Los peores años de mi vida

Me hace gracia pensar que tan solo hace diez años, puede que incluso cinco, esta película habría tenido un aceptable recorrido en salas de cine españolas.
Hoy por hoy, no pasa de simpático subproducto cuyo único mercado está en Estados Unidos: señal de que los tiempos cambian, y ciertos tópicos también con ellos.

'Middle School: The Worst Years of my Life' no tiene interés en romper con ninguno, y no deja de ser irónico que para ser una historia que se enorgullece de "no seguir las normas" sus personajes siguen punto por punto una hoja de ruta establecida hace décadas: llegada a clase tras un duro trauma, encuentro con el clásico matón, el director es un imbécil, surge interés por la rarilla pero guapa...
Detalles que de puro inocentes son simpáticos, pero no dejan de ser cansinos, y resulta pelín decepcionante que no se pueda dar la vuelta a ninguno de ellos, como si de alguna manera este género se haya quedado anclado en un grumo ochentero condenado a repetirse hasta el infinito.

Así que nada, otra de adolescentes enfrentados a la borreguez adulta, sin trampa ni cartón, sin un gramo de grasa, toda ella para los nenes. Supongo que cada generación necesita la suya.
Por lo menos tiene un bonito aunque desaprovechado mensaje sobre la creatividad innata de cada uno, y un curioso final que te pilla de sorpresa a poco que te hayas dejado llevar: no todo está perdido en el nuevo cine infantil.

Es cierto que esta vez Netflix puede que no haya afinado tanto su gusto por comprar películas pero ha sabido elegir muy bien que pide el público adolescente e infantil-juvenil. Sabemos que hace unos años la saga de libros de El diario de Greg triunfó y por ello hicieron las adaptaciones correspondientes con una cuarta película en unos meses en camino y aunque es cierto que Middle School tiene bastante de esas cintas y que el género de colegios-institutos con su correspondiente guerra entre profesorado y dirección contra alumnos está manido no deja de ser un tema interesante, divertido y cuanto menos disparatado. Los actores cumplen con su cometido aunque el 'amigo' que acompaña al protagonista y el director estén un tanto sobreactuados. Me gusta los temas realistas que tratan a la vez que críticos, como el personaje de Rob Riggle que aunque exagerado, sus ideas no están tan separadas de la realidad. Tiene el espíritu de las típicas comedias familiares a lo Doce en casa y así por el estilo. No es una gran película pero tiene matices de riesgo sobretodo en el último acto y sorprendentemente es conmovedora gracias a ciertas ideas expuestas del guión. No es ninguna maravilla ni se recordará pero creo que la cinta va de frente y sorprende en sus limitaciones. Divertida.

En el más que manido subgénero de películas de adolescentes de instituto que tanto se ha explotado, incluso en diferentes géneros, no solo la comedia (que es la más habitual), solemos encontrarnos bien con películas al menos entretenidas, que aunque mil veces vistas no están mal para ver en familia, bien películas realmente aburridas y que no aportan absolutamente nada, dado lo prolífico de esta categoría. De vez en cuando encuentras algo que te sorprende para bien y, para mí, este es el caso con "Los peores años de mi vida". Aunque en muchos aspectos sea previsible y típica, tiene personalidad, los personajes principales son interesantes, al menos, y esa mezcla ingeniosa del mundo del protagonista y sus personajes "saliendo del papel" (es aficionado a dibujar y crear cómics) con las situaciones reales, le da ese toque que para mí la hace no ser otro producto olvidable.

Es una clasa comedia adolescente americana, pero no por ello es mala, la verdad que aunque se diga que es predecible y que las actuaciones de los antagonistas son malas o exageradas, creo que eso es de esperarse, es comedía, no obstante a mi gusto, no abusa de los chistes baratos y muy por el contrario te va metiendo lentamente en la historia del protagonista, hasta que finalmente logra sorprender y conmover al espectador. Me gustó, vale la pena.

Una película donde rezuma el buen ambiente hasta el final, donde descubrimos que todo lo que vive el protagonista es una completa metáfora.
Una de las mejores cosas que hace esta película es quedarse con los espectadores, en el buen sentido.
Un ejercicio constante de humildad y de niñez, en el buen sentido.