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Hijos de la anarquía (Serie de TV)

Serie de TV. Drama Serie de TV (2008-2014). 7 temporadas. 92 episodios. Serie centrada en un club de moteros (MC) que operan ilegalmente en la ciudad ficticia de Charming (California). La historia se centra en el protagonista, Jackson "Jax" Teller (Charlie Hunnam), un joven miembro de la organización, con rango de vicepresidente, que comienza a cuestionarse sus propios actos y los de su club. (FILMAFFINITY)
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Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
27 de noviembre de 2011
85 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijos de la anarquía es una serie que acaba enganchándote, y es que simplemente su temática te hace disfrutar, aunque puede ser un poco engañosa para aquellos que aún no la han visto, porque no es una simple serie de motoristas de carreteras, es algo más complicado de describir, es una familia, no sanguínea, de motoristas que con el paso de los años han ganado su territorio con actos sucios y despreciables, que hacen negocios ilegales, chantajean incluso a la policía, llegando a auto-dominándose ellos mismos como ley, tienen una jerarquía bien definida, desde fundadores hasta novatos, pero el rumbo que llevan parece llevarlos a la autodestrucción por culpa de sus actos, por eso Jax Teller, el rubio guaperas, intentará cambiar esa situación, e intenta llevar al grupo por el buen camino aunque tenga que oponerse a los fundadores.

Parece sencilla la trama, pero después de haber visto tres temporadas y su evolución, y el ir y venir de varios personajes, el tráfico de armas, las bandas, el Ira, FBI, y demás cuerpos policiales, magníficamente se enalba una historia de amor, fraternidad, odio, rudeza y todo ello siempre acompañado de pequeños toques de violencia, no extremista y excesiva, sino la necesaria para dar forma y credibilidad a cada capitulo, haciendo que personajes al principio intocables pierdan fuerza y otros más débiles ganen en protagonismo, y es que esa evolución es perfecta, porque es ley de vida.

Hay que destacar de esta serie los actores, muchos de ellos provenientes de la gran pantalla como Ron Perlman, Mark Boone Junior y Tommy Flanagan y algunos más, otro tanto ya consagrados dentro de este género y la pequeña pantalla destacando Katey Sagal y Kim Coates entre otros y los noveles que intenta dar el salto definitivo como Charlie Hunnam, tres sentidos de fama, que se mezclan perfectamente en la pantalla, dándole a cada uno la importancia que tiene, y cada cual sabiendo su papel dentro de la serie.

Vestuario y música, acompañan a los personajes a la par, con detalles cuidados en casi todos los aspectos, junto a esa banda sonora y las canciones que suelen haber al final de cada episodio que son un homenaje a grupos de antaño americanos, conforman un magnifico conjunto, ayudando a engancharte cada día más, y contentos con solo engancharte enfrente de la pantalla, el merchandising creado, es soberbio.

Hay mucho más que decir, pero esto en resumen es lo más característico, por lo tanto, si dudáis en verla no lo hagáis, verla porque cada temporada se disfruta más y más, y por lo menos es un respiro de tanto “médico” e “investigador” que andas sueltos cada día en televisión.
Ranxomare
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14 de enero de 2012
104 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los hijos de la anarquía: Serie entretenida, sin grandes alardes pero que consigue tenerte pegado al televisor desde el segundo o tercer capítulo.

Quizás su mayor virtud esté en la caracterización de los personajes, cada cual más variopinto pero atractivo (Clay, Jax, Oppie, Happy...), y las dosis de acción que surte en cada capítulo de manera muy sencilla. Tan sencilla que resulta casi insultante para la inteligencia, con esa manera de sacar conflictos cual mago sacando conejos de su chistera. Es inevitable prever los sucesos, aparentemente enrevesados pero más simples que el mecanismo de un chupete.

Sons of Anarchy nada en la mediocridad porque se conforma con poco. A la serie le basta con ser una mala droga, de esas que funcionan al principio, hasta que le coges el gusto... lo suficiente como para darte cuenta de que todo es insustancial, pura inercia, sentimiento de culpa al terminar.

