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El jugador de ajedrez (TV)

Drama Thomas Rosemund (Bruno Ganz) es un hombre con unas dotes excepcionales para el ajedrez que, obsesionado por ganar al campeón mundial, abandona su vida como programador informático y se lanza a jugar torneos como jugador profesional. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
29 de marzo de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Telefilme muy bueno, que cuenta con una prodigiosa interpretación de Bruno Ganz, como el jugador de ajedrez, y que retrata perfectamente los difusos límites de la genialidad y la locura.

Sobre un guión trabajado sobre hechos reales de ajedrecistas famosos, el señor Petersen (capaz de lo bueno, lo malo, lo muy bueno, lo muy malo, lo sublime y lo infame), rodó en esta ocasión esta atractiva historia en que se muestra el descenso a los infiernos de un hombre que se entrega tanto a este deporte-pasión o como lo queramos llamar que...

Bueno, ya se lo pueden imaginar. Por otro lado, no hemos de dejar de hacer referencia a la actuación, más que correcta, de Gila von Weiterhausen; y a la música de Klaus Doldinger —nada rítmica y tan diferente de, pongamos por caso, la banda sonora que compuso para “Das boot” (“El submarino”)— que acompaña perfectamente esta historia dura, pero magníficamente contada.

Ya saben, además de “En busca de Bobby Fischer”, que era muy buena, también se halla “Schwarz und weiß wie Tage und Näche”, o lo que es lo mismo “Negras y blancas como el día y la noche”. O más prosaicamente “El jugador de ajedrez”.
esteve
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26 de noviembre de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este proverbio indio viene a decirnos que da igual cuál sea nuestro nivel (jugador de café o Gran Maestro) el ajedrez puede darnos alegría y disfrute. Si bien es cierto que una gran mayoría de los campeones del mundo muestran actitudes “peculiares” (cuando no están directamente como una cabra), no se puede generalizar, y esto es algo en lo que las películas sobre ajedrez suelen caer con facilidad: presentar el juego como una ventana a la locura, fuente de obsesiones varias.

Pues no, señoras y señores, afortunadamente no es así, y como reza el proverbio que encabeza esta crítica, cualquiera desde el niño al viejo puede disfrutar y aprender con el ajedrez. Así que a ver si aparecen más películas que hagan promoción y apología del “juego rey”, que falta hace, sin caer en tópicos y asustar a los padres que teman que sus hijos se vayan a convertir en unos locos por culpa de los 64 escaques.

Así pues, la película, aparte de lo ya dicho, no está nada mal, teniendo en cuenta que es un telefilm, y todo es bastante correcto en ella. El 7, tal vez excesivo, es sin duda por la temática y los protagonistas, que cumplen.
Marcos H
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25 de abril de 2010
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que el ajedrez no se puede mostrar,
queda muy al descubierto su desnudez, su
hermetismo, la gente no entiende lo que pasa,
un movimiento de dedo o de ojo puede considerarse
casi como el clímax de la acción, se desespera
el neófito o el mal trebejista.

Pero para eso está el cine, para sacar con
cuchara de vidrio la lucha interior y arqueologizar
las ensoñaciones del jugador, traduciendo la
tensión interior en ritmo dramático.

El cine es ideal para representar la turbulencia de
la mente de un jugador, y el ajedrez es ideal para
alejar al cine de su contaminación con las artes
del 'movimiento'.
Monstruoso
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26 de diciembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis Borges

Con la parte final del poema de Borges termina ésta película que ofrece una perspectiva lúgubre del gran arte que es el ajedrez. Estoy convencido que el ajedrez no es humano. Que Dios lo inventó y se lo entregó a los humanos para que pudieran ser felices en sus muchas horas muertas en que transcurre una vida de tedio y sinsentido.

Como toda obsesión su estación final es la locura. El cliché de los genios mentales, campeones del intelecto y con energías rebosantes para luchas terribles frente al tablero, sólo forma una parte tangencial del juego del ajedrez. La más escandalosa. Morphy, Steinitz, Fischer fueron campeones del mundo que terminaron con una salud quebrantada y directos para ir a morir en sanatorios. Alekhine y Capablanca se enfrascaron en disputas pueriles por encarar los desafíos supremos. Fischer no se presentó ante Spassky en la primera partida y estuvo a punto de abandonar. Karpov y Kasparon se admiraron y odiaron. Carlsen acusa a Niemann, un jugador menor pero con destellos de brillantez de tramposo porqué osó ganarle.

Las mitologías pululan en el ajedrez y sus acólitos. Stefan Zweig hizo un cuento genial que ahonda en sus propiedades medicinales. Petersen con mucha rusticidad nos ofrece la historia de un campeón que no pudo soportar la presión de ser campeón. Decimos rusticidad porque la película parece más un documental que una película y porque el guion es apenas explicativo. La economía de los recursos sirve para aumentar el espanto de un jugador de ajedrez que sucumbe a sus propios miedos.

Esta película presenta el lado sombrío del ajedrez de competencia. Y lo hace bajo una actuación estoica de Bruno Ganz. Y debemos de tener claro que las facetas luminosas del juego son más significativas que lo que aquí se nos presenta.
bucefalo
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9 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Telefilm alemán de 1978, que tiene todos los ingredientes para no empezar ni a verla. Unos medios técnicos primitivos para los tiempos que corren, y una calidad de visión inadmisible.
Pero esta es la magia del cine, que te pones a verla y se hace realidad el dicho que “un buen guión, puede salvar una mala película”.

La película cuenta la historia de un niño que llega a enfermar por el amor al ajedrez, y que de mayor arriesga dejando su trabajo de programador informático por dedicarse de pleno al ajedrez.

Yo diría que toca el tema de “una pasión llevada hasta la enfermedad mental”, literalmente.

Parece mentira que un metraje tan rústico, tenga tal capacidad de mantenerte concentrado y te sorprenda tantas veces hasta el final, más tocando un tema exclusivo como el ajedrez que está lleno de tiempos muertos en las partidas y en la preparación, pero que conlleva una energía psicológica como pocos deportes.

Pero son las decisiones que se toman, y las consecuencias de desear algo tan apasionadamente que arriesgas todo lo que tienes, lo que la hace grande

Tenía ganas de ver a Bruno Gantz, el gran actor austriaco, en sus papeles de joven y aquí lo borda. Y la dirije Wofrang Petersen que ha llegado a hacerse un nombre en Hollywood con los años.
JK04
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