15 minutos

Primero, hablar de la peli en cuestión:

Pese a tener un buen arranque, y parecer prometedora viendo a los dos malvados perpetrar crímenes cámara en mano, todo se diluye en una memez absoluta que no se sabe muy bien si es una denuncia contra la falta de escrúpulos en los medios de comunicación, si se trata de una crítica al sistema judicial de los estates, o vaya usted a saber qué extraña mezcla de acción poco activa y romance sin romanticismo nos querían narrar. El tal Burns con la misma cara de palo en toda la peli, el De Niro pasadísimo de rosca (y muy al estilo Decision crítica del Seagal), una música horrible, y un guión que aún está por escribirse, son los mimbres sobre los que se sostiene una película infumable, y aún más patética que aquel negro que lloraba porque no le dejaban apuntarse al Ku Klux Klan.

Ahora, del puñetero doblaje:

Una vez más los dobladores le ponen el acento "ruso" de peli de James Bond a cualquier personaje cuya nacionalidad esté un poco más allá de Alemania. Con ésta ya van tres veces que repito lo mismo en esta web, pero es que resulta muy irritante que un acento melodioso y muy agradable (como lo es el checo, que supuestamente tiene los malos de la peli) se convierta, por obra y gracia de unos dobladores que ya tienen lo estereotipado, en una especie de graznido gangoso sumamente repugnante. Franco la palmó, cayó el muro de Berlín, cada día hay más inmigrantes de todas las nacionalidades en este país, pero aún nos doblan las voces de los africanos como la de la chacha de lo que el viento se llevó, y la de los ciudadanos del este como lo hacían cuando el Paco aún no echaba heces en forma de melena.
Por eso mismo, mierda de oro para ellos también (la zlaty bobok que da título a esto).

El thriller policiaco es a buen seguro el subgénero más agradecido de la historia del cine. No es necesario grandes dosis de casi nada para que el resultado obtenido sea más que correcto. Si se sigue la fórmula correcta, mil veces vista, es de esperar que la inmensa mayoría de los espectadores disfruten cómodamente del film aunque no tenga nada especial.

El problema surge cuando se quiere resultar excesivamente interesante como hace en “15 minutos” John Herzfeld. Quiere hablar de muchas cosas de alto calado, y en un thriller sobran.

Pretender abordar la inmigración, la influencia de los medios de comunicación, el romanticismo y encima añadirle una ensalada de tiros con unos malos psicóticos que caricaturizan a Europa del Este no es la mejor receta.

Eso sí, por mucho que se le quiera criticar Robert De Niro, levanta cualquier bodrio, incluido este.

Se puede ver y olvidar, e incluso hacerlo al tiempo, lo que tiene aún más mérito.

Está claro que esta película no pasará a la historia del cine por ser una obra maestra pero para mí está bien rodada, entretiene y cuenta con una serie de actores que cumplen su papel de forma más que correcta. La música es bastante mala, de lo peorcito que se puede encontrar en BSO, pero la peli no está nada mal. La actuación de Robert de Niro es muy buena, a mí me vuelve a encantar, da gusto verle actuar en cualquier circunstancia. Edward Burns me gusta muchísimo más como director que como actor, pero los hay mucho peores actuando, y su presencia seguro que nos alegra la vista a más de una. El malo de la peli está soberbio, creo que el nombre del actor es Karel Roden, no le he vuelto a ver en ningún otro trabajo, pero su actuación me resultó destacada dentro del conjunto de la película. Aparece en un papel muy breve Charlize Theron, pero el poco tiempo que está en pantalla está más que correcta. Las otras chicas del film son Vera Farmiga, habrá que seguirle la pista porque me gustó bastante su papel de inmigrante checa, la otra actriz es Melina Kanakaredes, también bastante creible.La declaración de amor en griego que le prepara De Niro a la muchacha es de los más tierno del film. Por último, el actor Kelsey Grammer demuestra que puede desenvolverse en otros registros además del cómico.
En fin, la peli no es un bodrio, el tiempo que dediquéis a verla no será malgastado, entretiene y éso ya es bastante.