Además, como toda mala droga (supongo que todas son malas) comete el error de acostumbrar al espectador, ávido de cosas nuevas... o simplemente de lo mismo pero con mayor frecuencia, alcanzando un punto de no retorno, donde todo es un torbellino, un batiburrillo de secuencias metidas con calzador encaminadas a un (supuesto) final que parece no llegar nunca.

En esto último se parece mucho a The Shield (serie de la que también fue guionista Kurt Sutter), por no mencionar la gran cantidad de actores comunes y el parecido de sus tramas.
Victor de Prado Hernandez
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4 de abril de 2013
39 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seré sincero. Cuando leí por primera vez la sinopsis de "Sons of Anarchy", yo no daba un duro por una serie de moteros criminales. Ya saben: prejuicios e ignorancia. Adquirí, no obstante, la primera temporada por una oferta irrechazable que encontré. Menuda bendición, pensé días más tarde. "Sons of Anarchy" resultaba ser una serie espléndida, sorprendente, intensa, bien hecha y mejor contada. Eso, a primera vista. Sin embargo, al terminar las cinco temporadas, me temo que la mera opinión debe ampliarse hacia el análisis detenido y la reflexión.

La FOX se arriesgaba considerablemente en esta apuesta: construir un drama sobre unos moteros de hoy en día que funcionaban como una auténtica banda mafiosa en California no parecía tener ningún precedente. Empero, bastarían pocos capítulos para comprobar que "Sons of Anarchy" puede fácilmente ser heredera de "Los Soprano", "El Padrino", "Godfellas" y otras grandes historias sobre los gángsters de América. El planteamiento de Kurt Sutter (Dios lo bendiga) pronto me pareció fascinante: el club motero SAMCRO era algo más que unos cuantos nostálgicos amantes de las harleys: la institución funciona como la verdadera rectora de la vida diaria de Charming, la localidad californiana que está bajo la influencia, protección y extorsión de los Sons. Nada sucede en Charming sin su consentimiento; la policía está en nómina; los negocios deben tener el beneplácito; los alcaldes son "amigos"; ninguna banda foránea puede traficar con drogas. La sede del SAMCRO reside en un taller de reparaciones mecánicas, "Teller´s & Morrow". No se echen a reír tan pronto. La tapadera esconde una provechosa fuente de ingresos: el tráfico de armas, compradas al IRA Auténtico y vendidas al resto de organizaciones criminales de la Costa Oeste: mejicanos (Mayans y cárteles como el de Galindo), negros (Niners, Bastards), rusos, italianos, neonazis, etc. Charming mira para otro lado; apenas hay delincuencia. Sus calles están en paz. No saben a qué precio. Los Sons nunca dudan en recurrir a la pólvora cuando se trata de sus negocios y su seguridad. Sus miembros son hombres violentos, crueles, impulsivos, ambiciosos y, en más de una ocasión, despiadados.

Llegados a este punto, es cuando podemos comenzar a entrever la grandeza de esta serie. Porque, tras este desolador panorama, la historia se detiene en describirte el día a día dentro del club. Sus costumbres, sus jerarquías, sus normas, la amistad de hierro que une a sus miembros, sus concepciones sobre el respeto, el honor, la tradición, la lealtad, el valor, la camaradería y la solidaridad. Los Hijos de la Anarquía constituyen una verdadera familia, como aquellos Corleone de New York o aquellos Soprano de New Jersey: el club protege por encima de todo a los que buscan refugio en él. Esposas, hijos, amantes, parientes, amigos: todos tienen cabida en SAMCRO, que velará por sus intereses frente a las amenazas exteriores y frente a los vacíos de un Estado imperfecto que se ramifica en cientos de pequeños Estados por cada una de las ciudades norteamericanas. Porque el crimen organizado no sólo es contrabando, chantaje, clientelas y control político: es también la asociación de una serie de grupos humanos para protegerse ante un Estado que no los respalda en determinados momentos. Mario Puzo y Coppola ya se encargaron de contárnoslo hace cuarenta años.

