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La casa de las dagas voladoras

Acción. Romance. Fantástico Corre el año 859 d.C. y la dinastía Tang, una vez floreciente, ha entrado en decadencia. El malestar se extiende por todo el país, y el corrupto gobierno tiene que enfrentarse en todas partes con ejércitos rebeldes. El más poderoso es el de la "Casa de las Dagas Voladoras", que se está haciendo cada vez más fuerte gracias a un nuevo y misterioso líder. Dos capitanes, Leo y Jin, reciben la orden de capturarlo y para ello elaboran un ... [+]
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Críticas 93
Críticas ordenadas por utilidad
9 de febrero de 2007
76 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comparar “Hero” con “La Casa de las Dagas Voladoras”, es como querer comparar “Macbeth”con “Romeo y Julieta”.
No dejo de comprobar, sin cierta incredulidad, como se quiere criticar películas desde la comparación odiosa. Si cada uno se limitará a decir lo que ve en cada película (no lo que quisiera ver) igual los comentarios serian cumulativos y las críticas si no ya serias (para eso ya están los que viven de eso y nos engañan) si personales y constructivas.
Achaco un defecto al cine chino, solo uno: que les gusta volar. He visto de forma consecutiva Hero, Musa The Warrior, Tigre y Dragón y La Casa de las Dagas Voladoras. Pues bien, en dos de ellas Hero y Tigre y Dragón: “Vuelan”. En las otras dos no vuelan, exceptuando la lucha en el bosque de bambú.
Volar es fantasía. Vivir, luchar, amar, morir… es realidad.
Cierto es que cada cultura tiene sus mitos y sus héroes, así como su forma de expresarlos.
Las historias de amor en tiempos de acero y sangre siempre son hermosas y dramáticas, en todas las partes de mundo. ¿Por qué?, simplemente porque el ser humano no se distingue por colores: Blanco, Negro, Amarillo o Rojo. Los sentimientos no tienen colores.
Rompamos los prejuicios y veamos las cosas sin colores. Hasta hace poco yo pensaba que el cine oriental solo aportaba lucha y acción. Hoy puedo decir que estaba equivocado. Ya no me fijo en los colores, solo en los sentimientos. Por tanto solo me queda decir que he disfrutado con mis sentimientos viendo esta, para mi, hermosa historia de amor en tiempos de guerra.
ElGatoNegro
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2 de octubre de 2009
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
El exquisito director chino Zhang Yimou logra superar ampliamente el riesgo de quedar atrapado en la prisión de los géneros, en esta particular incursión por el cine de artes marciales clásico. Un primer intento (muy inferior) de incorporar una estética y una historia refinada a este formato popular del cine asiático fue "El tigre y el dragón" de Ang Lee, que repercutió con éxito en occidente, donde se introdujo apadrinado por Tarantino y sus controvertidas versiones de Kill Bill.

En "La casa de las dagas voladoras" el realizador chino construye un formato que busca ser el soporte de un sentido consistente, mucho más allá de la simple aventura y el entretenimiento. Como un poeta que desafía el rigor de los moldes al escribir un buen soneto, Yimou demuestra que la prisión de la forma no limita el lirismo ni la tragedia de una historia.

La película está ambientada en la alta Edad Media, durante la corrupta dinastía Tang. Dos agentes del Imperio tienen la misión de encontrar y arrestar al nuevo líder de la Casa de las Dagas Voladoras, una sociedad clandestina con ideales revolucionarios. La pista es una joven bailarina ciega de belleza deslumbrante y habilidades especiales que trabaja en un prostíbulo.

Esta es la base de una tragedia amorosa con fondo político y grandes escenas de acción, con una particularidad: está sembrada de pistas falsas. Las identidades se caen como ropajes que dejan ver otra máscara.
Los conflictos humanos de estatura trágica y la enorme poesía en la composición de cada plano, sustentan que no existe en Yimou un pasaje arbitrario del cine-arte al cine de género. El director -aún en la desmesura- abruma sin agotar, desplegando una artillería de batallas de un solo individuo contra un ejército, pero donde lo realmente importante es el conflicto humano de las grandes pasiones del hombre que se debate entre el amor y el deber.
rouse cairos
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18 de abril de 2009
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que ya se nos hayan acostumbrado los ojos a la espectacularidad sin ambages en el cine, porque si bien "La casa de las dagas voladoras" es una ordalía visual de magnitudes épicas, me temo que antes ya habíamos visto "Hero" y "Tigre y Dragón" e incluso, sí, "El señor de los anillos" y la capacidad de quedarse con la boca abierta va disminuyendo con la costumbre. Pero esto no impide disfrutar a lo grande del despliegue de maravillas con las que se alimenta a nuestros ojos aquí.

