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Nunca ames a un extraño

Drama. Romance. Cine negro Nueva York, 1912. Una mujer fallece tras dar a luz un niño. El chico, llamado Francis Kane, nace como un huérfano en el seno de una comunidad católica. En 1928, Francis se hace amigo de Martin Cabell y se enamora de la criada de éste, Julie, que desea ser cantante. También descubre que es judío -todo un shock para él-, y se pone a trabajar para un gánster local, 'Silk' Fennelli, pero decide salir huyendo después de un tiroteo. Siete ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
23 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el farmacéutico, Charles Rubin y Frances Smith -ambos judíos de ascendencia rusa-, tuvieron a su primer hijo… como consecuencia vino el divorcio. Entonces, la madre decidió bautizar a su primogénito como Francis Kane, pero, al fallecer ella, el niño terminó en un orfanato de donde el padre lo rescató, años después, para criarlo junto a su segunda esposa, Blanche, con quien tendría tres nuevos hijos. Francis, pasó entonces a llamarse, Harold Rubin. Después de terminar la escuela, demostró que era muy hábil para los negocios, y a los 20 años, ya había ganado una gran suma de dinero vendiendo azúcar para una empresa multinacional.

Llegado el año 1940, y tras haber malogrado su fortuna, Rubin decidió irse a Hollywood donde consiguió un contrato con la productora Universal Pictures… y allí estuvo, hasta 1957, haciendo las veces de empleado, y más tarde, ejecutivo. Durante este tiempo, y tras ver muchas películas, surgió en él el impulso de escribir y, basándose en sus propias experiencias en el orfanato y en los bajos fondos de New York, logró sacar avante su primera novela, la cual publicó con el título: “Never Love a Stranger” (1948), y desde entonces, firmó como, Harold Robbins. La novela fue muy polémica debido a su “explícita sexualidad”; la prohibieron en Philadelphia acusándola de indecencia (decisión que se revocó al año siguiente), pero, el escándalo que se armó en los medios incrementó las ventas… y pronto la obra fue un sorpresivo bestseller.

Un poco en el estilo narrativo de su posterior gran éxito, “The Carpetbaggers” (1961), la historia trata del joven, Francis (Frankie) Kane, luchando por abrirse paso en la vida; tratando de quitarse el estigma de judío; y cómo, en este proceso termina convertido en un gánster de las apuestas, empeñado en volverse un “todopoderoso” sin importarle que terminará en el lado opuesto de su gran amigo, Marty Cabell, quien, tras graduarse de abogado, se convertirá en el asistente del fiscal, encargado de acabar con las apuestas ilegales.

La novela fue adaptada al cine por el propio, Harold Robbins, con la colaboración de, Richard Day -con quien también asumiría la producción-; la dirección se puso a cargo de, Robert Stevens, un hombre proveniente de la televisión que sólo había hecho la película, “The Big Caper” (1957); y se escogió un reparto incluyendo nombres de bajo perfil: John Drew Barrymore, Lita Milan, Robert Bray y Steve McQueen (quien tenía aquí su primer rol importante). Sin embargo, el resultado es bastante positivo, logrando una emotiva historia acerca de las ambiciones desmesuradas y sus inevitables consecuencias. En el camino, hay apuntes muy interesantes sobre el antisemitismo; el rol que juegan los curas es muy llamativo; la evidente apatía del Estado y su rol casi limitado a lo represivo es muy diciente… y queda decir que los chicos nos ofrecen muy buenas interpretaciones.