Kurt Sutter quiso, bajo estos presupuestos, hablarnos de cuestiones universales: de las luces y las sombras de los seres humanos; de cómo sobreponerse a las dificultades y las consecuencias que esto puede tener en la configuración de las mentalidades; de cómo amar por encima de todo, aunque ello te cueste el pellejo; de la redención que todo hombre llega a buscar en una vida llena de errores; de la degradación moral a la que te conducen la venganza y la violencia; de cómo el poder corrompe a quien ostenta un mazo y una silla que preside una mesa; de cómo un país se erige a base de infinitos sucesos anónimos que no pasan a la Historia y que a menudo son infames; de cómo se establecen los lazos de unión entre hombres que comparten determinadas señas de identidad; de la decadencia, en fin, de todos los seres humanos, que ven cómo su tiempo se acaba. Y, dominándolo todo, se cierne constantemente la sombra de los grandes clásicos: Edipo y Hamlet, encarnados en un Jax Teller cuyo padre, que presidía el club, murió en extrañas circunstancias, tras lo cual vino el liderazgo de Clay Morrow y el amor entre éste y la madre de Jax, Gemma. Como ven, el choque está servido.

[sigo en spoiler sin desvelar nada]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
flecha
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2 de febrero de 2011
38 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chupas de cuero, Harleys, rock and roll, tatuajes, trapicheos, asesinatos, traiciones y secretos, muchas traiciones y secretos son los que mantienen la paz en el pequeño pueblo de Charming. En este dulce pueblecito no hay tráfico de drogas, no hay violaciones ni apenas asesinatos, sino sobres bajo mano, corrupción institucionalizada, silencio consensuado de sus ciudadanos, gente de mal vivir que desaparece para siempre enterrada más allá de sus fronteras y la mano de los hijos de la anarquía dominando todo el cotarro.

Y así es, sus miembros se reúnen en torno a una mesa con una calavera con guadaña como centro para debatir el destino de una población que se somete voluntaria a su mandato, porque saben que son el mal menor. Bestias más despiadadas son las que intentan hacerse con el control de Charming, pero ahí están ellos, los inamovibles antihéroes que imparten su sentido de la justicia, siempre parejo a su sentido del beneficio. Ajustar cuentas está muy bien, pero si se saca una buena tajada del pastel, mucho mejor. No hay blanco ni negro, sino una gran zona gris en la que los maniqueísmos están fuera de lugar y los tiros, literalmente, nunca sabes por donde van a ir.

Sus protagonistas son carismáticos rufianes moteros, de esos que te caen simpáticos porque no les debes dinero; destacando el atormentado vicepresidente heredero Charlie Hunnam, la sólida presencia del siempre efectivo Ron Perlman como “padrino” y sobre todo la excelente actuación de Katey Sagal como feroz matriarca del clan, que le ha reportado merecidamente el Globo de Oro a la mejor actriz de serie en el presente año.

Es una producción que si bien no alcanza las alturas de otras como “Boardwalk empire” o “Mad men”, se sitúa muy por encima de la media en cuanto a celuloide televisivo de entretenimiento se refiere. La calificación de “Los Soprano en Harleys” quizás sea desproporcionada, pero lo que sí indica acertadamente, es que esta no es una serie de acción-intriga del montón, sino algo bastante más cuidado y con más calidad de lo que pueda parecer a primera vista con, de momento, tres temporadas sin desperdicio. Una recomendable dosis semanal de libertad, anarquía y cerveza fría. ¡Salud!
RandolphCarter
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15 de enero de 2012
70 de 123 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero, quiero aclarar que he sido capaz de verme 2 temporadas y media de esta serie, que como ha definido otro usuario es una droga que no tiene porque ser de buena calidad, una vez probada cuesta desengancharse, eso sí, una vez desintoxicado, no entiendo como he aguantado tanto, ¿moteros gobernando una ciudad e imponiendo su ley, en EEUU?, traficantes de blancas, drogas y armas, con ¿honor?, un concepto de honor que varía paulatinamente según avanza la serie, para justificar los múltiples e increíbles giros de guión, una serie que intenta convencer al espectador de que estos moteros son samuráis (del tipo idealizado) sobre ruedas, una soberana tontería con un mensaje claro: los malos no son tan malos, y son "honorables", ¿cómo se puede comparar esta chorrada con los Soprano?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gatsu
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