad de ningún tipo de diálogo al haber pistolas de por medio- y con los criminales perpetrándolo a cara descubierta.

Cine negro en estado puro, con presencia constante de la noche y mucho humo de cigarrillos, en una historia de codicia y atracción sexual (destacando la autenticidad que desprenden esos besos de tornillo que se dan la pareja protagonista), con la justa carga de ambigüedad.
Tampoco podía faltar ese aura de fatalismo que planea sobre toda la película, ejemplificada en diversos detalles: ese Jefe de Policía de conducta intachable y meticulosa, infatigable hasta lograr su objetivo; el alcoholismo de Paddy Dolan -magnífico el plano en el que este se queda mirando al cartel de un bar y acto seguido se pone a mascar un chicle en vez de fumar-; el aspecto físico de Paul Sheridan (interpretado por un avejentado Fred MacMurray, pese a contar únicamente con 46 años) , que pone de manifiesto una persona baqueteada y fatigada vitalmente, poseedor de una más que probable baja autoestima, que se aferra como un clavo ardiendo a la consecución de una bolsa de dinero, tanto por haber sido su anhelo desde su desgraciada infancia, como sobre todo por el temor a no poder retener de otro modo a la chica; la caída de una taza al descolgar el teléfono un cada vez más nervioso Sheridan (signo de mal fario) ; por último, el papel importante que juega el azar, en esos encuentros entre los personajes de Paul y Ann Stewart (Dorothy Malone).

La contraposición de dos estilos opuestos de mujer no debió ser una tarea sencilla precisamente, teniendo en cuenta el físico despampanante de ambas, lo que habla muy bien de la calidad interpretativa de la Malone (en un notable esfuerzo de contención) y de los apartados de vestuario y maquillaje. La distancia entre estos dos polos se resume a la perfección en la forma tan diferente que tienen de afrontar situaciones embarazosas con los hombres: Lona McLane (Kim Novak) en una escena sentada en la barra de un bar y Ann en otra escena estando en el portal de su edificio.
También es interesante confrontar la relación amorosa de los dos protagonistas -turbia, apasionada y desenfrenada, aunque condenada al fracaso-, con la que entablan el policía Rick McAllister (Phil Carey) y la enfermera -reposada, limpia y pura, tirando incluso a idílica, pero con visos de continuidad a largo plazo-. Richard Quine no puede ocultar su preferencia en ese momento por el Walk on the wild side en vez de por el American way of life.

El bajo presupuesto de esta película condicionó un rodaje rápido, en apenas 4 semanas, e íntegramente en decorados -principalmente en interiores-, siendo aprovechada tal circunstancia para logar un ambiente claustrofóbico asfixiante; las recurrentes llamadas telefónicas son uno de los elementos que más ayudan a potenciar esta sensación. Las salidas a esas calles mojadas (también de Estudio, como mandan los cánones) y el discurrir por dentro del edificio -gracias a unos movimientos de cámara casi imperceptibles y de gran complejidad técnica por la continua apertura y cierre de puertas, así como por su recorrido por lugares angostos como escaleras, ascensores y azoteas-, suponen la única válvula de escape de esta atmósfera insana y el alivio de la tensión sexual acumulada.
Para el espectador, la observación de Rick de cómo está escenificando Ann, a su compañera de piso, la manera en que él mismo la acababa de librar de un amigo pelmazo, es el toque de comedia que se necesitaba a modo de bala de oxígeno.

El guión no tiene fisuras a pesar de estar plagado de infinidad de pequeños detalles, -como la minuciosa preparación por parte de Fred MacMurray de la habitación de la que se va a ausentar durante un rato, de modo que ninguno de sus compañeros se pueda percatar de este hecho- , es modélico por su síntesis y contiene en los diez primeros minutos varios diálogos plenos de doble sentido y una elevada carga de erotismo. La violencia está tratada con sumo pudor, sin necesidad de mostrarse sangre.

La fotografía en blanco y negro de Lester White es absolutamente sobresaliente, y en base a una iluminación bastante tenue se consigue delinear a la perfección el rostro y la voluptuosa figura de Kim Novak, así como obtener unos juegos de sombras que en nada tienen que envidiar al mejor expresionismo alemán.

La partitura musical es otro de los puntos fuertes, resaltando en cada momento el estado de ánimo por el que atraviesa cada uno de los actores y las diferentes situaciones transcurridas, desde la apacibilidad en las miradas al apartamento de la pura e inocente Ann -con esa música de violín más jovial-, pasando por una música tipo piano-bar más sofisticada acompañando al apartamento de la ambiciosa y maquinadora Lona y una melodía más nerviosa para los momentos de mayor suspense o peligro.

Una cinta, en suma, muy poco conocida y a reivindicar.
burrito
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