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Sed de matar

Western Mason y sus cuatro hijos, Gray, Wesley, Cain y Frank, antiguos soldados del ejército confederado, asaltan un banco en el pequeño pueblo de White Rock después de haber perdido su granja en la guerra. En pleno atraco y creyendo oír un clic sospechoso, Wesley se gira rápidamente y dispara mortalmente a un niño de nueve años que jugaba con una pistola de juguete. John y Nora Willoughby, los padres de la criatura, reaccionan de manera muy diferente. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
7 de enero de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminada la guerra de Secesión, un grupo de confederados (Gray Mason y sus tres hijos, más un íntimo amigo de la familia) se detiene en una ciudad para aprovisionarse de agua. El pequeño Peety, que juega con sus pistolas de juguete, amenaza por la espalda a dos de ellos, por lo que recibe un disparo que le deja malherido. Los confederados huyen de la ciudad pero, horas más tarde, el hijo pequeño de Gray decide regresar al lugar de los hechos para saber que ha sido del muchacho malherido.
Austero western de Alfred L. Werker que brilla precisamente por eso, por su sequedad, su falta de ornamento, de artificio. Werker nos muestra los hechos -que recibimos como un latigazo- y se aleja como alma que lleva el diablo. ¡La decisión es suya! grita al espectador. Inclínese usted a un lado u otro: fatalidad, remordimiento, odio, venganza, perdón... Pero claro, nos lo pone muy difícil en esta historia de perdedores. Más que nunca me venía a la cabeza aquella frase: "Tal vez Dios no quiere de nosotros vencedores sino luchadores". Al final no queda más remedio que luchar; indigna y cobardemente como hace Wesley o resignada y valientemente como hace Lorna. Por cierto, insuperable Ruth Roman.
el chulucu
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14 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminada la guerra civil americana las heridas siguen abiertas en la zona del conflicto. Los Mason, por ejemplo, son confederados que lo han perdido todo y malviven a su pesar de lo que roban, "Por desgracia debemos vivir como bandoleros, pero no obrar como ellos".
El padre, Bedloe (Naish), trata de mantener la dignidad del grupo aunque sabe que "Huyendo y robando no es vida de familia". ¿Rebeldes sin causa o motivo?
En una situación límite como la que se encuentran la actitud de los hijos oscila entre el sentido de la responsabilidad de Gray (Cooper), la cobardía de Wesley (Smith), la ambición de Cain (Franck) o la templanza de Frank (Johnson, aquí infrautilizado).
Al otro lado el pueblo que no está dispuesto a tolerar violencias y menos de los sudistas, aunque cuentan con la formalidad y templanza del sheriff Russell (Griffith).
Excelente guion que en apenas hora y cuarto plantea una serie de cuestiones importantes:
- La huella que la guerra ha dejado en los niños que visten y juegan como soldados y disparan armas de juguete con pistones que semejan las verdaderas.
- La distinta actitud ante la muerte fortuita de un niño por los miembros del grupo del responsable. Quienes huyen y quienes desean permanecer para aclarar las circunstancias. Y la democrática toma de decisiones entre todos.
- La responsabilidad individual y colectiva ante los hechos violentos, tanto en el grupo rebelde como en el propio pueblo.
- El enfrentamiento que se da entre los padres del niño muerto. John Willoughby (Payne) es partidario de la venganza ciega mientras su esposa Nora (Roman) está convencida que ese no es el camino.
Western profundo y serio que aborda como vemos temas trascendentes. Con rigor.
Excelente también la realización que mantiene en todo momento la tensión sin que decaiga el ritmo ni la acción. Hay escenas tensas sobre todo las que enfrentan al marido con la esposa y con el joven Gray.
Como acertadamente señala Chulucu en su crítica, un western a paso seco, sin concesiones a la galería para que el propio espectador reflexione y saque sus conclusiones.
Buenas interpretaciones y buena fotografía.
Una de esas joyas que oculta el western y que merece una revisión. Muy recomendable.
Lafuente Estefanía
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4 de diciembre de 2023
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Es cien veces más fácil aprender a odiar que conseguir sacarse luego ese odio del alma. El odio tiende a volverse obsesivo; se alimenta asiduamente con ira, con reproches reiterativos y sentimientos agresivos… y a veces con acciones que ya no tienen reversa. La ira es una suerte de veneno que apaga la imparcialidad, la reflexión y el análisis objetivo… y lleva a querer dañar a aquel, o a todo aquel, que nos contradiga, que piense o actúe distinto; y cuando alienta en nosotros un deseo de venganza, no se espera a tener pruebas contundentes sino que se agrede ante la menor sospecha de que el otro es responsable. Cuando así se actúa, las injusticias y los delitos atroces están al alcance de la mano.

También el miedo anima a querer acabar con todo aquel que puede hacernos daño. Creemos tener enemigos por doquier y el temor a la delación, al castigo, a la pérdida, o a la muerte, induce a cometer agresiones y asesinatos tan solo para acallar el miedo. De ésta manera, odio, ira y temor son terribles males… y como sabiamente dirá el viejo, Bedloe Mason: “Lo que unos hombres hacen por ira o por miedo de otros hombres, esa es la tragedia de este mundo”.

<<REBELDES EN LA CIUDAD>>, es de esa suerte de películas que, por no pertenecer a una gran productora (¿Quién conoce a Bel Air?) ni haber caído en manos de una gran distribuidora, resultan injustamente olvidadas… hasta que, de pronto, alguien las rescata y, reproduciéndolas o hablando de ellas, poco a poco logran que se conozcan como se merecen. Para el arte, y para la humanidad, es hoy día una bendición la existencia de la internet, los DVD, las transferencias y todos los medios que permiten difundir las diferentes producciones artísticas porque, es así como están llegando a nuestras manos obras que antes se esfumaban sin que pudiéramos llegar a conocer.

Con un estupendo guion de, Danny Arnold, y dirigido por Alfred Werker, este pequeño western (presupuestal y técnicamente) me ha resultado fascinante porque, antes que preocuparse de ser otro “filme de pistoleros”, de manera profundamente efectiva, se demuestra como un estudio sociológico donde se rebelan algunas secuelas de posguerra, errores de crianza, resistencias feudales… y hasta cierta psicología de masas que puede demostrar peligrosas reacciones de rebaño.

Los personajes está muy bien definidos y contrastados, y es fácil sentir que, Nora Willoughby y Gray Mason –cada uno desde su particular punto de vista- nos llegan al alma. Logramos comprender la rabia de, John Willoughby, tras la tragedia que sufre su familia… y cómo condenar al viejo, Bedloe Mason y a sus tres hijos confederados (Gray, Cain y Frank) cuando vemos como reflexionan frente a sus vidas (“Por desgracia hemos de vivir como bandoleros, pero no debemos obrar como ellos”). Incluso, nos resulta difícil emitir condena cuando vemos con claridad los hechos y logramos aquilatar el miedo que puede sentir un hombre que se imagina condenado.

Werker, vuelve a demostrar que es un director talentoso y sensible, pues, cualquier trama, para él, es un sendero por donde busca encaminarse hacia un estudio humano de verdadero significado. Ya lo hizo con, “Lost Boundaries”, volvió a hacerlo en, “Three Hours to Kill” y una vez más lo logró en, “At Gunpoint”. No sorprende, pues, encontrarse con otro western digno de la mayor trascendencia.

John Payne, Ruth Roman, J. Carroll Naish, Ben Cooper, y John Smith, son los protagonistas de este estupendo western.

Título para Latinoamérica: SED DE MATAR
Luis Guillermo Cardona
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