Una hora en la noche

Cuesta entender que una película tan interesante como ésta haya caído en el olvido. Se trata de un inquietante thriller psicológico basado en la obra de Lucille Fletcher que cuenta con un buen número de alicientes para el aficionado al cine de misterio y suspense.
La historia parece muy convencional: mujer que presencia un asesinato que todos atribuyen exclusivamente a su imaginación. Pero nada es lo que parece y la trama esconde unas cuantas sorpresas que demuestran el ingenio de la autora.
Todo el film posee una intensa y turbadora atmósfera y un grado de tensión que va in crescendo hasta desembocar en ese pavoroso clímax final que es, sin duda, lo mejor de la película.
Elizabeth Taylor vuelve a demostrar en su madurez todo su talento como actriz, y Lawrence Harvey, en su segundo y último encuentro con Liz tras "Una mujer marcada", le da una buena réplica con una actuación creíble y convincente.
La cinta tiene algunas influencias evidentes, especialmente de varios títulos de Hitchcock, pero no por ello deja de mantener una identidad propia. Muy recomendable.

Una suave intriga envuelta en sofisticado celofán, una pesadilla recurrente y una tormenta durante la noche marcan la pauta desde el inicio.
Luego los destellos de luz de gas van alumbrando la pantalla -o llenándola de sombras- para que el espectador establezca sus propias conjeturas.
A veces apetece dejarse llevar y en ese contexto hay que entender la película.
El largometraje posee altibajos y abusa de la buena fe del patio de butacas pero resulta entretenido y mantiene la atención hasta el final.
Juguetea con las cuestiones de fondo, se detiene en detalles ambiguos, requiebra, atrae, parece que vacila, interesa, entretiene y posee una construcción correcta desde el punto de vista formal.

Da pena ver una película, con un buen reparto de actores, más o menos británicos (Taylor, Harvey, etc.), y ambientada en Inglaterra, que no trasciende ni logra trascender los referentes previos -lo de la esposa a la que le hacen "luz de gas" estaba ya muy visto- , ni las limitaciones de las convenciones de un género, el "thriller" psicológico, entonces de moda. Así pues, toca dar muchos giros, vueltas de tuerca, truculencia, sangre, y un final que apabulle y sorprenda al espectador. La debilidad del guión es manifiesta, el desarrollo es lento, y el metraje, excesivo. Y hay escenas que seguramente sobran, como la de Billie Whitelaw echando cubitos de hielo a su novio misterioso.

Esta película, poco vista y no es de extrañar, contiene una de las peores interpretaciones de la Taylor, más la habitual prestación hierática de Harvey, al cual le quedaba ya poco tiempo en este mundo. Se trata de una trama de intriga desarrollada a partir de una obra teatral de Lucille Fletcher, la de "Voces de muerte". Sólo que en esta ocasión la historia se huele desde los primeros minutos, aunque al final tenemos algún que otro giro inesperado de guión en plan "a-que-no-te-lo-esperabas". Sólo Billie Whitelaw, con ese rostro entre vicioso y perverso, aporta una pizca de inquietud al libreto. Poco más a destacar.

Antes de ser estudioso del cine y sus técnicas, soy espectador; del mismo modo en que, antes de ser escritor de novelas, soy lector. Filmaffinitty es un punto de referencia para el espectador, y todo aficionado al cine que desea saber si un filme merece o no la pena; a pesar de que opiniones las hay como estrellas en el firmamento.De buena, buenísima, a mala, malísima, o simplemente pasable, la película que nos ocupa merece el calificativo de: INTERESANTE.
Es ésta una de esas películas que dudas puntuar, entre pasable e interesante. La Taylor no se ha caracterizado por desarrollar una excelente carrera; muchas de sus cintas son cargantes y soporíferas; sobre todo, las realizadas en la etapa de la presente, y posteriores. Los protagonistas de "Una mujer marcada" (1960) se esfuerzan aquí por llevar adelante un vehículo a tres bandas, dentro de un sucinto marco. En primera instancia, la temperamental actuación de la protagonista no difiere de las ya conocidas; pero la historia nos reservará algún as escondido, redimiendo la función.