Pero eso sí, hay que escarbar bien para separar el grano de la paja. Yo cometí el error (habitual en los espectadores occidentales) de tratar de entender el críptico culebrón chino del que supuestamente va la cosa, un incomprensible lío de razzias orientales perpetrado con gente de nombres imposibles de recordar como Txa-txo, Hso-Hsin o Puh-Tong, en el momento en que ya decidí que mi inteligencia no daba para tanto empecé a disfrutar de verdad de la película. Y es que hay mucho que disfrutar, mismamente habría que inventar el género combate poético para esas escenas de gente que parece hacer de todo -volar, bailar, hacer el amor- menos luchar.

La fealdad parece haber sido desterrada de este filme. No hay un solo momento ingrato para la vista, cada segundo parece haber sido calculado para enaltecer el equilibrio de elementos preciso y necesario para componer una imagen de hermosura perfecta. Todo parece estar en su sitio, cada movimiento, cada color, cada gota de agua. Puro feng-shui cinematográfico. A ratos más abrumador que balsámico.

Pero al final, conociendo que hay relleno como para surtir a una fábrica de almohadas, sólo me quedo con esa historia de amor que parece aún más grande cuando emerge del más puro sentido de la maravilla.
Neathara
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16 de junio de 2005
38 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me esperaba una película normal, había oido hablar bien de ella pero no me imaginaba lo que iba a disfrutar.

Desde el principio te engancha, te mete dentro de ella con una curiosidad nada habitual, pero no contento con ello empiezas a ver cosas que te hacen pensar "cuidadito que esto es diferente a lo de siempre" (Como en el baile de la chica ciega) y despues la película crece y crece sin defraudarte en ningun momento, es más, añade una historia de amor que le queda como anillo al dedo, aparte de las conseguidas escenas de acción y de unos giros tan inesperados que te rompe la idea que tienes de lo que ocurrirá enganchándote todavia más hasta un final muy bueno y emotivo.
Rubibollito
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12 de enero de 2007
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias al Tigre y Dragón (2000) de Ang Lee, el género wuxia (espadachines y caballería) se convirtió en comercialmente interesante para los directores orientales. Así lo confirmaría Zhang Yimou con sus dos últimos películas, Hero (2002), y La casa de las dagas voladoras, estreno que nos ocupa. A pesar de que ambas se enmarcan bajo las mismas coordenadas, sus diferencias son visibles, y como consecuencia, sus resultados también lo son.
Si en la primera, el artífice de Sorgo rojo (1987) y la Semilla de crisantemo (1990) homenajeaba las influencias shakespeareianas del Rashomon y el Ran de Kurosawa en una sabia combinación de historia y leyenda, en la segunda, se decanta más por la fábula romántica. Eso sí, ambas poseen la misma envoltura, o mejor dicho, un prodigioso estilo visual, el intento de una sugestiva expresión esteticista por emular las cargas emotivas que el fondo suele encerrar en el cine. El inconveniente de estas peligrosas iniciativas radica en la posibilidad de un precipicio, el del vacío, pero cuando tras las cámaras habita un ser con las aptitudes y el mundo personal de Yimou, el desencanto sólo puede provenir de la cantidad desproporcionada de emotividad. Porque eso es La casa de las dagas voladoras, una mezcla intercalada de intimidades y luchas protegidas por la belleza del encuadre y el color.
En esta ocasión, la música de Umebayashi y las coreografías de Ching Siu-tung no son suficientes para contrarrestar el desequilibrio que se percibe entre la emoción y la acción, lo que lastra todo un conjunto no carente de encantamiento: la danza de los tambores, la primera emboscada, la escena en la que Mei palpa el cuerpo de Jin para detectar sus habilidades físicas, y un desenlace sobre la nieve que firmaría el mismísimo Tarantino.
Ojalá el género no se occidentalice con la creciente rentabilidad que ya está experimentando. Ya no podríamos disfrutar igual del rostro de sus heroínas, como el de Zhang Ziyi (Tigre y dragón, Hero, 2046), auténtica perla oculta de esta cinta, magistral actriz en la línea de Maggie Cheung y Gong Li, que por fin ha encontrado la madurez suficiente para convertirse (por mucho tiempo) en musa, de al menos, un espectador.
La Maga
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