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Les amitiés particulières

Drama Un estudiante matriculado en un colegio católico de chicos, en la Francia de los años treinta, comienza a colaborar en una campaña iniciada por sus profesores para frenar cualquier tipo de relación, más allá de la pura amistad, que pueda surgir entre los alumnos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
28 de agosto de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre un magnífico guión basado en la novela homónima de Roger Peyrefitte el director construye una película llena de sentido y sensibilidad para captar los matices de la inocencia, de la amistad y del despertar homosexual entre dos jóvenes de un internado francés regentado por frailes que llevan al máximo su hipocresía sin tener en cuenta el valor de los sentimientos de las personas. El autor de la novela la considera en parte autobiográfica pues vivió el mismo estos hechos en su juventud de estudiante en un internado. Así mismo y durante la supervisión del rodaje de la película el propio Roger Peyrefitte mantuvo relaciones con un muchacho de 12 años que actuaba como figurante. La fotografía es impecable y el ritmo, acostumbrado como estoy a la lentitud del cine francés, es adecuado para seguir los encuentros y desencuentros de los muchachos. Sin duda la película gana muchísimos puntos con la interpretación de Didier Haudepin como el joven Alexandre capaz de cautivar con sus miradas y sus sonrisas al espectador. Sin embargo no es así de buena la interpretación del protagonista principal, Francis Lacombrade, demasiado envarado ante la frescura de su oponente y la magnífica actuación como secundario de François Leccia. Los movimientos de la cámara por pasillos, claustros y capilla, acompañados de música cantada por voces blancas aumentan la sensibilidad del espectador. Hay que verla y reconocer el magnífico tratamiento que se hizo de este tema tan difícil en los años 60.
Del Mar
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30 de enero de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Las amistades particulares" es la adaptación de la obra homónima de Roger Peyrefitte. El tema principal es la relación entre un adolescente y un niño en un internado católico del sur de Francia a mediados del siglo pasado. Una relación de amistad que deviene en atracción mutua y finalmente en algo más que amor platónico, porque además de admiración hay atracción física, sentimientos... Todo está tratado de forma sutil, sin escenas escabrosas ni poner el acento en una relación homoerótica; pero, como le dice Georges a Alexander: "Debes saberlo, nuestra amistad se llama amor".

La película carece de la profundidad del libro, pero el guión está muy, muy bien adaptado. Prácticamente aparecen todas las escenas clave y el final, aunque concentrado y con algún cambio respecto al original, está muy bien resuelto. El peso del filme recae en los dos actores protagonistas. Didier Haudepin será recordado siempre por esta actuación e impresiona, para su corta edad, la variedad de registros que es capaz de ofrecer, desde la alegría e inocencia infantiles a la expresión de una gran decepción y dolor interiores. Francis Lacombrade también está bien; es cierto que parece algo más envarado y tenso con el papel, pero en la novela se explica detalladamente su origen aristocrático y su carácter calculador y dudas interiores. El fallo está, a mi juicio, en que mientras Haudepin tenía la misma edad de su personaje (12 años), Lacombrade, de 22 años, interpreta a un adolescente que todavía no ha cumplido los 15.

La trama nos introduce en el asfixiante ambiente del colegio religioso, apoyada en una gran fotografía en blanco y negro y una banda sonora de coros escolásticos. El tema central apenas se desvía con una subtrama (padre de Trennes) que contribuye a reforzar la crítica a la intolerancia, la hipocresía y la corrupción en la Iglesia católica. También podría debatirse, a raíz del argumento, sobre el manido tópico de la "pureza" de los niños. En definitiva, se trata de una película que rompe el tabú de las relaciones entre personas del mismo sexo y menores de edad. La novela de Peyrefitte fue muy polémica (acabó con su carrera diplomática) y sorprende que en 1964 pudiera llevarse a la gran pantalla; pero lo cierto es que en los años 60 y 70 había una libertad para exponer las cosas de la que hoy carecemos. Creo que actualmente no sería posible una película así, y, si se hiciese, sería muy distinta.
johnie
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28 de junio de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película que comienza con un disclaimer del autor francés, Jean Delannoy, para posicionar al espectador en un espacio y tiempo de índoles retrógradas como es un colegio jesuita de principios del s. XX (1930), donde el amor está cohibido por la concepción arcaica de la iglesia y sus componentes. La historia cuenta la andanza de Georges de Sarre (Francis Lacombrade), hijo del marqués de Sarre, un alumno excelente que comienza una nueva vida académica en un colegio religioso exclusivo para varones, donde los sentimientos de amistad se atenuarán hasta tal punto de confundirse con el amor, tema tabú en la sociedad en la que discurre la película.

