Una serie en la que un impúber zigoto con cejorros, insoportable a más no poder, da brincos y más brincos, con sus amigos cosplayers en escenarios de cartón piedra y CGI realizados con un stock perdido de spectrum 48k y que no pasarían el filtro de calidad necesaria en capítulos de relleno de Xena la princesa guerrera.

Un horror de serie, con personajes que no interesan y en un mundo que es más falso que las cuentas anuales de Netflix, en el que deambulan cuatro gatos contados y un horror de bichos voladores, seguramente herederos de la aldea de los Aurones.

¡Qué despropósito!