Oscuridad, luz, oscuridad (C)

En este corto de siete minutos de duración asistimos a la historia de un hombre que se hace a sí mismo. Literalmente. Tiene algo de alegoría medieval este extraño relato en que los miembros, guiados por las manos, van reuniéndose hasta formar un ser humano completo. El motivo del cuerpo desmembrado hace pensar en cierta pintura surrealista, en ciertos cuadros famosos de Dalí o de Max Ernst. Claro que este corto no es solo un cuento sobre miembros amputados, sino una especie de relato de la creación (en el que las manos moldean la plastilina igual que en el Génesis Yahvé amasaba la arcilla), un peculiar relato de la creación en que el creador y la criatura son el mismo ser.

En fin, divagaciones. Innecesarias porque el cortometraje es entretenido: no diré que bonito porque más bien hay un intencionado feísmo, como lo demuestra el que se usen órganos de animales (digo yo) o réplicas hiperrealistas de los mismos, si es que no son de verdad. Destaca también el tono ligero, nada solemne, de la película, con momentos cómicos como la ducha que debe recibir cierto miembro (el que llamamos "miembro" por antonomasia), para poder entrar por la puerta.

Como mínimo, tendrán ustedes siete minutos muy entretenidos.

Jan Svankmajer demuestra una vez más su dominio de la brutalidad vista como juego, y suavizada por una técnica aparentemente inofensiva.

Vemos como los miembros de ese hombre, casi ajenos a él, se le van uniendo; y, a la vez lo manipulan, de modo que el director llega a cosificar al ser humano de un modo tremendo (recordemos, que antes que la cabeza, aparecen las manos...), erigiéndose como una especie de dios creador, que curiosamente, moldea con una sustancia, cercana al barro que aparece en muchos mitos (el título es muy explícito en este sentido).

Se incluyen algunos momentos graciosos (el del vaso de agua), aunque contrastados por la explicitez de los viscosos órganos... y el crudo final... Un ser humano ahogado por su propia dimensión, en un mundo no hecho a su medida, que le sume en la oscuridad; negándole, de este modo la visión del cosmos, así como cualquier otra seguridad...

Esa luz puede que también sea un símbolo de la divinidad huída, en cuanto la persona ya está formada (también podría ser símbolo del crecimiento, la maduración, etc.)... de hecho, la bombilla toma tintes nietzscheanos, si se interpreta desde esa perspectiva...

Svankmajer deslumbra por su lucidez, su habilidad técnica, y conseguir transmitir tanto con tan poco, y en tan poco tiempo; pero no es apto, ni para todos los estómagos, ni para todas las mentes que no deseen adentrarse en los oscuros recovecos del ser humano, aunque sea través de la simple y tosca arcilla.

136/26(23/04/11) El genio surrealista de la animación en stop-motion el checo Jan Svankmajer nos ofrece aquí un cortometraje de 7 minutos que ofrece lo que deben ofrecer estos escasos minutos, un divertimento fresco, lleno de originalidad, con multitud de lecturas existenciales, políticas o religiosas. A Svankmajer le gusta jugar con la plastilina, le encanta jugar a ser Dios y lo demuestra aquí, nos hace un relato breve sobre la creación del hombre, pero ello en una minúscula habitación que a medida que se van uniendo partes del cuerpo, de modo surrealista, pues cada parte del cuerpo invade la habitación para hacerse un sitio en el cuerpo, la habitación se hace más opresiva hasta dejarlo comprimido en ella. Esto Jan lo hace como ya he leído en una crítica desde el feísmo, y es que a este realizador parece repelerle la belleza, le gustas a hondar en lo feo, en la suciedad esto hace que la amargura que plasma en sus relatos cale. Se notan influencias de pintores en este corto, yo no soy ni de lejos un experto en la materia pero viéndolo me he ha venido a la memoria ‘El Grito’ de Edvard Munch. Recomendable a todo el mundo, pero quien no puede aguantar 7 minutos de imaginación desbordante? Fuerza y honor!!!

Potente, extraño, rompedor, atrevido, dinámico, divertido, ingenioso, aparatoso, increíble y memorable cortometraje que consigue ofrecer un entretenimiento de lo más artístico y rocambolesco.

Está muy logrado y Jan Švankmajer, consigue dar forma y cuidar todos los detalles de una generación interior muy espontanea.

Oscuridad, luz, oscuridad;, queda como un ingenioso y aparatoso cortometraje que consigue ser tan divertido, como incómodo.

Erase una vez unos trozos de cuerpo que vagaban por una minihabitación para juntarse entre si...

¡Por Dios!

No puedo entender cómo este corto puede tener una nota media de 7!!!

No es bonito, ni agradable, ni enseña nada, ni tiene moraleja, ni nada de nada.

Lo único que se ve son miembros del cuerpo humano rodando por una habitación (algunos de ellos bastante desagradables, dicho sea de paso, como la lengua) que se van juntando hasta formar un cuerpo humano. ¿Y qué tiene esto de interesante? ¿Dónde está la calidad artística? ¿Qué aprendemos de esto?

Cada vez comprendo menos porqué este tipo de "cine" gusta o agrada a los espectadores. Por mi parte, desde luego, no lo recomiendo. Ni para perder 7 minutos de tu vida viéndolo.

Saludos!