Estructurada en tres capítulos llamados primero, segundo y tercer trimestre académico, Jean Delannoy escampa el terreno para representar el amor en su máximo esplendor mediante la inocencia de la juventud y un trasfondo religioso que, aunque usado a priori para solapar el tema, sugestiona una lectura más profunda del sentimiento de libertad concurridos en sus protagonistas, Georges y Alexandre Motier (Didier Haudepin).

Presentado como un drama fundamentado en la novela homónima de Roger Peyrefitte, la historia en sí va más allá de un amor no correspondido y anulado por las circunstancias adyacentes. Es una plegaria mística a la felicidad, a la libertad, a la vida, todo dado de la mano de una religión mal interpretada y el amor como motor principal, siendo el amor y la religión los titiriteros que manejan los hilos rojos de sus protagonistas, agitándolos salvajemente para devolverlos a una realidad deprimente y obtusa.

La poesía que labra a cincel como si de una escultura se tratara el director es una delicia tanto auditiva como visual, acompañando gentilmente la dramática epopeya de dos enamorados con muchísima templanza en los planos estáticos, simétricos, signos del orden y la rectitud que acompaña la discreta atmósfera que crea, una decoración de interiores cuidada al detalle que consigue introducirnos de lleno en el seno eclesiástico y una música refinada a cargo de Jean Prodromidès que refuerza la estética elevándola a la pureza que albergan sus personajes, especialmente la del pequeño Alexandre, cuyo personaje y formidable interpretación de Didier Haudepin consigue que gran parte de la cinta orbite a su alrededor.

La velocidad vertiginosa con la que el director, con una mesura caballerosa y diplomática, nos introduce en seguida en el tema principal de la película: la homosexualidad, camuflada por la ingenuidad de los personajes de la obra como 'amistad particular', creando una narración que exhibe elegancia con cada pequeño detalle, cada pequeña línea de diálogo donde el arte de la poesía va a ser un tema recurrente implícita y explícitamente, transformando a los personajes con ella en un proceso evolutivo perfecto de introspección espiritual e intelectual, en un coming-of-age de versos desesperados.

Me sorprende para muy bien que el director no emplee las figuras de cardenales y curas como elementos de castigo irracional para sus protagonistas, sino como personas que también aman y comprenden desde otro punto de vista, siendo estos los mayores focos de dubitación y meditación para nuestros protagonistas, ayudando a una construcción de estos lenta, segura y verídica.

Las interpretaciones son clases maestras en esta pequeña producción de la Lux Compagnie Cinématographique de France, sobresaltando en desmedida el torrente interpretativo lleno de furor de Didier cooperando a la perfección con el sosiego frustrado de un Lacombrade muy evocador del mítico Martin LaSalle. Louis Seigner tampoco se queda atrás dando vida a un entrañable Padre Lauzon.

Para ser una película de 1964, Jean Delannoy se sumerge en una alegoría en pos del amor libre en una época donde aún estaba muy lejos del punto en el que estamos hoy día, barajando un tema tabú con sutileza y respeto brindando una trágica historia de amor atemporal al ritmo de la sonoridad de la cultura y lengua francesas. Una obra preciosa. (8.5).
Tiggy
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29 de junio de 2022
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un comienzo titubeante, la película gana enteros poco a poco, plano a plano, hasta convertirse en un clásico del cine francés. Es muy francesa, no en el fondo ni en la forma, es más en la elaboración de los complejos personajes, prototipos del gran, del mejor cine francés, del cine con mayúsculas. Si alguien busca cine reivindicativo o militante, no es tu película, es gran cine con temática homosexual no otra más donde el mensaje que mandas, generalmente muy simple, está muy por encima de sus valores estrictamente artísticos o cinematográficos, hasta tal punto que el mensaje es lo único que justifica su realización. En mi pueblo a eso se le llama propaganda.