En lo personal, quedé atrapado con la sensualidad y la fascinante mirada de, Lita Milan, una joven que, quizás, hubiese podido llegar muy lejos en el medio cinematográfico. Estuvo en títulos importantes como, “The Violent Men” (Rudolph Maté,1955) y “The Left Handed Gun” (Arthur Penn, 1958), al que puede sumarse, <<NUNCA AMES A UN EXTRAÑO>>, donde impactó con su provocativa presencia, pero, cometió el error (así lo admitió ella) de casarse con Ramfis Trujillo, quien, por herencia dictatorial, luego sería (como su padre) un deplorable presidente de República Dominicana, que, como era de esperarse, la alejó del cine teniendo que dedicarse a la crianza de sus hijos. Viuda y con 90 años de edad, Lita al parecer vive retirada en Madrid… y puede estar segura de que, en
el cine, ha dejado huella.
Luis Guillermo Cardona
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2 de marzo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sorprende que nadie se haya animado a criticar este noir tardío del 58, con John Drew Barrymore, de los Barrymore de toda la vida (hijo de John y padre de Drew), la inefable Lita Millan (posteriosrmente LIta Trujillo) y un papelito para un joven Steve McQueen, en su segunda o tercera película y al que se ve un tanto despistado. La película es un poco excesivamente dramática para mi gusto, pero no está mal, siendo una historia clásica de auge y caida de un gangster que en el fondo nunca dejó de ser un niño perdido. Nada nuevo bajo el sol. El guion es nada menos que de Harold Robbins, productor de bestsellers como churros en su época. La música es de Raymond Scott, aunque lo cierto es que no lo parece, pero la canción original hizo cierta fortuna. Lo cierto es que a mí me parece una película a la que le falla un tanto el casting, siendo por ejemplo Robert Bray de lo mejorcito. Aun así se deja ver, sobre todo si te gusta el género.
Troglo
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23 de febrero de 2024
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No me ha gustado mucho. La encuentro como una oportunidad perdida.
La película parte de un guion de un entonces afamado Harold Robbins, un escritor que vendía como churros sus novelas en aquella época, pero tengo que decir que como guionista no se ha lucido mucho con este film.
La cinta cuenta una historia mil veces llevada a la gran pantalla en multitud de ocasiones, no se ha salido ni un instante del patrón común y los pocos momentos que parece que podría darle cierta personalidad al relato (esos pequeños apuntes acerca de su origen y del estigma que suponía en una sociedad rígida y segregadora) es dejada de lado sin llegar a desarrollarla para fastidio del espectador.
Con eso, la película se va a reducir al sempiterno tema gangsteril de toda la vida.
John Drew Barrymore es un chico criado en los suburbios (en este caso un orfanato). Se hace colega de otro (un Steve McQuenn en sus inicios como actor, pero no nos va a gustar verle en este papel de inocente bonachón) y se enamora de una chiquita (Lita Milán).
Los años pasan y los dos colegas se van a ver enfrentados entre sí. Uno será el fiscal, el otro pasará a formar parte de una banda gangsteril y la chica se habrá liado con el jefecillo mafioso.
Hasta aquí todo nos va a sonar a dejá vu. Solo que los guionistas querrán sorprender al espectador convirtiendo en héroe al personaje que en otras cintas siempre era el villano.
Esto podría ser de lo más interesante y conmovedor si los narradores y el director supieran adentrarse y profundizar en los personajes, describir con acierto sus historias y sus trayectorias, explicarnos sus actos y motivaciones, hacerlos creíbles y auténticos al fin.
Pero no.
La cinta sufre de una falta de pericia notable en su relato. Una molesta y pomposa voz en off (aquí sí que molesta de verdad, no como en las grandes del género), trata de suplir lo que su director no sabe transmitir visualmente, poniéndose solemne con frases grandilocuentes, dándole aspecto de folletín en más de una ocasión, alejándola así de sus hermanas más negras y ocultando en sus maneras prolijas lo que en realidad es un relato de lo más simple y plano y, lo que es peor, sin tensión..
Los personajes no tienen carisma ni personalidad definida y, si la tienen, no resultan atractivos. Sus historias nos importan poco porque no comprendemos por qué actúan así. !Oh, sí!, nos lo explican pero no le encontramos sentido. Lo mismo podrían hacer todo lo contrario y nos quedaríamos igual. Podríamos destacar la actuación de John Drew Barrymore que despunta algo pero sólo porque todos los demás resultan de lo más desangelados. Esto, como comprenderán, resulta desafortunado en aras de tratar de lograr la complicidad con el espectador.
En fin que no creo que Harold Robbins haya demostrado andar muy fino en la escritura de este guion ni que su director, Robert Stevens, demuestre saber dirigir con solvencia un film. Este mismo argumento, sin saltarse una coma, podría haberse realzado con fuerza añadiendo algunas dosis de creatividad e imaginación en el transcurso de la acción y un poco menos de sentimentalismo que en esta cinta sobra.
Izeta
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