Inocentada sangrienta

Una mansión en una isla. Ocho amigos. El día de los inocentes en pleno fin de semana.

Tiene puntos de interés muy logrados. El final justifica una valoración más elevada, pero deberás pasar por el resto de metraje. Metacrítica del slasher que evita la mofa degradante.

Una de esas películas que debían de existir. Y existió.

No, espera, ¿en serio? Pero bueno, de verdad, ¿me lo tengo que creer? Sí, me lo tengo que creer porque lo he visto, ¿ni una sola y mísera teta en toda la película? ¡Venga por favor! Tanto hablar de sexo, tanta gilipollez y ni un buen primer plano pechugón. Teniendo en cuenta el año, el argumento, el guión y los actores, es imperdonable.

Por lo demás: un slasher lleno de ese tipo de entrañables personajes de los que piensas "dios, son tan tontos, que ojala mueran"; efectos especiales cutres, y una realización normalucha.

Y sin embargo, tiene gancho, el gancho de lo retro, y un cierto suspense. Sigue siendo superior a las americanadas modernas, pero es recomendable verla con cerveza, palomitas y colegas.

No cediendo a una trama pretendidamente original, nos encontramos ante un peculiar “slasher” que siguiendo las propias pautas del género genera alguna que otra sorpresa pero, dicho, esto, no le salva de su condicionante de film repleto de tópicos, empezando por un reparto ampliamente desconocido incluyendo a un hijo de Ryan O´Neal.

Tras ser licenciados, un grupo de universitarios se reúnen en la mansión de una amiga en una isla durante un prometedor fin de semana. Un oscuro pasado que acecha y las trampas que esconde la casa y los alrededores no advierten a los invitados a la fiesta que su destino está a la vuelta de la esquina cuando un asesino les acecha.

Nada de sorprendente, solo algún giro, en una de las innumerables películas que provocaron la fiebre del cine de psicópatas destinado a visionarse más como un remedio para matar el aburrimiento que no postrarse pegado en el sofá presa del miedo. El director es un habitual del género y que ese mismo año reuniría a Donald Sutherland y Charles Durning en el interesante thriller ecleciástico “Los Crímenes del Rosario” (The Rosary Murders, 1987).

Inocentada sangrienta es el típico slasher ochentero en el que un grupo de jóvenes mononeuronales son víctimas de un depravado asesino. La trama se inicia cuando Muffy (Deborah Foreman) invita a varios amigos a pasar el fin de semana en la alejada casa que sus padres poseen. Lo que en principio parece un divertido plan plagado de bromas (la película mezcla comedia y terror), todas ellas orquestadas por la anfitriona, pronto se transforma en un festival gore.

Sí, es cierto que la película está llena de personajes estúpidos (con los que no es fácil ni identificarse ni simpatizar), diálogos risibles y situaciones absurdas (¡esos personajes que ni gritan al ser atacados!). Tampoco es especialmente destacable el apartado interpretativo, mientras que la dirección no pasaría de correcta, pero, no es menos cierto que tiene un cierto encanto retro. Además, cuenta con un buen puñado de giros imposibles que la hacen entrañable.

Película fallida en sus dos vertientes: la comedia y el miedo. Ni argumento, ni "actores", ni tensión, ni comedia... los diálogos son de chiste de Arévalo. Es otra "ochenterada" pero esta vez a un nivel ínfimo, no puede ni compararse con las películas de Raimi, por ejemplo. Directa a la papelera de reciclaje mental...