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El olor de la papaya verde

Drama Mui es una niña que llega a la ciudad para trabajar como sirvienta en una casa. La muerte, años atrás, de la hija menor de la familia hace que el padre se sienta culpable, y ese drama arruina la relación con su mujer. El hombre para evadirse escapa constantemente de casa con los ingresos de una pequeña mercería que sostiene la precaria economía del hogar. Mui, al mismo tiempo que trata de afrontar sus obligaciones de sirvienta sufre el ... [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
4 de febrero de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Aunque el cerezo sea azotado por los elementos siempre seguirá manteniendo su forma inicial". Esta frase, o algo así, lee la protagonista justo antes de terminar la película. Una frase que parece el final de una poesía, dejando más claro que esta película es como un largo poema visual. Por eso, se puede decir que lo menos importante de la película es la narración, renegándola casi sin dialogo, dejando al espectador casi con la única opción de solo contemplar.

Momentos sosegados de una vida cotidiana, la frescura y pureza de una niña sirvienta o las gamberradas de un niño son recogidas en una primera parte, donde costumbres tradicionales predominan en armonía con la naturaleza de un patio de tintes tropicales.
Hasta la segunda parte donde los espacios son cerrados y más nocturnos. La niña ahora es mayor y aunque persiste su pureza hay elementos que la corrompen. Estos elementos occidentales como el pintalabios, los zapatos de tacón o el propio sonido del piano parecen que contrastan y corrompen lo tradicional de la primera parte.

Escenas coreografiadas que se ligarán junto a la historia para dar un sentido a la frase final: una alabanza a la familia tradicional que dará la felicidad; quizás simbolizado por la papaya, como se puede ver en la escena donde una semilla representa la concepción de una nueva vida, o cuando la papaya es arrancada del árbol y la sabia blanca brota como las lagrimas de una madre que ha perdido a su hija.

Una de las escenas que más me gusto fue: cuando con el ritmo agresivo de la música del piano, el protagonista rompió, sin palabras, con la que era su actual novia (más occidentalizada) para luego utilizar una música más suave cuando entra la chica que realmente le gustaba. Un claro triunfo de lo tradicional oriental frente a un modernismo occidental.

Para terminar decir que esta película no es recomendable para personas que solo busquen buenas y complejas historias, porque la cara de póker que se les pondrán será todo un poema.
Rubiolvera
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13 de diciembre de 2005
31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coincidiendo con la única crítica que hay al momento de escribir esta, este film es una delicia para los ojos y el alma. No puede uno dejar de mirar esas escenas tan afablemente cotidianas de una cultura que nos es muy lejana pero cuyo director nos permite con su cámara acercarnos a ella de un modo tan natural...
Casi uno puede sentir el olor del rocío de la mañnana resbalando entre las hojas verdes del jardín, o esa comida simple y vegetal preparada con tanta dedicación y a la vez tanta naturalidad. Muchas personas me manifestaron su enorme aburrimiento con esta película y algunos no terminaron de verla. Nunca entendí como pudieron escapar a su seducción. Yo solo puedo recomendarla. Es relajante, deliciosa, imperdible.
brynhild54
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11 de junio de 2011
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se abre una ventana y encuentro un mundo de silencios y contemplación. Un lugar de bellas imágenes en el que con apenas abrir la boca, se habla mucho, consiguiendo transmitir de esta forma todo un abanico de mensajes y experiencias de una forma directa, pues “El olor de la papaya verde” no afirma, no sentencia, sino que señala directamente con el dedo al sentido de algo, sin necesidad de explicaciones. Famoso es el dicho zen de que “quien habla no sabe, quien sabe no habla”. Y el director Trần Anh Hùng (“Cyclo“, 1995) sabe. Sabe de sentimientos, de humildad, de valorar que lo más pequeño es lo más preciado, que una sonrisa es un tesoro y que una lágrima es la más triste -pero también la más auténtica- expresión humana. Ofrece desde un reducido espacio todo un amor por la naturaleza, por el mundo y por todo aquello que no necesitamos buscar puesto que ya está aquí, lleno de valor y belleza, esperando a recibir nuestra atención.