Es obvio que el cine constituye un gran medio de difusión, quizá solo superado por la televisión y más recientemente internet. Partiendo de esta premisa, quiero defender el tono reivindicativo que muchas películas representan, entre las que se encuentra ésta.

Además de parecerme respetable a nivel visual y como entretenimiento, esta película es cruda a la par que reflexiva, de esas que no te deja indiferente.

Su punto fuerte sin duda es la crítica social, con un tono tragicomédico que plantea la perversión de los medios de comunicación hacia el morbo y el sensacionalismo, la pérdida de ética y la falta de principios de un sector del periodismo, así como la desaparición del valor del sacrificio en beneficio del cortoplacismo, el dinero fácil y la admiración por la superficialidad y el “pelotazo”.

Sin ser una obra maestra y a pesar de su fotografía de telefilme (posiblemente intencionada), se disfruta en todo momento, con varios momentos de clímax que te enganchan al sillón. Además, la cámara de “videoaficionado” en primera persona aporta un toque siniestro muy acorde a la temática.
Si quieres ver una película entretenida (no una obra maestra) que además te haga plantearte cosas, ésta te gustará.

Dos hombres de la Europa del este han llegado a los EEUU de América: el checo Emil Slovak y el ruso Oleg Razgul. Al ser interrogados en inmigración por sus razones para venir a este país, Razgul explica que ha venido por una película: “Cuando era pequeño vi en el colegio “¡Qué bello es vivir!” de Frank Capra, y desde entonces, quise venir a los Estados Unidos: tierra de libertad, de hombres valientes, el país donde una persona puede hacer cualquier cosa”.

Desde ese momento, y sintiéndose un nuevo Frank Capra, Oleg no se separa de su cámara filmadora y lo registra todo… incluso los asesinatos que pronto comienza a ejecutar su violento amigo. Pero, los EEUU ya no parecen ser tan ideales ni tan hospitalarios como los que recreaba aquel célebre director. Ahora campea la violencia por doquier, se exhiben estatuas de un boxeador llamado Rocky que lleva la bandera en su pantaloneta para recordarnos lo que pasa por estos lares, y los medios sensacionalistas hacen lo que quieren con la moral de los ciudadanos y hasta son capaces de pagar un millón de dólares por la película de un crímen filmado en directo.

En este panorama, desempeña su labor el afamado policía Eddie Fleming quien, aliado luego con el experto antiincendios Jordy Warsaw, tendrá que vérselas con aquellos inmigrantes y con la falta de escrúpulos de Robert Hawkins el periodista.

John Herzfeld -dispuesto a seguir siendo un incomprendido- vuelve a lucirse con un filme duramente crítico contra la sociedad norteamericana de hoy, a la que no duda en mostrar en sus necedades con delicioso humor negro, estupendas escenas de acción y con una trama envolvente, brillantemente editada y muy bien dosificada, que da lugar al romanticismo, a la tristeza, el suspenso, la picardía y, sobre todo, para mostrarnos un sistema judicial bastante deplorable.

Así, “15 MINUTOS” (tiempo que dura la fama) se convierte en un filme de acción que no se limita a ser puro entretenimiento, sino que busca la trascendencia reflejando a una sociedad que está reclamando grandes cambios a puro grito.

Y otro gran punto a su favor, es el estupendo reparto que incluye a un Robert de Niro colmado de simpatía y jugando a la pura comedia; un Edward Burns enamorado de su profesión y poniéndose en riesgo por una bella testigo de esas “capaces de convertir a un profesional en un aficionado”; una Charlize Theron (haciéndole un favor a quien la dirigiera en la estupenda “Dos días en el valle”) iluminando la pantalla como una estrella fugaz; y con Karel Roden y Oleg Taktarov, poniendo en rápido movimiento a los que hacen justicia… y a los que mueven el deshumanizado negocio de la sangre.