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txusfin rating:
9
6.5
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Documentary
Five sequences : 1) A piece of driftwood on the seashore, carried about by the waves 2) People walking on the seashore. The oldest ones stop by, look at the sea, then go away 3) Blurry shapes on a winter beach. A herd of dogs. A love story 4) A group of loud ducks cross the image, in one direction then the other 5) A pond, at night. Frogs improvising a concert. A storm, then the sunrise.
Language of the review:
- es
March 30, 2010
28 of 33 users found this review helpful
De vez en cuando, se cuela en el circuito cinematográfico actual, alguna propuesta que reaviva el debate en torno a las cada vez más permeables fronteras entre las distintas formas de expresión audiovisual (ficción, documental, televisión, videojuegos, teatro filmado, video doméstico, animación, video-instalación, etc.), generando un mar de preguntas que cuestionan incluso la propia naturaleza del cine y los confusos límites entre arte e industria.
En ese sentido, “Five” es una de las apuestas más radicales que se han podido ver proyectadas en los últimos tiempos (de hecho no se concibió inicialmente para su exhibición en salas) y es muy probable que no hubiera podido disponer de semejante oportunidad, sino fuera gracias al prestigio internacional ganado anteriormente por su realizador con obras un poco menos arriesgadas.
Kiarostami ya partía en sus inicios de un cine en apariencia sencillo y práctico (que como en “Five”, encerraba ya una compleja propuesta teórica), con pequeñas historias de ficción a las que era capaz de dotar de tensión y realismo con un mínimo de recursos; pero aquí lo lleva al límite, prescindiendo de equipo, actores e historia, despojándose de todo hasta quedarse simplemente con el entorno, observando con paciencia sus cambios casi imperceptibles, seleccionando sus ritmos, a medio camino entre el azar de encontrarlos y la necesidad de buscarlos, los graba y los monta con apenas unos retoques de luz y sonido, en cinco largos planos secuencia que requieren de la misma paciencia y complicidad por parte del espectador.
Se trata de una obra “elemental” en el sentido más amplio y positivo del término, pues a parte de su clara vocación de sencillez, juega con los cuatro elementos clásicos: agua (el mar, el estanque, la lluvia), aire (el cielo, el viento), fuego (la luz del sol, el reflejo de la luna) y la tierra (la arena de la playa, el pavimento del paseo), más un quinto: la vida, que atraviesa con cada una de sus manifestaciones (madera, personas, animales y cantos) a los cuatro anteriores.
Se suma, por tanto, a la teoría de que menos es más y que para captar un cambio mínimo hace falta prolongar el plano cinematográfico un máximo, como en una rampa que cuanta más altura queramos alcanzar con ella, más largo tendrá que ser el plano inclinado y la distancia a recorrer, lo cual requiere un tiempo extra que se verá recompensado al final del esfuerzo.
Sin duda, hemos perdido en gran parte esa capacidad de quedarnos absortos viendo el paso de las nubes, las llamas de una hoguera, el fluir del agua en un río, un cielo estrellado o la caída de las hojas en otoño, debido al ritmo frenético y a la saturación inabarcable de imágenes impactantes que nos impone la vida moderna.
En “Five” se nos invita a una singular sesión de talasoterapia, a una especie de balneario para los sentidos, donde recuperar esa calma en la mirada, necesaria para retener en la retina la huella del paso del tiempo.
En ese sentido, “Five” es una de las apuestas más radicales que se han podido ver proyectadas en los últimos tiempos (de hecho no se concibió inicialmente para su exhibición en salas) y es muy probable que no hubiera podido disponer de semejante oportunidad, sino fuera gracias al prestigio internacional ganado anteriormente por su realizador con obras un poco menos arriesgadas.
Kiarostami ya partía en sus inicios de un cine en apariencia sencillo y práctico (que como en “Five”, encerraba ya una compleja propuesta teórica), con pequeñas historias de ficción a las que era capaz de dotar de tensión y realismo con un mínimo de recursos; pero aquí lo lleva al límite, prescindiendo de equipo, actores e historia, despojándose de todo hasta quedarse simplemente con el entorno, observando con paciencia sus cambios casi imperceptibles, seleccionando sus ritmos, a medio camino entre el azar de encontrarlos y la necesidad de buscarlos, los graba y los monta con apenas unos retoques de luz y sonido, en cinco largos planos secuencia que requieren de la misma paciencia y complicidad por parte del espectador.