Así, el realizador vietnamita dibuja diferentes contrastes entre los personajes de la cinta para que podamos asistir a un recital visual de las emociones vividas desde el corazón de una aparentemente acomodada familia, pues pese a disfrutar de varias sirvientas y un buen hogar, subsisten gracias a las pequeñas ventas que pueden realizar en un puesto del mercado. A esa casa llega como sirvienta Mui (Lu Man San), una joven de diez años dispuesta a atender sin ninguna fisura las necesidades de sus nuevos “dueños”. Aprende a cocinar, limpia la casa y recibe las amables órdenes de su nueva “propietaria”, que muchos años atrás perdió a su hija, que hoy, de seguir viva, tendría la misma edad que Mui. El argumento de la cinta no sigue una línea concreta -excepto la del paso de los años en Mui, de la que vemos la transición directa de su infancia a la edad adulta-, simplemente muestra las entrañas de un hogar vietnamita durante los años anteriores a la famosa guerra que se inició en aquel país, enseñándonos pequeños detalles y situaciones que van desde los hechos más preciosos, enternecedores y románticos, a los más dramáticos y nostálgicos. Desde la afligida personalidad del cabeza de familia, a la detestable actitud de uno de los pequeños y traviesos hijos del matrimonio “amo” de la casa, pasando por la espontánea fascinación de Mui con cualquier elemento natural (una hoja, un grillo…), o incluso con uno de los amigos de la familia. “El olor de la papaya verde” es más un producto de sensaciones e imágenes que una película de extensos y memorables diálogos, haciendo de su auto-limitación en este sentido, un arte logrado con muchísima maestría.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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8 de febrero de 2011
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La belleza es algo muy relativo. Cada persona tiene un cánon de belleza propio y puede encontrar bonito algo que otros no, pero desde luego quien no encuentre belleza en esta magnífica película es porque la está viendo con los ojos cerrados.

Película lleda de belleza y delicadeza, con un argumento que, aún siendo muy simple, no llega a ser banal. El film no cuenta nada nuevo, aunque tampoco lo pretende. Tran Anh Hung nos deleita con un precioso relato sobre el amor y la familia, y es que, la cinta podríamos dividirla en dos fragmentos diferenciados por su género. En las dos primeras partes del film podríamos hablar de drama familiar (con tintes sociales) mientras que en el último tercio de la película hablaríamos de un drama romántico.

La realización es exquisita. El director vietnamita nos transporta a una especie de paraíso de cautivadoras imágenes de una delicadeza impresionante, dónde el director nos muestra la belleza más simple en imágenes poco corrientes en el cine tales como: unos pies descalzos, leche de papaya resbalando por las hojas o el afán de insectos, reptiles o anfibios por trepar por los árboles. Tanto en estética como en argumento, la película es muy cercana al cine del chino Zhang Yimou, lo cual es algo maravilloso. La naturalidad y la pureza son las bazas principales de este genial largometraje. Seguiré de cerca a este Tran Anh Hung, tiene pinta de ser un director más que interesante.

Resumiendo, película amena, sencilla y bonita con la que cualquier amante del buen cine puede disfrutar. La belleza y delicadeza de sus imágenes le hipnotizarán de tal manera que sólo podrán aplaudir este maravilloso film.
Yeyo
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6 de diciembre de 2008
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pregona el triunfo de la docilidad y la sencillez sin que se tenga que renunciar a la dignidad. (¿A la vez, alegoría inconsciente de la propia historia patria?).
Enseña, pues, entre muchas otras cosas, cómo amar sin tener que decir “te amo”…
Fotografía espléndida con ritmo fluido y musical, misma que, sin alardes, no deja de sorprender en su perfección y al magnificar los detalles nimios del entorno cotidiano, de entre los cuales la naturaleza en su plena riqueza, prodigalidad y armonía se revela como el espacio donde la alegría, el dolor, la estética, la espiritualidad, la carnalidad y los placeres del hombre (hombres y mujeres) han de confluir también en armónica, natural y cotidiana cita.
La música natural (grillos, ranas, lluvia) sin renunciar a las improntas de la violencia ambiental generada por los humanos lo inunda todo; la música otra, la polifónica, la instrumental generada tanto por oriente como occidente, se percibe y vive también como el mejor linimento para el alma.
Daniel
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