No hay sexo, el mayor acercamiento que veréis es tocar una mano. Se prefiere la metáfora y la metonimia, el símbolo a el subrayado; la ambigüedad a la patochada; lo sutil a lo escandaloso; el ritual, el mito a la narración plana. Es una película muy densa con un gran guion que parte de una novela de Roger Peyrefitte (no lo conozco) que se mueve entre George Bernanos si hablamos de algunos personajes, en especial el director del internado, un impresionante Louis Seigner, y el más bien insoportable André Gide que identifica uno de los temas de la película: el conflicto religión- homosexualidad. Es esa puerta estrecha que él alargaba hasta hacer compatible su naturaleza sexual con su religiosidad casi de meapilas con un estilo retorcido, muy pedante, remilgado hasta aparecer la cursilería en más de una ocasión. En todo caso, fue un escritor importante y más para la "lucha" gay. Aquí se personaliza en un inconmensurable Michel Bouquet, aquí más ambiguo que nunca: "Los niños son como los gatos, dice mientras los mantiene abrazados, no aparecen nunca y no quieren a nadie, pero no puedes dejar de atenderlos y quererlos".

Los niños no tienen conflicto religioso alguno, son la élite. Guiarán el mundo, hijos de la fortuna, de familias que siempre han dominado el mundo. Una élite muy cultivada, éstos no son los palurdos con dinero que dominan hoy. Son viejóvenes tanto por sus conocimientos (incluida foto de Anatole France) como por su comportamiento. Son pedantes, se comunican con poemas que a veces te hacen sonrojar y están por encima de la realidad, parecen espíritus más que chicos de carne y hueso. El más joven o lolito, un auténtico demonio (impresionante el joven Didier Haudepin) dice: "Pero éstos que tienen que decirnos si estamos aquí voluntariamente porque hemos pagado". Por que yo lo valgo y, lo que es más impotrante, lo pago. El otro niño, más adolescente se da un pequeño aire cuando descontrola su rictus y sale el plumón a la en su día nombrada mejor cantante femenina de música popular del Reino Unido, el inolvidable Marc Almond (mejor disco de techno pop de la historia: el maravilloso Non-Stop Erotic Cabaret). Francis Lacombrade está correcto pero no al nivel impresionante de su partenaire que no es la tentación, es el mismo Satán.

Lo más sorprendente es la inmensa calidad de su director al que no conocía y que desarrolló una carrera muy local y desconocida para el resto del mundo. La película está prodigiosamente rodada, mejor iluminada y ,por lo tanto, extraordinariamente fotografiada. La música religiosa coral (coro de niños) y la terrible y cruel canción popular Alouette, que dará pistas sobre la resolución del conflicto, acompañan a la hipnótica imagen, más cerca de Diario de un cura rural que del orgullo gay.

Se mueve entre la homosexualidad, un cierto erotismo, la espiritualidad, la pederastia, la búsqueda de la pureza como única meta para alcanzar la belleza, el conflicto e inevitablemente, el drama. Va de menos a más y a mucho más. Típica película de cine club, podrías hablar de ella horas y horas. Un clásico del cine francés, ¿A qué esperáis para verla?.
Bartleby
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19 de noviembre de 2012
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que es una película ya antigua la he visto hace poco y quede realmente maravillado de la forma límpida, mágica y hasta poética con que se ha llevado a la pantalla un tema que implica retratar al mismo tiempo la homosexualidad y el amor infantil, dos cuestiones muy difíciles de ser correctamente realizadas no solo por su complejidad sino por tratase de tabúes en nuestras sociedades modernas, mas aun en aquellas de hace 70 años, donde se supone esta que ubicada la historia en el tiempo. Esta hermosa película, al parecer autobiográfica por parte del autor del libro homónimo en que está basada, se desarrolla en el ambiente tenso, acomplejado y carente de amor de un internado para niños y jóvenes en las cercanías de Paris. El idioma francés le añade un cierto tono melodramático a las escenas, todas maravillosamente realizadas. Lo mejor de todo a mi parecer es la actuación de Didier Haudepin como el joven Alexandre. Es increíble que un actor tan joven y amateur en ese momento, haya sido capaz de llevar a pantalla en forma tan magistral un papel tan complejo y lleno de matices. Su manera de hablar y expresiones corporales van a las mil maravillas con el papel que realiza. Ahora bien, esta película ha estado siempre catalogada de corte homosexual, cosa que debiera a mi juicio ser debatido. Si el amor homosexual implica necesariamente el sexo la película no entraría estrictamente en esa categoría, pues mas bien retrata un amor platónico y absolutamente puro, sobre todo por parte de Alexandre.
Alfredo
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