Se trata de una obra “elemental” en el sentido más amplio y positivo del término, pues a parte de su clara vocación de sencillez, juega con los cuatro elementos clásicos: agua (el mar, el estanque, la lluvia), aire (el cielo, el viento), fuego (la luz del sol, el reflejo de la luna) y la tierra (la arena de la playa, el pavimento del paseo), más un quinto: la vida, que atraviesa con cada una de sus manifestaciones (madera, personas, animales y cantos) a los cuatro anteriores.
Se suma, por tanto, a la teoría de que menos es más y que para captar un cambio mínimo hace falta prolongar el plano cinematográfico un máximo, como en una rampa que cuanta más altura queramos alcanzar con ella, más largo tendrá que ser el plano inclinado y la distancia a recorrer, lo cual requiere un tiempo extra que se verá recompensado al final del esfuerzo.
Sin duda, hemos perdido en gran parte esa capacidad de quedarnos absortos viendo el paso de las nubes, las llamas de una hoguera, el fluir del agua en un río, un cielo estrellado o la caída de las hojas en otoño, debido al ritmo frenético y a la saturación inabarcable de imágenes impactantes que nos impone la vida moderna.
En “Five” se nos invita a una singular sesión de talasoterapia, a una especie de balneario para los sentidos, donde recuperar esa calma en la mirada, necesaria para retener en la retina la huella del paso del tiempo.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Si bien, pueda desanimar un planteamiento inicial tan escaso en activos, hay que decir que si se acepta el calculado juego que nos propone su autor, nos sorprenderá descubrir no sólo la belleza, sino el suspense, el humor y la tensión que pueden desprenderse de los pequeños acontecimientos que nos rodean y que subyace en las coreografías de la Naturaleza. Acostumbrados a verla en el cine convencional como un personaje más que subraya las emociones de los actores, aquí es la protagonista absoluta, capaz por sí misma de sugerir todos los géneros:
SECUENCIA 1ª.” Titanic”. (Melodrama).
El mar quiebra inesperadamente lo que parecía irrompible y dos fragmentos que antes habían estado unidos como amantes, se separan para siempre, uno queda inerte mientras el otro se aleja flotando en las aguas.
SECUENCIA 2ª. “Los lunes al sol”. (Realismo social).
Gente ociosa cruza sus vidas, con el mar y el cielo como telón de fondo.
SECUENCIA 3ª. “Muerte en Venecia”. (Romántico).
En una playa unos seres se observan incapaces de ocultar su excitación, tras sus indolentes movimientos y bajo una intensa luz solar blanca que funde el plano y confunde sus formas.
SECUENCIA 4ª. “Charlot en la playa”. (Comedia).
Esos andares de pato, esas persecuciones hacia un lado y vuelta para el otro, atropellándose, ese irresistible caos.
SECUENCIA 5ª. “La noche del cazador”. (Suspense musical).
En la noche se desliza el frágil reflejo de la luna en el agua como una barca entre la calma y la tormenta, acompañada de los cantos de las ranas, insectos y aves que habitan sus márgenes, hasta que nace un nuevo amanecer, un viejo final y la misma esperanza de siempre.
SECUENCIA 1ª.” Titanic”. (Melodrama).
El mar quiebra inesperadamente lo que parecía irrompible y dos fragmentos que antes habían estado unidos como amantes, se separan para siempre, uno queda inerte mientras el otro se aleja flotando en las aguas.
SECUENCIA 2ª. “Los lunes al sol”. (Realismo social).
Gente ociosa cruza sus vidas, con el mar y el cielo como telón de fondo.
SECUENCIA 3ª. “Muerte en Venecia”. (Romántico).
En una playa unos seres se observan incapaces de ocultar su excitación, tras sus indolentes movimientos y bajo una intensa luz solar blanca que funde el plano y confunde sus formas.
SECUENCIA 4ª. “Charlot en la playa”. (Comedia).
Esos andares de pato, esas persecuciones hacia un lado y vuelta para el otro, atropellándose, ese irresistible caos.
SECUENCIA 5ª. “La noche del cazador”. (Suspense musical).
En la noche se desliza el frágil reflejo de la luna en el agua como una barca entre la calma y la tormenta, acompañada de los cantos de las ranas, insectos y aves que habitan sus márgenes, hasta que nace un nuevo amanecer, un viejo final y la misma esperanza de siempre.